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La noche en la que Sant Andreu estuvo «en tierra de nadie» durante la Guerra Civil

En Sant Andreu de Palomar nadie se esperaba que un grupo de militares se levantarían en contra de la República. Es más, el verano de 1936 a los andreuenses les quitaba más el sueño la ola de calor que los rumores que llegaban de África, y algunos vecinos incluso se marchaban de vacaciones. Pero el estallido de la guerra cambió el día a día de un barrio clave para entender por qué fracasa el golpe de estado del 1936 en Barcelona y como los anarquistas intentan aprovechar el caos para impulsar la revolución. El libro Harmonia de Palomar durant la Guerra Civil (1936-1939), del historiador Pau Vinyes, recoge testigos únicos y repasa varias publicaciones que relatan el poder anarquista de finales del siglo XX.

«En Sant Andreu el anarquismo es la principal fuerza durante la guerra. Son los amos y señores del pueblo, sobre todo los primeros meses de combate. Las otras fuerzas tuvieron su peso, pero analizando la documentación te das cuenta de que la mayoría de locales estaban en manos anarquistas. Había algunos del PSUC y la UGT, pero de forma apabullante se imponen la CNT y la FAI», explica en conversación con el TOT Barcelona el autor del libro, también miembro del Centro d’Estudis Ignasi Iglésias. El historiador lo atribuye al gran número de fábricas «potentes» que había en la zona, que provocan «un caldo de cultivo en el pueblo que hace brotar el anarquismo». Este músculo es clave para entender cómo son los primeros meses de guerra y sobre todo para conocer como fueron las últimas horas del conflicto en el plano norte de Barcelona.

Barrio de San Andreu del Palomar. jubilados, jubilación, población envejecida, clima mediterráneo, solo, bancos públicos
Vecinos históricos conversan en el barrio de Sant Andreu del Palomar | JORDI PLAY, 2024

El golpe de estado fracasa en Barcelona

Otros historiadores del Centro d’Estudis, como Jordi Rabassa, detallan que en julio del 36 «hay un momento en que verdaderamente se trabaja y se cree que se puede hacer la revolución». El también exregidor de BComú cree que «había todos los elementos» para hacerla y recuerda que incluso se trabaja «en una administración alternativa» liderada por los anarquistas: «El Ayuntamiento y la Generalitat están muy descolocados y las células anarquistas se organizan de forma muy rápida para formar los comités de defensa, que funcionan en paralelo durante unos meses», concreta al TOT.

Es más, Rabassa remarca que la derrota del golpe de estado en Barcelona se explica, en parte, por la reacción anarquista y, más concretamente, por el episodio de ocupación de los cuarteles de Sant Andreu: aprovechando que dos columnas de militares decidieron avanzar hacia el centro para hacerse con las principales instituciones del país, los sindicatos se organizaron para asaltar los cuarteles. «Por la noche los últimos ocupantes huyeron y se inició el saqueo de unos 30.000 fusiles que inicialmente se repartieron de manera espontánea», leemos que explica Rabassa en una de sus publicaciones. Poco después, el golpe de estado fracasa en Barcelona.

Interior de la iglesia de Sant Andreu de Palomar, quemada durante la Guerra Civil. Autor desconocido / Archivo diocesano BCN

De Sant Andreu a la Harmonia de Palomar

A partir de aquí, la batalla coge un nuevo horizonte. Y es que la guerra, todo un martirio para una mayoría, es también el inicio de un proceso revolucionario «que lo tenía que cambiar todo». Los milicianos antifascistas de Sant Andreu convierten las fábricas la Maquinista, Hispano-Suiza, y la Fabra i Coats en industrias de guerra e impulsan refugios para sobrevivir a los ataques de la aviación italiana. Uno de los más graves, por cierto, todavía resuena ante los antiguos Cines Lauren. Son épocas de cambio. Los anarquistas queman la iglesia de Sant Andreu, que poco después servirá como almacén para productos agrícolas, y crean los comedores sociales.

Uno de los cambios más simbólicos es el nombre del barrio, que borrará cualquier rastro religioso y pasará a decirse Harmonia de Palomar. Los anarquistas optan para rebautizar aquellas barriadas que quedan bajo su control. En la gran mayoría de casos se opta por nombres vinculados a la natura y la geografía. En Sant Andreu, en cambio, el anarquismo impone un «concepto moral». «Sacan Sant Andreu por Harmonia, pero dejan Palomar, que tiene una referencia en la naturaleza. No sabemos el porqué del cambio, solo tenemos hipótesis, pero en algún momento la revista de la Fabra i Coats empieza a hablar de Harmonia. Puede ser que de allá saliera el nuevo nombre, que no era oficial», explica Rabassa. El alcalde del momento nunca firmó ningún decreto como Harmonia, pero sí que se cambian las placas, y las cartas empiezan a enviarse en las calles rebautizadas. En Sant Andreu hay once cambios: Torras y Bages, por ejemplo, pasa a ser Jaume Oller; la Meridiana, Gran Vía de la URSS; y la plaza de Sant Francesc, plaza de las Palmeras.

Billete de tren, dirección Viladecavalls, con el nombre de Armonía de Palomar en vez de Sant Andreu | Fons Família Viñas – Roig.

El final de la guerra: el anarquismo se marcha y la desazón se apodera de la calle

La resiliencia de Barcelona bien podría haber cambiado el transcurso de la guerra. Pero el 26 de enero de 1939 la ciudad acaba cayendo. Ambos historiadores afirman que el «caos» se instala en las calles de la capital los días previos a la derrota. Los últimos bombardeos habían dejado la ciudadanía muy tocada, la estrategia republicana en el Llobregat había fracasado y la guerra se daba por acabada. Aun así, el gobierno catalán pide morir matando, luchar hasta el final, a pesar de que la población solo piensa en acabar con un follón caótico «de miedo, hambre y frío», explica Vinyes.

Aquel 26 de enero, varias columnas franquistas entran por el Tibidabo y por el Hospitalet. A pesar de todo, Vinyes mantiene que no acabarán llegando a Sant Andreu hasta el día siguiente. En su libro recuerda el testigo de su padre, que vio entrar a las tropas por la calle Gran de Sant Andreu el 27 de enero por la mañana. Maria Pasqual es otra de las voces que apuntan que el centro de Barcelona cayó antes que la periferia. «Supongo que se debían de quedar en Barcelona y algunos llegarían a Sant Andreu, pero el Bon Pastor era como el fin del mundo», apunta este testigo, también recogido en el libro. La última voz que lo acredita es Mercedes Silva, que en sus memorias recuerda «los moros» desfilando «muy despacio» por la calle Gran. También habla del 27 enero y no del 26.

Ocupación franquista de la plaza Sant Jaume | Archivo municipal

Todo hace pensar que Sant Andreu y parte del plano norte de Barcelona quedó «en tierra de nadie» durante unas horas, según muchos testigos, toda una noche; los fascistas todavía no han llegado y los republicanos, que hasta ahora lideraban la zona, se marchan al exilio. «La gente estaba a la expectativa. Iban desesperados y saqueaban los comercios de víveres. Fueron unas horas de campi qui pugui. Son momentos de incertidumbre y de caos», concluye Vinyes.

Su compañero, Jordi Rabassa, describe calles «desérticas» y recuerda que, a pesar de que la gente asumía el cambio, no sabía con qué intenciones llegarían los franquistas. «Hay un momento de punto muerto que genera nervios, mucho miedo, porque tienen que llegar ‘los moros’, con toda la carga simbólica que representaba. Eran los que violaban y hacían más destrozos. Mi abuela puso banderas blancas en la ventana», recuerda el historiador. Finalmente, ‘los moros’ acaban pasando, piden dinero, pero no se instalan en Sant Andreu. Se va aquel miedo, pero se queda la dictadura.

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