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Un tabú por romper: cómo se aborda el suicidio en la Urbana y los Bombers

El suicidio continúa siendo un tabú en nuestra sociedad. Hablar de los casos no es fácil y a los medios de comunicación acostumbra a imperar cierto voto de silencio alimentado por la falsa creencia de que hablar genera un efecto llamada entre los ciudadanos. De media, la Guardia Urbana de Barcelona atiende cada día al menos un caso de tentativa de suicidio en la ciudad. Estos datos no solo hablan de la problemática real que supone esta práctica, sino que también ponen de manifiesto la cantidad de situaciones límite a las cuales se tienen que enfrentar habitualmente tanto los agentes como los efectivos de los Bombers de Barcelona o del Sistema de Emergencias Médicas (SEM).

El contacto directo con episodios de esta intensidad es uno de los factores de riesgo que explican que los efectivos policiales tengan casi el doble de probabilidades que el resto de personas de presentar conductas suicidas. Con el objetivo de mejorar el abordaje de estas situaciones de riesgo tanto dentro de como fuera de los diferentes cuerpos, la UGT ha organizado este miércoles una jornada enfocada en la prevención del suicidio, donde se ha puesto de manifiesto la necesidad de apostar por una formación práctica que vaya más allá del protocolo teórico y que sirva a los policías para autoprotegerse ante esta problemática.

Atención psicológica al servicio de los agentes

«Lo primero que se tiene que entender es que la crisis suicida es un estado temporal en el cual podemos intervenir para reconducir la situación. Conseguir que sea la misma persona afectada quién desista es el gran reto», señala Andrés Cuartero, jefe de Psicología del SEM. Esta consigna se aplica de manera diaria en los casos de tentativa de suicidio que atienen los profesionales de emergencias, pero también de forma indirecta en los cuerpos de la Urbana y de los Bombers, que cuentan con un protocolo interno específico para prevenir conductas de riesgo entre los mismos efectivos.

Desde el Departamento de Prevención de Riesgos Laborales de ambos cuerpos ya hace cerca de 12 años que trabajan de la mano de el Instituto de Neuropsiquiatria y Adicciones (INAD) del Parc de Saluy Mar en unos programas de atención psicológica dirigidos a los agentes. Este servicio es voluntario y confidencial -los mandos pueden derivar los efectivos, pero no obligarlos a recibir el acompañamiento- e incluye diferentes planes de reinserción progresiva para las personas que lleven meses de baja por varias causas. Según los datos facilitados por los responsables de estos programas, en estos años se han hecho cerca de 11.700 visitas y se ha atendido más de 700 agentes, una cifra que corresponde aproximadamente al 15% del total de integrantes de las plantillas de la Urbana y los Bombers sumadas.

Un protocolo interno específico para prevenir el suicidio

En paralelo, la Guardia Urbana puso en marcha en 2019 un protocolo específico de prevención del suicidio con el objetivo de facilitar la detección de conductas de riesgo entre los policías que puedan inducir a esta práctica. Este planteamiento prevé tres tipos de actuaciones diferentes en función de la gravedad de la situación. En los casos leves, el afectado es derivado a los profesionales de Riesgos Laborales para ser evaluado y recibir una atención personalizada que permita hacer seguimiento de su estado. En situaciones con un riesgo moderado, los mandos proceden a retirar el arma de fuego del efectivo como medida preventiva y a la espera de una evaluación del equipo del INAD que determine si el policía en cuestión está en condiciones de continuar con su actividad dentro del cuerpo. En cuanto a los casos graves, el agente es derivado en un centro sanitario de la ciudad para recibir atención psicológica de urgencia.

«En la Guardia Urbana tenemos un sistema que funciona desde la detección inicial hasta el acompañamiento posterior», defiende Jose Rojas, sargento del cuerpo policial barcelonés. Rojas considera que la Urbana cuenta con los mecanismos necesarios para poder detectar de manera precoz estas conductas de riesgo, pero insiste que hay que ir mejorando los protocolos para hacerlos todavía más efectivos y generar este clima de confianza que permita que los mismos agentes puedan solicitar ayuda en caso de necesitarla.

La autoprotección, la vía más efectiva

Esta, precisamente, es la principal clave del éxito de un programa de prevención del suicidio: qué los agentes tengan la capacidad y el entorno seguro donde poder manifestar como se sienten. «Cualquier actuación puede generar un estrés postraumático. Muchos casos no llegarán nunca a saberse si el agente no pide ayuda. Las vías de intervención funcionan, pero los agentes tenemos que tomar conciencia que nos tenemos que proteger. El autoprotección es la primera vía de protección«, asegura Lluís López. Este miembro del cuerpo de Bombers de Barcelona ya hace dos años que comenzó un proyecto de formaciones en la prevención del suicidio entre la plantilla del cuerpo barcelonés. La buena acogida de esta iniciativa ha llevado los responsables tanto de la Urbana como otros equipos de emergencias a interesarse por este tipo de sesiones con el objetivo de incorporarlas a la formación de los efectivos.

Dos agentes y un actor participan en una sesión práctica de prevención del suicidio / A.R.
Dos agentes y un actor participan en una sesión práctica de prevención del suicidio / A.R.

Los talleres que impulsa López destacan principalmente por la apuesta por una formación más práctica aplicada en el día a día de los agentes. En estas sesiones -que cuentan con la colaboración de actores- se representan posibles situaciones de riesgo en las cuales se pueden encontrar los miembros del cuerpo y se debate sobre cómo tiene que ser la actuación, el protocolo a seguir y como se han sentido tanto los voluntarios que participan como los compañeros que asisten de público. De hecho, en la jornada celebrada este martes, se ha escenificado uno de estos episodios hipotéticos donde un hombre se disponía a precipitarse desde una terraza mientras dos agentes de la Urbana probaban de disuadirlo.

Según explica López, el objetivo de todo es conseguir familiarizar los efectivos con situaciones de riesgo como estas en un entorno seguro no solo para conseguir un mejor abordament de estos casos, sino también por preparar emocionalmente los agentes para un episodio de estrés como este. De la mano de Eloy Ariza, responsable de formación del Sindicato de Policías Local de Cataluña de la UGT y uno de los impulsores de la jornada, este bombero barcelonés está probando de convencer las autoridades para incluir este tipo de prácticas en la formación reglamentaria de los diferentes cuerpos policiales y de emergencias. Esto facilitaría romper el tabú que existe con estas conductas y ayudaría a unificar el protocolo de actuación ante un caso de tentativa de suicidio, que actualmente se basa solo en un criterio de accesibilidad: el primero que llega o quien puede tener más contacto con el afectado es quien realiza esta mediación, independiente de los conocimientos o de la formación especifica que tenga en el tema.

Una palabra que no mata

Iniciativas como esta, pues, quieren ser un pequeño por para avanzar en la cruzada que entidades como Después del suicidio-asociación de supervivientes (DSAS) hace años que encabezan con el fin de desvanecer el misticismo y desconocimiento que parece rodear esta problemática. «La palabra suicidio no mata, pero el silencio sí. No tiene que dar miedo preguntar si alguien ha pensado a hacerlo. Esta es la pregunta más difícil, pero también es la herramienta más potente que tenemos», afirma Cecilia Borras, presidenta y fundadora de la asociación. La pelota para romper este tabú alrededor del suicidio parece estar ahora en manos de las administraciones.

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