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Al menos una persona se intenta suicidar cada día en Barcelona

El suicidio continúa siendo un tabú en muchos aspectos de nuestra sociedad. Los datos, sin embargo, demuestran que se trata de una práctica mucho más habitual de lo que podríamos a priori esperar en nuestra ciudad. Según las últimas cifras facilitadas por la Guardia Urbana de Barcelona, los agentes tienen que atender cada día al menos un caso de tentativa de suicidio en la capital catalana.

Estos preocupantes datos no solo hablan de la problemática real que supone esta práctica, sino que también ponen de manifiesto la cantidad de situaciones límite a las cuales se tienen que enfrentar habitualmente tanto los agentes del cuerpo policial barcelonés como los efectivos de los Bombers de Barcelona o del Sistema de Emergencias Médicas (SEM). En un contexto tan delicado como los casos de tentativa de suicidio en el cual intervienen tantos cuerpos y profesionales diferentes es inevitable preguntarse cuál es lo protocolo de actuación.

Criterio de accesibilidad

Según explicaba la semana pasada Lluís López, miembro de los Bombers de Barcelona y formador de la escuela de los Bombers de la Generalitat en el Instituto de Seguridad Pública de Cataluña (ISPC), en una jornada enfocada en la prevención del suicidio organizada por la UGT, actualmente el protocolo ante un caso de tentativa de suicidio se basa solo en un criterio de accesibilidad: el primero que llega o quien puede tener más contacto con el afectado es quien realiza esta mediación, independiente de los conocimientos o de la formación especifica que tenga en el tema.

Unificación de protocolos para un mejor abordaje

En este sentido, López está trabajando de la mano de Eloy Ariza, responsable de formación del Sindicato de Policías Local de Cataluña de la UGT, para convencer las autoridades para incluir en la formación reglamentaria de los diferentes cuerpos policiales y de emergencias unas sesiones prácticas que se puedan aplicar al día a día de los efectivos y que permitan no solo conseguir un mejor abordaje de estos casos, unificando los protocolos de actuación, sino también preparar emocionalmente los agentes para lo que puede suponer un episodio de estrés como este.

Romper el misticismo con la palabra

Con este tipo de iniciativas se pretende avanzar en la ruptura con el misticismo y desconocimiento que parecen rodear a esta problemática.  “La palabra suicidio no mata, pero el silencio sí. No tiene que dar miedo preguntar si alguien ha pensado en hacerlo. Esta es la pregunta más difícil, pero también es la herramienta más potente que tenemos”, señalaba en la jornada celebrada la semana pasada Cecilia Borras, presidenta y fundadora de la asociación Después del suicidio-asociación de supervivientes (DSAS).

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