Tot Barcelona | Notícies i Informació d'actualitat a Barcelona
La transición verde borra el legado de las plazas duras en Barcelona
  • ES

Jaume Collboni ya tiene su eslogan: Barcelona inicia la transición hacia un «urbanismo climático». Con esta intención, el ejecutivo socialista continúa la transformación verde iniciada los últimos años, eso sí, con matices importantes que lo distancian de Ada Colau. Su plan interviene en un total de 22,3 hectáreas, el equivalente al parque de la Ciutadella, pero no toca en exceso los vehículos. ¿Quiere decir, esto, que los Consejos de Ciento son historia? Collboni dice que no quiere «enmendar» las políticas de su antecesora, pero queda claro que prioridad socialista son los interiores de isla y los «recortes olvidados» de la ciudad. Sea como fuere, el punto y aparte urbanístico deja de manifiesto que las plazas duras, todo un icono de los años ochenta, ahora sobran. El proyecto del MACBA dibuja una plaza más ajardinada y el de la plaza de los Países Catalanes, delante la estación de Sants, incorpora verde allá donde puede. Son dos ejemplos, quizás los más relevantes, del cambio que los últimos consistorios proponen para la Barcelona del futuro.

La Barcelona de los años ochenta se entiende en un contexto de pobreza general. El país sale de la dictadura con la ilusión renovada y ganas de cambio, pero muy tocado económicamente. El engranaje fiscal todavía no es perfecto y las instituciones se tienen que modernizar. El Ayuntamiento de la época tiene un reto importante. Tiene que transformar, sin mucho dinero, la grisura del franquismo en espacios públicos abiertos, de calidad, en el centro y en la periferia. Es el nacimiento de las plazas duras. Cuando menos, el inicio de la época gloriosa. «Lo que hace el Ayuntamiento es optimizar al máximo los recursos urbanos. Se afrontó el cambio con un urbanismo que fuera fácil de limpiar, con sistemas de mantenimiento simples», explica en conversación con el TOT Barcelona lo decano del Colegio de Arquitectos, Guillem Costa. El arquitecto explica que el estilo ‘plaza dura’ es más caro de entrada, pero más rentable a largo plazo. «Hacer plazas arboladas supone una inversión menor desde el punto de vista de la construcción, pero el mantenimiento –riego, poda de árboles, sanidad vegetal…– sale mucho más caro», detalla Costa.

Vista aérea de la Estación de Sants. Plaza de los Países Catalanes AYUNTAMIENTO DE BARCELONA
Vista aérea de la estación de Sants. Plaza de los Países Catalanes | Ayuntamiento

La voz del antropólogo urbano y profesor de la UAB José Mansilla da la razón a Guillem. Las plazas del ochenta «no eran agradables» porque estaban pensadas «para cruzarlas». Así no se ensucian. En todo caso, son todo un icono de modernez. La plaza de los Países Catalanes –que diseñaron los estudiantes de Oriol Bohigas, más conocido por la Barcelona olímpica que por la transformación democrática– ha recibido incluso premios de arquitectura. Mansilla la pone de ejemplo: «Es una plaza limpia, barata y que deja una visión abierta de la estación. La gente que sale ve un espacio abierto, grande y guapo. Pero es imposible quedarse». En el caso del MACBA, el antropólogo señala que el Ayuntamiento quiso aprovechar un espacio bastante diáfano para atraer «actividades del arte moderno europeo» y así influir sobre el Raval, «que era un punto conflictivo».

Transformar el urbanismo para transformar la sociedad

En el ámbito de la antropología, este intento de influir en los hábitos de la gente mediante el urbanismo se llama ‘gentrificación homeopática‘. Con transformaciones simples del tejido urbano se interviene en los comportamientos sociales de la ciudadanía. «Ahora la ciudad se entiende de forma diferente. Sobre todo hay un cambio en el concepto de movilidad«, explica Mansilla, que ve en los ejes verdes el ejemplo más claro. «Ya no es una ciudad pensada para la circulación, ahora se quiere ‘pacificar’ y contribuir a este control del cambio climático».

Mansilla también cree que las nuevas tendencias buscan «fomentar dinámicas de participación en el barrio», pero duda de su eficacia. «En Sants, el Guinardó o la Verneda la gente siempre ha salido a hablar en la plaza, pero es en cierto punto naif intentar que estos comportamientos se implanten en el Eixample, que nunca ha tenido este talante», dice el profesor. Por último, pone de manifiesto «la realidad oculta» de algunos cambios recientes, como por ejemplo un intento de «expulsar» los skaters o ciertas personas sin hogares de espacios clave como el MACBA o la estación de Sants.

Skaters en la plaza de Àngels, ante el MACBA. deporte urbano ruido convivencia vecinal, ciudad vieja
Los skaters hacen uso de estas plazas y los últimos años están en el punto de mira | Jordi Play

La presión del cambio climático

La intencionalidad política de los cambios urbanísticos es compatible con la necesidad de incorporar verde en la ciudad. Las plazas duras que todavía reinan Barcelona tienen una «capacidad calorífica» muy grande, detalla el geógrafo Javier Martín-Vide. «Almacenan mucho calor durante el día, se calientan, e incluso por la noche todavía están calientes. Desprenden calor y hacen las noches más calurosas», explica el profesor de la UB a este diario. «Si tocas la pared de una casa que mira hacia poniente dos horas después de la puesta de sol, encontrarás que todavía está templadita«, argumenta, dejando claro que el cemento es uno de los materiales que más calor desprende. El otro punto es la ausencia de sombra de estas plazas, sombra que sí que proporcionan los árboles. Todo ello, remarca el profesor, fomenta la llamada isla de calor, uno de los problemas más graves de las ciudades grandes. «[La plaza cimentada] favorece el exceso de calor diurno y la isla de calor nocturno. Incluso los patinadores desaparecen a ciertas horas del día, porque pueden caer fulminantes. La plaza de los Países Catalanes y la que hay detrás de la estación son terribles», remarca.

Martín-Vide es partidario de cambiarlas. Considera que Barcelona es una ciudad «extraordinariamente densa» y celebra que se esté apostando para «reverdecerla». Es más, si fuera por él, habría verde «también en las ventanas, en los balcones y en los tejados». «La Ciutadella es el parque urbano más importante, y está muy bien, pero queda un poco periférico. En todo el Eixample no hay un gran espacio verde. El Ayuntamiento contabiliza muchos, pero son pequeños. Barcelona no tiene un gran pulmón natural en el centro», dice el geógrafo, partidario de «esponjar la ciudad». «Después de regar una terraza, notas cierta frescura, porque toda evaporación comporta una pérdida de calor latente. Para combatir el exceso de calor se tiene que sustituir el suelo duro por impermeable. El agua de la lluvia o el riego quedará allá y se evaporará», cierra su explicación Martín-Vide.

La calle del Consejo de Ciento de Barcelona después de su pacificación / A.R.
La calle del Consejo de Ciento de Barcelona después de su pacificación / Anton Rosa

Ahora bien, la idiosincrasia de Barcelona dificulta esta transición en determinados puntos de la ciudad. El decano de los arquitectos, Guillem Costa, recuerda que hay espacios que esconden «estructuras de saneamiento, de electricidad o incluso vías de tren». Este último es el caso de la plaza de los Países Catalanes, donde la transformación se complica porque «no hay un palmo de suelo». De hecho, el proyecto de Sants solo plantea la plantación de árboles en los laterales. «Ya no es solo tener en cuenta el contexto de la superficie, sino también todo el que pasa por debajo», insiste el arquitecto. Dicho esto, también hay alternativas para estas zonas. Martín-Vide pone de ejemplo algunas ciudades andaluzas, más acostumbradas al sol, que ahora apuestan por «poner toldos en las calles más masificadas». Este hecho permitiría solucionar los problemas urbanísticos que plantean algunas plazas o las actuaciones que afectan patrimonio cultural «que no se puede tocar».

Nou comentari

Comparteix

Icona de pantalla completa