La unidad antidisturbios de la Guardia Urbana, en colaboración con los Mossos d’Esquadra, ha desalojado este martes por la mañana el asentamiento irregular que había en el parque de Joan Miró, en el barrio de la Nueva Izquierda del Eixample (Eixample). Una treintena de personas sin hogar llevaban tiempo instaladas allí con tiendas de campaña, lo que había provocado quejas entre algunos vecinos del barrio. Según han explicado fuentes municipales a TOT Barcelona, el dispositivo policial se ha llevado a cabo en coordinación con servicios sociales para buscar alternativas para los desalojados y con los equipos de limpieza, encargados de desmontar las tiendas y limpiar el espacio.
Trabajadores de la fundación Arrels se han acercado al parque para interesarse por el operativo y brindar apoyo a las personas que vivían allí. Una vez desalojadas las personas que dormían allí, trabajadores municipales han colocado vallas en la zona.


Hace apenas cuatro días que la síndica de greuges, Esther Giménez-Salinas, había preguntado al Ayuntamiento por el estado del parque, que llevaba tiempo causando quejas entre los vecinos más allá del asentamiento: la pérdida de espacios verdes, la falta de mantenimiento general y la ocupación prolongada de una parte del espacio con el cuartel de los Bomberos, las obras de la línea L8 de los FGC y las actuaciones sobre la red de agua freática han levantado mucha polvareda en el barrio. El campamento de las personas sin hogar, ubicado en una zona porticada cerca de la Biblioteca Joan Miró, estaba en “condiciones inadecuadas”, según la síndica, y el gobierno municipal ya había anunciado que estudiaba la mejor manera de proceder.
El parque Joan Miró, un espacio degradado y desaprovechado
La situación del asentamiento había generado polémica en el barrio. Una parte de los vecinos estaban en contra de la presencia de las personas sin hogar, pero también había parte del vecindario que denunciaba la situación en que vivían y reclamaban actuaciones para facilitarles la estancia, como la instalación de baños portátiles. Estos vecinos aseguran que la convivencia no era conflictiva, ya que muchos solo iban a pasar la noche, y se han organizado para ayudar a las personas desalojadas, que se han quedado en la calle y no tienen adónde ir. En actuaciones similares, los servicios sociales municipales suelen ofrecer un par de noches en una pensión para mitigar el impacto del desalojo.

Pau Fabregat, vecino de la calle Tamarit, ha explicado a la Agencia Catalana de Noticias (ACN) que nunca ha visto o escuchado que causaran problemas. “A nivel de suciedad no destacaría nada. Siempre los he visto súper tranquilos, no hemos tenido ningún problema de convivencia con ellos. No beben y no hemos visto drogas”. Según relata, durante el día la mayoría recogía sus pertenencias y se iba a trabajar. Muchos de los jóvenes que vivían allí son chatarreros.