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El Gòtic desconfía que las medidas de control de grupos turísticos funcionen

Tres grandes grupos de estudiantes extranjeros se encuentran en la Rambla, en la altura del Mercat de la Boqueria. Impiden el paso a los peatones que se encuentran en la zona por ocio o porque van a trabajar. Los tres grupos son de más de 20 personas. Esta situación no es nueva ni, todavía menos, sorprendente. Para los barceloneses es habitual moverse por Ciutat Vella esquivando turistas y, a veces incluso evitando pisar algunos espacios. Pero la situación, en principio, tendría que haber mejorado con el nuevo decreto impulsado por el Ayuntamiento, que tiene el objetivo de controlar los grupos turísticos y reducir la masificación turística en este distrito. 

La normativa, que entró en vigor el 1 de marzo, establece que los grupos de turistas que vayan acompañados de guías no pueden estar conformados por más de 20 personas. No respetar la directriz podría suponer sanciones de entre 1.500 y 3.000 euros.

«Un parche»

Ahora bien, para los vecinos del Gótico esta medida está lejos de ser una solución. Un integrante de la Asociación de Vecinos del Gótico, Martí Cusó, la cataloga al TOT Barcelona de “parche”. Es muy difícil, dice, conseguir que se cumpla y, además, no hará que menos personas visiten el barrio donde vive. Defiende que vendrá la misma cantidad de gente, pero que en vez de moverse en un grupo de 40 lo harán, por ejemplo, en dos de 20. “Es como una medida paliativa: no cura, pero quizás puede hacer que el sufrimiento sea más fácil de llevar”, indica. 

El mercado de La Boqueria, una de las principales atracciones turísticas de Ciutat Vella / Alba Losada
El Mercado de la Boqueria, una de las principales atracciones turísticas de Ciutat Vella / Alba Losada

Otra dificultad que tiene esta iniciativa para ser eficaz, según Cusó, es el papel que puede jugar la Guardia Urbana. “Tenemos la sensación que no hará el trabajo. Tenemos dudas reales que se aplique la normativa”. La sensación es similar para la Macarena Bergada, presidenta de la Associació de Guies de Turisme Habilitats per la Generalitat de Catalunya per un Turisme Responsable y de Qualitat (AGUICAT). Afirma al TOT que ninguno de los compañeros con los que ha hablado del tema ha visto agentes cívicos ni agentes de la Guardia Urbana controlando la situación. Al sector, asegura, le gustaría que el turismo de Barcelona fuera más sostenible y que la vida del vecindario y el turismo pudieran convivir mejor. “Nosotros también sufrimos la masificación. También nos repercute estar trabajando en un lugar donde hay mucha gente. Los Free Tours, por ejemplo, no ayudan”, indica. 

No hay que llegar a los niveles de turismo de Semana Santa o del mes de agosto para palpar todo el que tiene que cambiar en Barcelona para que su modelo turístico sea más sostenible. En un día entre semana de mes de marzo cualquiera se ven grupos de turistas al Mercat de la Boqueria, en las calles de Santa Llúcia, del Pont del Bisbe y de Ferran; las plazas Reial, del Rei y Sant Jaume; y a las puertas de la Catedral de Barcelona, entre otras. En este último punto hay cuatro grupos al mismo tiempo mientras una mujer pide limosna. 

Los encotxaments de los autobuses, otro problema

Sobre esta masificación del espacio también tiene algo a decir Bergada. Tal como recuerda, el nuevo decreto de control no plantea ningún cambio sobre el espacio donde tienen que aparcar los autobuses que llevan turistas que quieren visitar el centro de la ciudad. El punto establecido es la Oficina de Correos del Gótico, lo cual aporta más tráfico de personas en Ciutat Vella. “Si quieren ir a la Casa Batlló tienen que cruzar parte del Gòtic y la Rambla. No tiene sentido”. En esta línea, también señala los otros buses turísticos, los que tienen el techo descapotable y ofrecen rutas por la ciudad sin moverse del asiento. “Los pasajeros ocupan las aceras. Colapsan Barcelona”.

Otra medida que establece el nuevo decreto es limitar el número de grupos que pueden estar al mismo tiempo en ciertos puntos de Barcelona. Por ejemplo, en las plazas de Sant Jaume y Reial no puede haber más de ocho, en la del Rei más de cinco, en el Fossar de les Moreres más de tres y en la plaza de San Felip Neri más de dos. Para Bergada esta medida tampoco tiene la capacidad de descongestionar Ciutat Vella. “Si cuando se llega al máximo de grupos, los grupos que llegan tienen que esperar en la entrada por después pasar, se acumulará gente en esta parte», avisa. 

Un grupo de estudiantes extranjeros a las puertas de la Catedral de Barcelona / Alba Losada
Un grupo de estudiantes extranjeros a las puertas de la Catedral de Barcelona / Alba Losada

Una opinión similar es compartida por Martí Cusó, que defiende que para que la medida sea realmente efectiva tendría que ir acompañada de políticas de decrecimiento turístico y de cambiar el modelo de ciudad para que no dependa tanto del turismo. “No podemos repetir las cifras del 2019. Tenemos que equilibrar la economía”. En caso contrario, los vecinos de Ciutat Vella continuarán sufriendo las consecuencias que el turismo sin control puede suponer. Más allá de la masificación del espacio público, hay otros menos tangibles, como la subida del precio de los alimentos y de los alquileres que no dejan de expulsar vecinos de los cuatro barrios de Ciutat Vella y de otros de la ciudad. “Barcelona no puede ser un parque temático”, recalca.

Hay pocos espacios del barrio Gòtic que escapen de las palabras de Cusó. Uno de ellos es como un oasis en medio de la ciudad: el Temple d’August. Está conformado por las cuatro columnas de este templo que han sobrevivido a sus más de 2.000 años de vida. También es fácil visitar el patio medieval donde se encuentran sin compartir el espacio con mucha gente. Observar las columnas y disfrutar del placer de estar ante uno de los grandes secretos de la ciudad. 

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