Cuando las obras de la Línea 9 de metro empezaron hace años, una vecina del barrio de la Maternitat i Sant Ramon, Mercè Alabart, ya sentía vibraciones en su casa. Así lo recuerda al
Alabart no es la única vecina que vive esta situación. El presidente de la Asociación de Vecinos de Sant Ramon, Andrés Quilez, explica al
TMB inspeccionará los tramos afectados
Ante esta situación, Quilez trasladó la problemática al Distrito de les Corts durante el Consejo de Barrio del pasado 21 de marzo. Por su parte, fuentes del Distrito confirman al
Mientras no se encuentre el origen del problema ni se haga nada al respeto, los vecinos de estas siete fincas de la Maternitat i Sant Ramon continuarán conviviendo con las vibraciones. Alabart afirma que por la noche las siente con todavía más fuerza y que las grietas están en varios espacios de casa. Hay a una de las paredes del recibidor, en el techo del salón y el dormitorio, donde hay cuatro junto a un crucifijo que preside esta habitación. «Como las paredes son de papel no se puede ver como están, pero imaginad lo que puede haber…».
Las grietas también aparecieron hace cinco meses en el piso de la Clara, otra vecina de la misma calle. Recibe al
La iglesia de Sant Ramon
Más allá de las viviendas de la calle de la calle de Pintor Tapiró, Alabart afirma que tiene constancia que la farmacia y la peluquería que hay en la misma calle tienen grietas en las paredes del lado montaña, como también pasa en su casa. También asegura que las vibraciones se sienten en la iglesia de Sant Ramon y en la ciudad vecina de Barcelona. «Mi sobrino vivo en el barrio del Torreón del Hospitalet, y también sufre vibraciones», subraya.
Los hechos que se viven en esta zona, no son nuevos en Barcelona. El barrio del Turó de la Peira, situado en el distrito de Nou Barris, es protagonista de una situación del estilo fuerza peor. Varios vecinos tuvieron que convivir durante mucho de tiempo con las vibraciones que provocaban los trenes de la Línea 5 del metro. Desaparecieron a finales de verano, cuando se acabaron las obras de renovación de las vías y las fijaciones. Pero quedaron unas cuántas cicatrices.
Tal como explicaron el pasado septiembre algunas vecinas afectadas al
Las demandas de las vecinas afectadas van más allá de estas grietas. También quieren que se haga un estudio estructural para determinar que los edificios están en buen estado. ¿La razón? Entre otros, el historial del barrio con la aluminosis. El 11 de noviembre del 1990 un edificio de la calle de Cadí se derrumbó a causa del cemento de baja calidad con el cual se había levantado. Estas vecinas vivían en un bloque próximo, donde más tarde también se encontraron afectaciones y, por lo tanto, las realojaron a las viviendas donde viven ahora. El pasado mes de septiembre era inevitable que temieran que la misma situación se repita. “Tenemos miedo que estos bloques puedan tener problemas similares y vuelva a pasar una desgracia como aquella”, insistió entonces Navarro. “Siempre he dicho que caería cuando acabara de pagar la casa, y lo hice hace poco…”, sentenció.