Isabel Devant no conoce vida sin la papelería Hija de J. Batlle Horta. Sus inicios en este comercio se remontan a cuando era un bebé y su madre la ponía dentro de una caja de madera que colocaba en el escaparate para que tomara el sol. Esta atípica imagen daba pie a algunas bromas. “Parecía el niño Jesús, y mi madre decía a los peatones que en este comercio se vendían niños”, explica al TOT Isabel. A partir de entonces, empezó el principio de su vida en esta papelería, donde de pequeña fue casi cada día después de la escuela.
Hija de J. Batlle Horta es un establecimiento con más de 100 años de historia que se encuentra al número 48 de la via Laietana. Devant es la quinta generación que está al frente y, a sus 61 años, ha decidido jubilarse. Sus hijos, explica, no quieren continuar con el negocio, lo cual no le deja más opción que poner punto final a la historia de la papelería y alquilar el local. Este cierre anunciado se percibe ya antes de entrar al establecimiento. En el escaparate hay varios carteles donde aparece escrito «50% de liquidación por jubilación», acompañados de diferentes productos, desde algunos típicos de papelería hasta figuritas de Navidad, como muñecos de nieve o pequeños Papa Noels.
No a los comercios turísticos
Devant no quiere que cualquier negocio ocupe el lugar de Hija de J. Batlle Horta. Han contactado con ella personas interesadas a abrir colmados 24 horas, una casa de cambio y tiendas de CBD y de souvenirs. Rechazó la oferta de todos, y pidió a la inmobiliaria con quien trabaja que no alquilara el local a ninguna persona que quisiera hacer negocio turístico. “En este punto de la via Laietana hay vecinos de toda la vida, no permitiré que abren un negocio turístico que destroce más el barrio. Si puedo contribuir a mantener, en lo posible, su esencia, me gustaría hacerlo”, afirma desde el mostrador de la tienda que, en principio, cerrará el próximo 30 de junio.
Las palabras de Devant se materializan en la fisionomía de la via Laietana y los comercios de su alrededor. Hija de J. Batlle Horta es un pequeño oasis en medio de una zona donde casi todos los comercios están orientados al turismo o se dedican a la restauración: un supermercado Carrefour, una panadería de la cadena 365, la hamburguesería La Central, lo SK Café, el Restaurante Luigi y la Rosa Negra, entre otras. Por delante, pasan constantes riadas de barceloneses y turistas que utilitzan la Laietana como vía de paso. Algunos aprovechan el trayecto para hacerse 

Esta descripción es más que una postal del centro de Barcelona. Es también un pequeño retrato del comercio de una zona que se encuentra justamente en la frontera entre el barrio Gòtic y el de Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera, y para Devant, “está muy mal”. “No se han puesto fáciles las cosas a los comercios tradicionales y se ha premiado los negocios turísticos y facilidad las licencias por este tipo de negocios”, lamenta. Sin embargo, ella no ha vivido nunca del turismo. De hecho, asegura que los turistas representan solo el 5% de sus clientes. La mayoría son vecinos de toda la vida o del área metropolitana que aprovechan la visita en Barcelona para comprar. Esta realidad se ve perfectamente con la visita espontánea de una clienta. Ha venido a llevarle la página de un diario en papel donde se habla del cierre de la papelería. Devant le dice que ya tiene el artículo, pero que esperaba su visita para dárselo una pila de libretas que había guardado para ella.
Testigo de la historia de Barcelona
La familia de Devant abrió este negocio, antes orientado a la fabricación de libros de cálculo, el 1917. Lo hizo exactamente en este punto de la via Laietana, y esto le ha hecho ser testigo de una parte importante de la historia de Barcelona, de momentos muy oscuros y otros de reivindicativos. Uno de ellos se produjo cuando una bomba de la Guerra Civil cayó en la via Laietana y, en vez de explotar, entró a la tienda y se quedó clavada a una viga. Su tío estaba dentro, pero por suerte, no explotó. Otro tiene como escenario la jefatura de la Policía Nacional, de donde su familia había visto en los años setenta como «entraban personas esposadas y salían en ambulancia». Más tarde, en los noventa, la misma Devant vivió el desahucio del mítico cine Princesa, que después de 20 años abandonado acabó ocupado. Un día que se quedó hasta tarde en la tienda, no podía marchar a casa porque toda la via Laietana estaba delimitada por un cordón policial. Los antidisturbios la tuvieron que acompañar al coche.
Más recientes son las manifestaciones que sacudieron Barcelona el octubre del 2019 con motivo de la sentencia del Tribunal Supremo contra los líderes independentistas del 1-O. Devant recuerda como venían a la tienda periodistas y fotógrafos a cargar los ordenadores y algunos manifestantes a comprarle folios. “Hacían aviones de papel para tirarlos a los agentes de la jefatura de la Policía Nacional”, señala con una sonrisa que denota el orgullo de haber sido parte del pasado reivindicativo de Barcelona.

Antes de estos recuerdos, pero, hay el primero de todos los que Devant conserva de la papelería. Cuando tenía solo cuatro años, todos los trabajadores cayeron enfermos de gripe. Estaban a las puertas de Navidad, y por tanto su madre y ella, las únicas que no se pusieron enfermas, no podían dejar de trabajar. Las dos hicieron lo que pudieron. «Mi madre me puso sobro de un taburete, y mientras ella despachaba los clientes, yo envolvía los regalos», señala.
Todo esto, hace que la papelería sea para Devant uno de los lugares más importantes del mundo, y, por tanto, la despedida para la cual se prepara es de aquellas que hacen daño. “Siento melancolía porque he pasado toda la vida aquí. Dejo muchos recuerdos y personas que conocí aquí”, dice asegurándose, pero, que se marcha con la satisfacción de haber hecho un buen trabajo. “El hecho que el vecindario haya venido a despedirse me lo hace saber”, sentencia.



