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El nombre olvidado de la Ruina, la joya más enigmática de la Bonanova

Las paredes de ladrillos de hormigón gris tapian todas las entradas. Dos grandes pintadas de un gato fumando con pipa y de una espécie de Joker flanquean la pared lateral que da a la calle de Sant Joan de la Salle. Debajo del gran ventanal central que preside la fachada principal del edificio, todavía se puede leer un nombre: la Ruina. Este es el aspecto que presenta actualmente esta finca ubicada a solo unos pasos de la plaza de la Bonanova y que fue desalojada junto con el bloque contiguo conocido como el Kubo el pasado 30 de noviembre después de cerca de seis años ocupados.

El edificio propiedad de la Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb) hacía años que estaba abandonado. Su degradación exterior era palpable y su ubicación privilegiada en uno de los puntos neurálgicos del distrito de Sarriá-Sant Gervasi le hacía objeto de las miradas del vecindario, que durante casi dos décadas ha convivido prácticamente de espaldas a esta parte de la plaza. La reactivación del proceso de desahucio de las dos fincas con la pasada campaña electoral y la culminación del lanzamiento -gracias a un espectacular dispositivo de los Mossos d’Esquadra- ha hecho reavivar el interés por la historia de este conjunto, que ahora parece abocarse inexorablemente al derribo.

Así como el Kubo no destaca especialmente por su belleza y complejidad arquitectónica, la Ruina sí que ha despertado la curiosidad de varios historiadores, vecinos y forofos que han querido sumergirse en los archivos para encontrar los orígenes de este inmueble. La memoria histórica nos permite ubicar en el edificio la residencia temporal de la escritora Mercè Rodoreda a finales de los años sesenta, cuando la finca era propiedad de su hijo, Jordi Gurguí y Rodoreda, que después de la muerte de su padre y exmarido de la autora la convirtió en la Flipper, una pequeña guardería que estuvo en funcionamiento durante los setenta. Pocos conocen, sin embargo, que la trayectoria del edificio se remonta prácticamente hasta finales del siglo XIX y que está estrechamente ligada a una familia: los Ódena.

La escritora Mercè Rodoreda fotografiada en el edificio ahora conocido como la Ruina en 1969
La escritora Mercè Rodoreda fotografiada en el edificio ahora conocido como la Ruina en 1969 / Cedida

Informe fantasma y primeras indagaciones

La encargada de tirar del hilo de este pasado olvidado de la Ruina ha sido la historiadora del arte Bale Artigas. Esta vecina de la zona y autora del blog Criticart todavía recuerda cuando, después de salir de la escuela, se reunían con los amigos en el establecimiento de comida rápida que durante un tiempo ocupó los bajos de este edificio antes de pasar a manos de la Sareb. Esta vinculación personal con la finca hizo que la mujer se empezara a interesar por su historia el pasado mes de mayo, cuando la campaña electoral puso el desalojo de los dos bloques en la primera plana informativa.

«Cuando leí que querían derribarlos, pensé que era el momento de continuar investigando. Tenemos que saber al menos qué estamos echando abajo antes de hacerlo», asegura Artigas, firme defensora de la preservación del patrimonio. La historiadora del arte ha removido los documentos guardados en el Archivo Municipal del Distrito de Sarriá-Sant Gervasi en busca del proyecto de obras de la casa sin éxito. Este informe y el nombre del arquitecto encargado de los trabajos no aparecen en ninguna parte, pero sí que hay constancia de toda una serie de reformas posteriores tanto en el edificio como en las fincas contiguas que permiten situar en el tiempo la construcción de la finca ahora en riesgo de derribo.

Herencia desmenuzada entre descendientes

La primera pista que nos lleva a la familia Ódena es un documento que fecha del 8 de mayo del 1861. El escrito en cuestión lo firma Joaquim Ódena, quien pide permiso para levantar una pequeña pared de cuatro palmos de altura para separar su terreno de la carretera. Entonces, la calle de Sant Joan de la Salle todavía no existía y la finca estaba ubicada en el número 4 de la calle de Arrabal. Joaquim compartía la titularidad del espacio con su hermano Josep Oriol, como queda reflejado en documentación posterior. Ambos habrían heredado la finca después de la muerte de sus padres, el matrimonio formado por Josep Maria Ódena y Josefa Mozes.

Esta familia barcelonesa adinerada vivía en el centro de la ciudad y tenía en esta zona a las alturas -en aquella época Sant Gervasi de Cassoles era un pueblo independiente- su residencia de veraneo. Varios documentos de finales del siglo XIX recuperados por Artigas permiten acotar los límites de la propiedad de los Ódena, que consistía en una casa rodeada de una gran cantidad de tierras. Con el traspaso de los patriarcas, los terrenos se reparten entre los descendentes y acaban dividiéndose en solares más pequeños con las diversas expropiaciones que se llevaron a cabo a principios del siglo XX para abrir diferentes calles y urbanizar esta parte de la Bonanova. Esto provocó un baile de números con las direcciones que ha complicado la investigación para identificar cada una de las fincas.

Una fotografía de principios del segele XX donde se puede ver una parte de la plaza de la Bonanova con la Ruina ya de pie / Cedida
Una fotografía de principios del siglo XX donde se puede ver una parte de la plaza de la Bonanova con la Ruina ya de pie / Cedida

Fue precisamente en estos primeros años del nuevo centeno cuando se construyó el edificio ahora conocido como la Ruina. Establecer la fecha exacta hoy por hoy es imposible, pero la información recavada y las fotografías antiguas de la época conservadas nos permiten prácticamente afirmar que se trata de un inmueble centenario. En cuanto a la propiedad, el rastro nos lleva hasta los descendentes del matrimonio entre la hija pequeña de los Ódena Mozes, Felipa, y Joaquim Fochs. El hijo grande de esta pareja aparece como responsable de los terrenos desde el 1907 y al menos hasta el 1927, de forma que podríamos bautizar el inmueble como Casa Ódena Fochs.

Un rastro todavía lleno de vacíos

A partir de los años treinta es donde se pierde completamente el rastro de los propietarios. Hay un vacío de casi tres décadas hasta el 1956, cuando aparece como titular de la finca en cuestión Elena Fochs Guzmán. A pesar de que no hay ninguna referencia sobre la venta del edificio, sabemos que el exmarido de Rodoreda, Joan Gurguí y Guardia, la adquirió en algún momento de los sesenta y vivió hasta su muerte en 1966.

El poco margen entre estas dos fechas hace sospechar que la expareja de la escritora compró la casa directamente a la hasta entonces propietaria o a sus descendientes directos. En este punto de la historia, la trayectoria de la finca se esclarece gracias al periodo en el cual albergó la guardería -casi hasta los ochenta- y después cuando pasó a manos de Antoni Castilla Rocaspana, que convirtió el inmueble primero en una sede de la Caixa Catalonia de Crédito y después en un establecimiento de comida rápida. Esta es la última actividad conocida en la Casa Ódena Fochs antes de pasar a manos de la Sareb y de convertirse propiamente en la Ruina.

El edificio ahora conocido como la Ruina a finales del siglo XX cuando ahora una sede de la Caixa Catalonia de Crédito / Cedida
El edificio ahora conocido como la Ruina a finales del siglo XX cuando ahora una sede de la Caixa Catalonia de Crédito / Cedida

Debate abierto sobre el futuro

A pesar del estado actual de degradación del edificio, Artigas tiene claro que esta finca se tendría que preservar por su trayectoria centenaria y porque forma parte del paisaje histórico de la plaza de la Bonanova. «La casa ha estado toda la vida allí. El estilo me recuerda al novecentismo, pero está claro que los constructores no buscaban hacer una casa señorial, sino más bien recuperar el aspecto de masía que podría haber tenido inicialmente», señala la historiadora del arte, que la ve como uno de los últimos vestigios del pasado de esta parte del barrio.

En este sentido, desde la Asociación de Vecinos de Sant Gervasi de Cassoles defienden que el espacio que ahora ocupan tanto la Ruina como el Kubo se tendría que destinar a la instalación de un futuro Centro de Atención Primaria (CAP). «Hace años que reivindicamos que estos edificios se tienen que convertir en equipamientos para el barrio. Aquí no tenemos un CAP y en la zona no hay prácticamente más lugares donde se pueda ubicar», explica Josep Maria López i Ciré, presidente de la agrupación vecinal.

Dispositivo para desalojar las casas ocupadas del Kubo y la Ruina en la Bonanova / ACN

El consistorio por ahora se ha limitado a manifestar la voluntad demoler los dos edificios y a constatar que los terrenos son de propiedad privada y que la calificación urbanística actual no permite hacer equipamientos. La negativa municipal, sin embargo, no parece suficiente para frenar las aspiraciones de los vecinos. «Es verdad que a veces cuesta más arreglar un edificio que hacerlo de nuevo, pero no entraremos en si se tienen que derribar o no. Nosotros continuaremos picando piedra para conseguir que el Ayuntamiento compre los terrenos», sentencia López.

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