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El derribo a medias que mantiene abierta la herida de las casas baratas del Bon Pastor

El número 32 de la calle de la Tallada no debería existir. Paquita Delgado vivió allí durante seis décadas y antes que ella lo hicieron sus padres y abuelos, los primeros que se instalaron cuando este conjunto de casitas se edificó en uno de los márgenes del río Besòs. La vivienda lleva más de seis años tapiada a la espera de un derribo que la pasada primavera parecía por fin desbloquearse con la entrada de las máquinas a este reducto obrero del barrio del Bon Pastor. Nada más lejos de la realidad. Medio año después, varias filas de las bautizadas como casas baratas continúan en pie pendientes de una demolición que ha quedado a medias y que está contribuyendo a degradar aún más los últimos vestigios supervivientes de esta promoción pública casi centenaria, que con los años llegó a reunir hasta 784 hogares.

Según ha podido comprobar el TOT Barcelona, una sesentena de estas construcciones resisten agrupadas en cuatro filas de entre quince y diez fincas entre las calles de Arbeca y de les Novelles. La franja que da al río Besòs -y también la que está más expuesta al escrutinio público- está completamente abandonada. La mayoría de las casitas están tapiadas y, las que no, tienen los techos derribados, lo que complica que se pueda hacer vida en el interior. Dentro de estas viviendas, se acumula todo tipo de escombros y objetos en un popurrí que hace imposible distinguir entre las pertenencias de sus antiguos inquilinos y la basura que se ha ido vertiendo a lo largo de este tiempo. «Esta es la casa donde vivía aquella señora…», comentan dos vecinas señalando una de las viviendas ahora tapiadas mientras observan este panorama desolador. En la fachada del número 41 de la calle de Arbeca aún se puede leer en dos pintadas en las paredes el leitmotiv Aquí se vive.

districte de Sant Andreu, MUHBA
El derribo a medias de las casas baratas del Bon Pastor, algunas tapiadas y otras llenas de escombros y de desechos de todo tipo | Jordi Play

Una situación completamente diferente presentan las casitas de la calle de la Tallada. Mientras que algunas como la de Delgado continúan cerradas con llave y candado, al menos cuatro de las fincas vecinas están en estos momentos ocupadas, tal como ha podido constatar este medio. Bien entrada la tarde del miércoles, un joven se comía un bocadillo parapetado en la puerta de una de estas viviendas con la mirada atenta a los transeúntes que pasaban por la zona. Otro de los nuevos inquilinos asomaba entonces la cabeza por la azotea de una de las construcciones buscando algunos elementos que le permitieran tapar los agujeros del techo para resguardarse de la lluvia intensa, que amenazaba con volver a hacer acto de presencia. En una zona un poco más resguardada de la misma calle, dos grandes bombonas de butano tiradas en el suelo, al lado de dos carros de supermercado llenos de ropa y chatarra, parecían indicar que los nuevos ocupantes del núcleo obrero son chatarreros.

Un escollo que ancla el barrio en el pasado

La presencia de estos nuevos inquilinos es uno de los motivos que han retrasado hasta ahora el derribo de las casas baratas supervivientes. La demolición -que estaba adjudicada desde mayo de 2023, pero que se remonta exactamente 20 años atrás, cuando se aprobó el plan para derribar las viviendas y realojar a los inquilinos- ha continuado a ralentí desde el verano, tal como demuestran los solares de escombros presididos por montañas de piedras que flanquean el núcleo residencial aún en pie. Sin embargo, los operarios se encuentran actualmente en un punto en el que no pueden avanzar sin tener que sortear el obstáculo que supone la ocupación de parte de estas fincas. La parálisis de las tareas de derribo contrasta con el ajetreo constante de los obreros que están terminando de ultimar el nuevo edificio que da a una de estas filas de casitas, contemplado en el proyecto de reurbanización de la zona.

Dos niños juegan en una piscina inflable en las casas baratas del Bon Pastor en 2010, 14 años antes del inicio de su derribo / Jordi Play

«La transformación del barrio es un paso hacia el futuro. En estos más de 20 años nos ha pasado de todo. Cuando parecía que todo iba sobre ruedas, vino la pandemia y ahora esto. Queremos que se terminen ya las demoliciones porque cuanto más se alargue el proceso más se degradará todo», insiste con elocuencia Delgado, que además de antigua vecina del núcleo obrero hace las funciones de presidenta de la Asociación de Vecinos del Bon Pastor. La líder vecinal reconoce que antes de la llegada de los chatarreros había alguna de las viviendas ocupadas por familias que tenían otorgado el realojamiento, pero que aún no habían podido acceder a él. Estos casos, sin embargo, ya han sido resueltos y solo falta por solucionar el de algunos inquilinos que, a pesar de no tener derecho al realojamiento, participaron en el sorteo de los pisos sobrantes en las promociones destinadas a los vecinos de las casas baratas. Los afectados no lograron hacerse con uno de los 160 hogares sorteados entre los cerca de 600 participantes y ahora están buscando una alternativa para poder abandonar la finca que ocupan.

districte de Sant Andreu, MUHBA
El derribo a medias de las casas baratas del Bon Pastor con los nuevos edificios del barrio alzándose al fondo | Jordi Play

Si no hay contratiempos, este mismo mes de noviembre se debería poder derribar una de estas cuatro filas supervivientes. Quedarían entonces solo tres, el último escollo antes del inicio de la esperada fase cinco del proyecto, la que completa la transformación del ámbito y que prevé la construcción de cuatro bloques de pisos para ampliar el parque de vivienda municipal. «Es la guinda del pastel. Estos edificios permitirán realojar a mucha gente mayor del barrio que vive prácticamente esclavizada en edificios de los años sesenta sin ascensor. Algunos pasan días sin salir a la calle… y esto les permitiría volver a ser independientes», apunta Delgado, que apostaría por reservar una parte de los nuevos pisos para este colectivo en régimen tutelado.

La memoria obrera y la ruina

A solo unos metros de las cuatro filas de la discordia, se alza un conjunto de casitas perfectamente pintadas y conservadas que han quedado encajonadas en una especie de plaza creada por los edificios de mayor envergadura construidos a su alrededor. Se trata de Les Cases Barates del Bon Pastor-MUHBA Bon Pastor, el museo que recupera tanto el exterior como el interior de parte de estas construcciones erigidas en 1929 para albergar la ola migratoria que recibió la ciudad, que entonces necesitaba mano de obra tanto para las obras del metro como para los preparativos de la Exposición Universal de ese mismo año. El equipamiento se inauguró en 2023 precisamente con el objetivo de preservar la memoria de estas casitas características -que tenían entre 36 y 64 metros cuadrados y estaban hechas con materiales de baja calidad para abaratar costos- y de mostrar la evolución de la vivienda en Barcelona a lo largo de la historia.

Dos niños fotografiados en la zona del Bon Pastor en el año 1991 / Jordi Play (Archivo)

«Cuando lo comparo con el piso donde vivo ahora pienso: ¿aquí he estado más de 60 años? Parece mentira que hayamos aguantado tanto tiempo así», asegura Delgado, afirmando que en alguna de las viviendas residían hasta tres familias completas. La líder vecinal considera que la parte museizada de las casas baratas es un buen reflejo de la realidad que se vivió tanto en esta parte de la periferia barcelonesa como en otros núcleos residenciales de la época, como la Colònia Castells, pero lamenta que el derribo a medias de las filas sentenciadas contribuye a perpetuar la imagen de decadencia y la herida que provocó un realojamiento enquistado durante décadas. «Me pone triste ver este deterioro. Hemos luchado mucho para que se sepa de dónde venimos y para preservar la memoria del Bon Pastor y de la vivienda obrera. Las casas que faltan por derribar ya no representan nada, solo son una ruina«, concluye.

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El derribo a medias de las casas baratas del Bon Pastor, llenas de escombros y de desechos de todo tipo | Jordi Play

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