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Masificación turística y poco retorno económico: así se dibuja la Semana Santa

Como era habitual antes de la pandemia, el turismo vuelve a estar al epicentro de la actualidad barcelonesa. En estos momentos es fácil encontrarse en medio de aglomeraciones de turistas en puntos icónicos como la Rambla, las calles del barrio Gòtic o la Sagrada Família. También ver en las redes sociales o en los medios de comunicación quejas de vecinos de zonas apartadas del centro de la ciudad, como los alrededores del Park Güell, donde las aglomeraciones turísticas ya han colapsado algunas calles. Otro ejemplo clave son los búnquers del Carmel, donde el telón de fondo son unas vistas a Barcelona de postal. Esto los convierte en un atractivo turístico ideal para disfrutar de puestas de sol masificadas. Sin ir más lejos, el pasado domingo la Guardia Urbana desalojó más de un millar de personas que se habían congregado en este mirador. Se estaba celebrando una fiesta. Había, incluso, un DJ.

Estas escenas nos trasladan a la realidad de 2019, cuando Barcelona acogió una cifra récord de turistas: 11.977.277. Al mismo tiempo recuerdan la estampa que se vivió durando la Semana Santa del año pasado, que supuso el retorno masivo de turistas por primera vez desde el estallido de la pandemia. Entonces volvió el debate sobre el tipo de turismo que se quiere en la ciudad. Mientras el sector turístico mostró una visión triunfalista por las oleadas de turistas, el regidor de Ciutat Vella, Jordi Rabassa, hacía una llamada de alerta que a la vez reabría el debate sobre el modelo turístico de la ciudad que había quedado en un cajón durante la pandemia. “Los vecinos que nos hemos quedado en Ciutat Vella esta Semana Santa hemos sufrido unas aglomeraciones de visitantes insoportables. Esta situación no aporta nada de positivo ni para las vecinas ni para la actividad económica de proximidad”, alertó.

Una ocupación de 87% en Barcelona

Esta Semana Santa el volumen de turistas que visitarán Barcelona superará el de aquellas «aglomeraciones». Así lo manifiestan desde el Gremio de Hoteles de Barcelona, que prevén un 87% de ocupación. Esta opinión la comparte el presidente de la asociación comercial Amics de la Rambla, Fermín Villar, que indica al TOT Barcelona que la cantidad de visitantes se acercará a los niveles del 2019. A pesar de que espera vivir una buena campaña de Semana Santa, el gasto por persona estará lejos de la prepandemia. Y es que avisa que está llegando, otra vez, el llamado turismo de borrachera, que invierte una buena parte del presupuesto del viaje en cervezas, asociaciones de cannabis o drogas. Esto no solo aporta pocos beneficios económicos, sino que genera problemas de convivencia. “El turismo de calidad no es el que gasta más, sino el que más respeta la ciudad y su gente”, afirma.

El Mercado de la Boqueria es una de las atracciones turísticas de Ciutat Vella / Jordi Play
El Mercado de la Boqueria es una de las atracciones turísticas de Ciutat Vella / Jordi Play

Por su parte, el gerente de la asociación Eix Comercial Raval, Jordi Bordas, también alerta al TOT que la semana pasada empezó a ver por las calles del Raval a personas que venían de turismo de borrachera o a celebrar despedidas de soltero. “Si vas a la Rambla encontrarás a un tio con una polla en la cabeza o un flotador. Este es un turismo que no quiere el comercio, ni los vecinos ni la ciudad”, denuncia. En cuanto al gasto, también repercute el hecho de que todavía no se han recuperado los turistas japoneses y estadounidenses, que son los que “consumen más” en tiendas de ropa de segunda mano y bares y restaurantes, entre otros. “Parece que no será una buena campaña”, vaticina.

Hace unos días el director general del Gremi d’Hotels, Manel Casals, celebró la previsión de ocupación del 87%: “Es una buena noticia porque es reafirmar la recuperación turística de Barcelona y que seguimos siendo una marca reconocida y competitiva a escala internacional”. Estas palabras se confrontan con las de parte del vecindario de Ciutat Vella. Àngel Cordero, un miembro de la junta de la Xarxa Veïnal del Raval, señala al TOT que el vecindario “está preocupado” porque la masificación turística “ya ha llegado” y será la constante de Semana Santa y toda la temporada. Esto afecta a diferentes motores que hacen subsistir a una Barcelona que todavía tiene personalidad propia: el comercio de proximidad y la supervivencia del vecindario. “Genera monocultivos y el despliegue de cadenas, a la vez que expulsa los vecinos porque sube los precios de los alquileres y provoca molestias, como ruido, entre otros”, apunta. Insiste que también fomenta el trabajo precario. “Tenemos la sensación que están vendiendo la ciudad”.

También saturación al transporte público

El mismo punto de vista lo comparte al TOT un integrante de la Asociación de Vecinos del Gótico, Martí Cusó. Habla de aglomeraciones en el espacio público, de saturación del transporte público (Línea 4 del metro) y de pérdida de viviendas, entre otras. Es por eso que la entidad vecinal sostiene que el turismo de Barcelona tiene que decrecer y cambiar el actual modelo de ciudad para no depender tanto del turismo. “Hay que disolver Barcelona Turisme y sustituirla por una agencia pública con participación vecinal que trabaje por el decrecimiento turístico”, dice Cusó, que alerta que Barcelona no puede volver a vivir la realidad del verano del 2019. 

Una imagen de archivo de cruceros al Puerto de Barcelona / Jordi Play
Una imagen de archivo de cruceros al Puerto de Barcelona / Jordi Play

Otro de los temas estrella cuando empieza la temporada alta del turismo son los cruceros que pasarán por la capital catalana. El Port de Barcelona, que insiste que hay que recuperar la actividad de los cruceros, calcula que este año se producirán unas 800 escalas y que más de la mitad de los cruceros que pasen por Barcelona empezarán o acabarán su recorrido en Catalunya. En las antípodas de este argumento se encuentra el Ayuntamiento, que continúa insistiendo que hay que limitarlos. Hace unos días indicaron que CLIA, la patronal del sector, prevé que este verano se lograrán niveles récord, semblantes a los del 2019: alrededor de 3,2 millones de visitantes. Unas cifras que, para el consistorio, son “alarmantes” en medio de la crisis climática que sufre Barcelona y el mundo entero. 

Sobre los cruceros, el gerente del Eix Comecial del Raval cree que cuando Barcelona no es el origen ni el final del trayecto y, por lo tanto, los cruceristas se mueven solo unas horas por la ciudad, “no aportan demasiado” al comercio. “Solo contaminan y generan más masificación turística”. El integrante de la Xarxa Veïnal del Raval va más allá y cataloga los efectos de los cruceros de “caos”. Espera su masiva llegada con negatividad: “Lo pasaremos como podamos porque no nos queda otra y no podemos irnos, pero se tendría que hacer una revisión exhaustiva de este tipo de turismo”.

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