En el subsuelo de Barcelona también hay vida, y esto se puede percibir fácilmente en el barrio del Fort Pienc (distrito del Eixample). A pocos metros de la estación de Marina se encuentra el número 40 de la avenida Meridiana, donde la constante es convivir con las vibraciones del metro. En esta finca vive Esperanza Garcia, quien las siente desde casa todas las veces que pasa un tren. Es decir, cada tres minutos. “Ahora mismo se vuelven a sentir, es un continuo. Llega un momento que no tienes más remedio que acostumbrarte”, señala en conversación con este diario, que ha comprobado desde el lugar de los hechos esta afirmación. En poco más de 20 minutos, se han sentido un total de 10 veces.
El bloque de pisos donde vive Garcia se encuentra en uno de los 14 tramos de la red de metro donde las vibraciones superan los umbrales permitidos por la ley, razón por la cual Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) anunció la semana pasada que haría obras para mitigarlas y mejorar el día a día de los vecinos que las sufren. Los tramos afectados de la L1 se encuentran entre las estaciones de Marina y Glòries, Urquinaona y Arc de Triomf, Mercat Nou y plaza de Sants, Espanya y Rocafort y Hospital de Bellvitge y avenida del Carrilet; los de la L2 están situados entre los Encants y el Clot y el Clot y Bac deRoda; los de la L4 entre las estaciones de Verdaguer y Joanic; y los de la L5 entre Badal y plaza de Sants.

En su caso, Garcia convive con vibraciones desde que entró a vivir en este piso hace más de 30 años, pero dice que en los últimos años la intensidad ha ido a más. Ella vive en uno de los áticos y asegura que se sienten en “todas partes”. Un ejemplo es un reloj de pared, que cada vez que se mueve impide escuchar la televisión. También destaca que han ido aflojando gradualmente los caracoles que sujetan la barandilla de la escala.
Un problema a temporadas
Una de las particularidades de esta finca es que los vecinos no conviven con las vibraciones cada día del año, sino que hay temporadas que las sufren más y otras que menos. Garcia señala que las dos veces que se han quejado en los últimos meses al Ayuntamiento, su intensidad se ha reducido, lo cual la hace sentir incordiada. “No me quejo por las vibraciones, sino que de vez en cuando tenemos que quejarnos para que la situación cambie. Tendrían que hacer algo porque se pudiera mantener así siempre», indica. “Creemos que es por falta de mantenimiento”, añade.
La teoría que ha compartido Garcia la confirma TMB. Concretamente, explica al TOT que las obras de estos 14 tramos se hacen en el marco de las actuaciones de mantenimiento de TMB. “También hay que aclarar que el paso del tiempo y el desgaste de la infraestructura generan cierto nivel de vibraciones que, en la mayoría de los casos, no causan ningún tipo de perjuicio a las personas que viven cerca ni en las infraestructuras del alrededor”, dice y, a continuación, destaca los esfuerzos de TMB para impulsar medidas innovadoras que reduzcan las vibraciones. “También se van renovando los tramos donde las vías son más antiguas, como se ha hecho en los últimos años en la L4 y la L5”, añaden.

El barrio que se vio especialmente afectado por las vibraciones de la L5 es el Turó de la Peira, donde varios vecinos del paseo Fabra i Puig las sintieron durante seis años. El que no desapareció después de las obras del verano del 2022 son las grietas que, según la Asociación de Vecinos del Turó de la Peira, provocaron en algunas viviendas. En aquel momento, la entidad vecinal ya pidió a TMB que se hiciera cargo de las grietas, pero negó en declaraciones en este diario que tuvieran ninguna relación. Después de que la entidad haya tenido parada esta lucha durante más de un año, se ha centrado en otros problemas del barrio, tiene la intención de reactivarla en los próximos meses. Así lo manifiesta al TOT su presidenta, la Inés Navarro, que insiste que el vecindario no se ha olvidado: “Durante el año y medio que hemos pasado sin vibraciones, no han aparecido grietas nuevas. Por lo tanto, sí que tienen relación”.
Las grietas
En cuanto a la magnitud de las grietas, Navarro recuerda que hay una que empieza en un cuarto piso y baja hasta el segundo. También dice que las fachadas de algunas fincas están ahora malogradas, ya que han llegado a caer trozos de cemento y se han tenido que poner mallas para que no caigan las barandillas de algunos balcones. La base del problema son los materiales de poca calidad con los cuales se levantaron estos edificios, pero está convencida que las vibraciones también han tenido algo a ver. “Duraron seis años…”. Hay algunas fincas donde ya se están haciendo obras a las fachadas. En la de Navarro, pero, todavía no se han empezado porque no tienen suficiente presupuesto. Cada vecino está pagando 50 euros cada mes hasta conseguir la cantidad necesaria. «Todavía no sabemos cuando lo podremos hacer», reconoce.
