Era en 1923 y una noche de fiesta mayor lo cambió todo. Joan Baptista Franquesa Ferrà era joven, una joven del Eixample que había adquirido una farmacia en la calle Girona, pero que los cantos de sirena andreuenses lo llevaron a atravesar la frontera. Franquesa, entonces con la vida por delante, acude a la Fiesta Mayor de Sant Andreu y al Envelat conoce a Rosa Grau, una joven con quien acabará casándose poco después. Así empieza el legado de los Franquesa a Sant Andreu. Una estirpe de farmacéuticos que ha dejado huella cerca de la plaza del Comerç, la misma plaza donde el viernes 29 de septiembre se celebró el centenario Farmacia Franquesa.
No faltó nadie: el presidente de la Fundación Barcelona Comercio y presidente del Eje Comercial de Sant Andreu, Próspero Puig, la regidora del distrito, Marta Villanueva, y la doctora -y antigua profesora de los propietarios actuales–, Anna Maria Carmona. «Fue muy emocionante ver clientes de toda la vida y sentir el calor del barrio y de compañeros de profesión», comentaba días más tarde al TOT Barcelona en Jordi Franquesa, que ahora regenta la farmacia con su hermano y su sobrino. Al cumpleaños tampoco fallaron las farmacias vecinas, también centenarias, Guinart y Clapés. Y es que la comunión entre todas ellas «siempre ha sido muy buena», explica Jordi.

En 19 años celebrarán el 200.º cumpleaños
«Yo los hacía la misma broma: ‘Sabéis que ahora venís al centenario, pero que en 19 años estaremos celebrando que en basura 200′», explica Jordi al TOT. Esta es una de las gracias de este establecimiento emblemático, que ahora hace ciento años que está a Sant Andreu, pero pronto hará 200 que existe. Una anotación del abuelo Joan, el mismo que se enamoró de una andreuensa en la Fiesta Mayor, dice que «la farmacia Franquesa es fundada el 9 de noviembre de 1824». «No es ningún documento oficial, pero alguien se lo debía de decir a él y tomó nota con su pluma estilográfica», dicen desde la familia, que concretan que «la constancia escrita más antigua es un testamento con fecha de 11 de marzo de 1865».
Antes del abuelo Joan hubo hasta seis propietarios más, ninguno de ellos de la familia. Cuando el negocio todavía estaba al Eixample, un tal Jaume Abreu subió la persiana entre 1842 y 1865. Los actuales propietarios especulan que Abreu no tenía descendencia y que cedió el negocio al marido de su sobrina, el cual se cree que era farmacéutico. A partir de 1865 llegó el turno de Ignasi Roviralta (hasta el 1887), Narciso Rovira (1887-1900), Melcior Tronco (1900-1905), Joan Mas (1905-1906) y Lluís Gifré (1906-1923). Y entonces, ya con Joan Baptista Franquesa al frente del negocio llegó el traslado en la Masía Can Cola, un edificio céntrico de Sant Andreu en mal estado. Con los años, viendo el peligro, los vecinos de escala acordaron derrocarlo y hacer una construcción más segura. Construcción, por cierto, donde todavía están ahora.

El éxito de mantener un patrimonio físico e histórico
Desde que está en Sant Andreu, la farmacia ha acogido cuatro generaciones y seis farmacéuticos con el apellido Franquesa. No es lo único que queda, puesto que la familia ha sabido mantener la esencia del negocio antiguo, con muebles únicos, de madera de Melis, de los cuales no se sabe muy bien cuál es el origen. «Deben de ser de principios del siglo XX», especulan en el barrio. En parte por este aspecto espectacular, la farmacia ha sido declarada ‘establecimiento emblemático’ por el Ayuntamiento de Barcelona.
Acompañando los muebles, los clientes también se han acostumbrado a admirar el armario con frascos de vidrio que hay detrás el azulejo, los albarelos –unos botes de cerámica del siglo XIX– o la joya de la corona, la caja registradora National. «El antiguo propietario de la farmacia no entendía por qué el abuelo no le pedía quedarse con la caja registradora que había al local de Sant Andreu. Cuando se llevó la que tenía a su establecimiento del Eixample, que es muy glamurosa, todo el mundo lo entendió», comenta años más tarde Jordi, que reconoce haber tenido ofertas para venderla, pero que siempre se ha negado.

El patrimonio de la Farmacia Franquesa no es solo físico, sino también histórico. La noche del 25 de enero de 1939, la abuela de los propietarios actuales ordenó el cierre de la farmacia una hora antes de la cuenta porque había sentido un tiroteo. El día siguiente, recuerda la familia, encontraron el impacto de una bala «en el lugar donde habitualmente sentaba la abuela». Horas más tarde del asalto vieron los vidrios rotos y la madera del mueble próximo a la calle Gran de Sant Andreu agujereada. Todavía hoy, si uno mira con detenimiento, en un lateral del escaparate que da a la calle se puede ver el impacto que dejó la Guerra Civil al emblemático negocio. La familia no lo ha querido borrar.
El siguiente reto, seguir potenciando el laboratorio
Jordi celebra con orgullo el centenario. También el aprecio que la gente de Sant Andreu tiene por su negocio. Pero por encima de estas dos cosas, habla con orgullo del laboratorio, uno de los sellos que dejará su generación. «Cuando entré creé una fragancia propia», recuerda el farmacéutico, que ahora elabora más de 7 kilos de cremas anuales. Le costó convencer a su familia, eso sí, que el único que le pidió es que no costara demasiado dinero. La farmacia elabora diferentes lotes con productos naturales con el objetivo de mitigar algunas patologías, como por ejemplo la psoriasis, la dermatitis o la piel atópica.
El objetivo ahora es seguir el camino que empezaron los dos hermanos hace 25 años. De hecho, a pesar de que ya están esperanzados con el 200.º, Jordi reconoce que el reto más importante es conseguir, «cuanto antes mejor», crear una crema para los niños que tienen problemas de piel de mariposa, una enfermedad muy molesta que genera ampollas en las zonas de más fricción, como las manos y los pies. «Ser farmacéutico es muy esclavo, y no estaríamos aquí si solo fuera para hacer 200 años como farmacia. El que más llena es cuando venden los clientes a pedirte una crema que les ha funcionado», dice Jordi para explicar el porqué de su ‘obsesión’. «Hacer 19 años más sin avanzar no tendría sentido». Una frase que resume bien el espíritu de los Franquesa.