La Barcelona del cambio del siglo XIX al XX era modernista. Durante casi tres décadas, la ciudad se convirtió en el vivero de un rompedor movimiento artístico que pasaría a los anales de la historia y con los años se erigiría en uno de los grandes iconos de la cultura y la arquitectura catalanas. Antoni Gaudí, Lluís Domènech i Montaner o Josep Puig i Cadafalch son algunos de sus referentes por excelencia y su legado está todavía muy presente en la actualidad. Detrás de estos grandes nombres, sin embargo, se esconde el trabajo de muchísimos artistas, artesanos y obreros que contribuyeron de manera decisiva a dar forma a los proyectos de estos grandes arquitectos y que también dejaron su impronta en muchos edificios emblemáticos de la capital catalana.
Uno de los casos posiblemente más paradigmáticos es el de Juan Coll Molas. El rastro de este condecorado escultor y decorador barcelonés especializado en techos quedó sepultado por el paso del tiempo y solo reducido a una pequeña mención en los archivos municipales. El hallazgo de una habitación que quedó sellada hace casi seis décadas en la azotea de un edificio centenario del Eixample ha sido el detonante que ha llevado a unos vecinos a probar de recuperar la historia olvidada de este artista para situarlo en el lugar que le corresponde como parte del movimiento modernista en la ciudad.

El piso centenario y la carpeta olvidada
Todo empieza en 2010, cuando una familia compra uno de los pisos ubicados en el principal del edificio que se erige en el número 473 de la Gran Via de les Corts Catalanes. El domicilio apenas había sufrido reformas en sus cerca de cien años de historia y todavía conservaba muchos detalles tanto escultóricos como arquitectónicos de finales del siglo XIX, como el capitel de una puerta donde destaca una figura femenina o los techos con motivos geométricos.

Entre los diferentes elementos que se encontraron los nuevos inquilinos había también una antigua caja fuerte y una carpeta cerrada con cordel presidida por una etiqueta donde todavía se puede leer lo siguiente:

Los nuevos propietarios no solo decidieron mantener estos elementos de la estructura del piso, sino que también cogieron algunos de los planos y los enmarcaron para colgarlos en forma de cuadro, conservando el resto de documentos en el interior de la carpeta. Así se mantuvieron durante más de una década hasta el descubrimiento de esta habitación sellada en la sexta planta del bloque que comunicaba el antiguo piso de la portería con la azotea comunitaria. Este hallazgo espoleó a los vecinos a rescatar esta vieja carpeta y a empezar una investigación para poner un poco de luz a la trayectoria de su propietario.

Un artista reconocido internacionalmente
Juan Coll Molas nació en 1854 a Saillagouse, un municipio francés que limita con Llívia y ubicado muy cerca de la frontera española. Hijo de Mathieu Coll y Maria Molas, sus primeros años de vida son un verdadero misterio y solo se puede recuperar su pista en 1885, cuando el hombre presentó ante la comisión del Eixample del entonces Ayuntamiento Constitucional de Barcelona una petición para poder construir un edificio en un solar de la antigua Calle Cortes, precursora del actual Gran Via de les Corts Catalanes. Coll Molas culminó la construcción de este bloque durante los siguientes años y se instaló con su familia en uno de los pisos del principal, precisamente el domicilio donde un siglo después aparecería su carpeta.

La documentación encontrada permite aventurar que entonces nuestro protagonista ya hacía tiempo que se dedicaba a la escultura decorativa. De hecho, el artista se había ganado aparentemente un nombre entre los constructores y la clase acomodada barcelonesa, que recurría a sus servicios para engalanar diferentes espacios y edificios. Su obra no pasaba desapercibida e incluso recibió el reconocimiento internacional con dos premios en las exposiciones universales de París (1889) y Chicago (1893), tal como figura en los archivos del Instituto del Paisaje Urbano y la Calidad de Vida del Ayuntamiento de Barcelona.

Casa Amatller y Maison Dorée
Coll Molas también fue colaborador habitual de alguno de los grandes arquitectos modernistas como Josep Puig i Cadafalch, con quien trabajó en la construcción de la emblemática Casa Amatller del paseo de Gracia entre los años 1898 y 1900. Precisamente, el TOT Barcelona ha tenido acceso a una factura por el importe de 1.100 pesetas que el empresario chocolatero Antoni Amatller i Costa expidió en nombre del escultor y decorador el 10 de noviembre del 1900 por los trabajos realizados para revestir en yeso y cartón piedra algunos de los espacios del edificio en cuestión. El documento se conserva como parte del fondo del Archivo Mas del Instituto Amatller de Arte Hispánico.
El experto en el movimiento modernista y autor de la obra

Muerte prematura y vínculos con la actualidad
La contribución desinteresada de una lectora del TOT Barcelona ha sido clave para poder trazar la historia más personal del artista hasta su prematura muerte. Coll Molas se casó con Felicia Jaulent i Redondina, con quién tuvo tres hijos: Josefina, Pere y Adela. Uno de los indicadores que permiten hacerse una idea del estatus social de la familia es que la primera de las hijas se casó con el entonces gerente de la fábrica Damm, Josep Damm i Calàs. El registro municipal de defunciones sitúa la muerte del escultor el 10 de diciembre del 1903. El artista murió en su casa a los 59 años y oficialmente a causa de una bronquitis.

Su relevo al frente del negocio lo asumió entonces su hijo Pere Coll i Jaulent, que mantuvo el buen nombre de su padre participando en la decoración de establecimientos tan recordados como el Forn de Sant Jaume del paseo de Gracia. Coll i Jaulent se casó con Providencia Magre Pons, con quien tuvo dos hijos -Joan y Concepció-, y también vivió con su familia en el domicilio de la Gran Via de les Corts Catalanes.
En este punto, el árbol genealógico de la familia Coll nos permite cerrar el círculo y establecer una relación directa con la actualidad. Joan Coll Magre -nieto y no hijo de Juan Coll Molas, tal como se sospechaba en principio- es el propietario del contenido encontrado hace solo unas semanas en la habitación sellada durante seis décadas.