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La cronificación del problema del amianto en la montaña «enferma»

El pasado barraquista del Turó de la Rovira todavía vive en testimonios como el de Carmen Férez. Esta mujer de 85 años es una de las pocas supervivientes de aquel antiguo núcleo de precarias casetas que durante la segunda mitad del siglo XX ocupó buena parte de esta escarpada zona del Carmel con vistas privilegiadas. La ofensiva municipal a principios de la década de los noventa acabó con los diferentes asentamientos que todavía resistían en la ciudad, pero dejó colateralmente un mal endémico que continúa arrastrándose más de treinta años después.

Los restos del fibrocemento que un día conformaron los tejados y paredes de estas barracas quedaron dispersados por la montaña. Nadie se preocupó de recoger estos fragmentos, que pasaron a formar parte del paisaje de los alrededores de las antiguas baterías antiaéreas. Los vecinos y visitantes convivieron durante tres décadas sin hacer ruido con toneladas de amianto diseminadas y completamente a merced de las inclemencias climáticas, hecho que facilita que se desmenucen y se liberen las microfibras potencialmente cancerígenas.

El azar, sin embargo, hizo que esta situación empezara a cambiar en el año 2017, dos años después la apertura al público de las tres salas rehabilitadas de las viejas instalaciones militares con visita de las autoridades del momento incluida. El detonante que hizo saltar la liebre fue una visita que los jubilados de la compañía Macosa-Alstom hicieron a las baterías. Los antiguos empleados de esta histórica empresa metalúrgica del Poblenou trabajaron durante décadas con amianto, de forma que no solo sabían cómo reconocer placas de uralita a simple vista, sino que también estaban plenamente concienciados de los efectos nocivos de este material, un asesino silencioso que ya se ha cobrado la vida de unos treinta compañeros. El panorama que encontraron solo empezar el camino que lleva en los mal llamados búnkeres del Carmel les dejó de piedra.

Vista aérea del antiguo núcleo de barracas del Cerro de la Rovira en ochenta / Ayuntamiento de Barcelona
Vista aérea del antiguo núcleo de barracas del Cerro de la Rovira en ochenta / Ayuntamiento de Barcelona

Concienciación y primeras limpiezas

«La visita se hizo sin ningún tipo de pretensión, como una actividad más de las que hacemos con los jubilados, pero solo empezar a subir nos encontramos varios trozos de uralita de una dimensión considerable y altamente cancerígenos», explica Miguel Moreno, uno de los extrabajadores que participó en este descubrimiento. Ante el peligro del hallazgo, el grupo decidió coger un fragmento de muestra y denunciar el caso a la Guardia Urbana. Pocos días después recibieron una notificación donde se aseguraba que el problema ya estaba resuelto. Nada más lejos de la realidad. Una segunda inspección de los exempleaos sirvió para comprobar que los restos todavía seguían allá y reveló la verdadera magnitud del caso: prácticamente toda la montaña estaba «enferma».

Con este preocupante escenario, los jubilados de Macosa-Alstom buscaron tejer confianzas con algunas entidades de la zona para alertarlas del peligro que suponía el alta presencia de este material contaminante. Es aquí donde entra en juego la Plataforma Can Baró, la agrupación que cogió el relevo de la desaparecida asociación vecinal de este pequeño barrio a los pies de los búnkeres. «El primer paso fue concienciarnos que se trataba de una cuestión de salud pública. No podíamos comprometer de este modo las generaciones futuras», asegura José Ramón Carme, portavoz de la entidad. Este bombero jubilado asumió el liderazgo de una comisión específica que desde entonces y de la mano de la Federación de Asociaciones Vecinales de Barcelona (FAVB) ha velado por la limpieza y descontaminación del Turó de la Rovira.

Algunas de las piezas de fibrocemento que han aflorado recientemente en el Cerro de la Rovira / Consejo Vecinal del Cerro de la Rovira
Algunas de las piezas de fibrocemento que han aflorado recientemente en el Cerro de la Rovira / Consejo Vecinal del Cerro de la Rovira

La presión de vecinos y entidades ha hecho que desde el 2017 se hayan realizado casi una decena de actuaciones que han permitido la retirada de varias toneladas de fibrocemento y de tierras con presencia de microfibras de amianto. Según la información facilitada por el consistorio, solo en el último mandato se destinaron cerca de 256.000 euros en trabajos de limpieza y recogida de fragmentos de uralita. Una de las iniciativas más importantes tuvo lugar en 2019, cuando se consiguieron retirar unos 220 kilogramos de residuos. Desde entonces, el consistorio ha impulsado hasta tres operaciones más para probar de erradicar la presencia de este material contaminante en la montaña.

Nuevos afloramientos por posible mala praxis

Aun así, las actuaciones municipales no están dando los frutos esperados y los hallazgos de piezas de fibrocemento no dejan de repetirse. Uno de los últimos ejemplos precisamente salió a la luz la semana pasada, cuando un grupo de vecinos del entorno de las antiguas baterías antiaéreas denunció que las obras de las vallas que delimitan el acceso a los búnkeres del Carmel han puesto a cuerpo descubierto una «cantidad inadmisible» de restos de amianto. El TOT Barcelona ha tenido acceso a una compilación de casi unas ochenta fotografías donde se puede comprobar como en diferentes puntos del recorrido de este cierre han aparecido restos de uralita en algunos casos de la medida de una teja.

Este descubrimiento es especialmente relevante porque la empresa que se encargó de las obras tenía un protocolo establecido por contrato que indicaba como actuar en caso de la más que probable aparición de amianto. En concreto, los operarios tenían que proceder a encapsular el material encontrado, sellándolo con un producto que evitara su posible dispersión como puede ser lo sauló. Según denuncian los vecinos, esta hoja de ruta no se habría aplicado en los diferentes puntos donde ha aflorado fibrocemento, ya sea por el movimiento de tierras o por el paso de los visitantes que ahora buscan alternatives para poder disfrutar de las vistas después del cierre de los búnkeres a partir de las siete y media de la tarde.

Algunas de las piezas de fibrocemento que han aflorado recientemente en el Cerro de la Rovira / Consejo Vecinal del Cerro de la Rovira
Algunas de las piezas de fibrocemento que han aflorado recientemente en el Cerro de la Rovira / Consejo Vecinal del Cerro de la Rovira

Fuentes municipales consultadas por el TOT Barcelona no han querido pronunciarse sobre la posibilidad de exigir responsabilidades a la empresa encargada de la instalación de la valla por el descubrimiento de estos fragmentos de uralita, pero sí que aseguren que los técnicos del distrito se reunirán en las próximas semanas por estudiar qué medidas se pueden tomar para actuar como «más bien posible» sobre las zonas afectadas.

Como luchar contra el amianto incrustado

Polémicas a banda, tanto Moreno como Carme tienen claro que la problemática que sufre el Turó de la Rovira es endémica y que no se solucionará por muchas limpiezas que se realicen. «Siempre se ha dicho que es imposible eliminar la uralita porque está incrustada en la montaña. Cada vez que llueve, vuelve a aflorar. Aquí es necesario cerrar el espacio y hacer un saneamiento en condiciones porque bajo la superficie todavía queda amianto», señala el portavoz de los jubilados de Macosa-Alstom, que considera que solo hay que localizar los antiguos núcleos de barracas para delimitar las zonas donde se puede encontrar este material contaminante. De hecho, la Comisión contra el amianto de la FAVB tiene identificados hasta trece lugares de la ciudad donde existían durante el siglo XX barrios de barracas y dónde todavía hoy en día se podrían encontrar restos de fibrocemento.

Uno de las viviendas del antiguo núcleo de barracas del Cerro de la Rovira en ochenta / Ayuntamiento de Barcelona
Uno de las viviendas del antiguo núcleo de barracas del Cerro de la Rovira en ochenta / Ayuntamiento de Barcelona

Desde la Plataforma Can Baró consideran que el polémico proyecto del parque de los Tres Cerros podría ser una buena oportunidad para aportar una solución definitiva al afloramiento de la uralita. La iniciativa -que pretende conformar gran parque verde de 123 hectáreas uniendo los cerros de la Creueta del Coll, la Rovira y el Carmel– permitiría proceder a la reforestación completa de la zona afectada, erradicando de raíz la problemática. Aun así, el planeamiento prevé el expropiación y escombro de casi 300 viviendas, un escollo que divide el vecindario y que hasta ahora ha evitado que el proyecto salga adelante.

Sea como fuere, Moreno tiene claro que la administración tiene que cambiar la perspectiva desde la cual se está abordando esta cuestión. «El dinero invertido hasta ahora han servido para hacer más pequeño el problema, pero no para eliminarlo. Las autoridades saben que el amianto es cancerígeno y que se podría erradicar porque está localizado. Al final, todo es una cuestión de voluntad política«, sentencia.

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