La ronda de Sant Pau es más que una arteria transitada que pertenece en dos barrios de la ciudad: El Raval—distrito de Ciutat Vella— y Sant Antoni —el Eixample—. Es una calle que separa dos zonas que, a pesar de estar pegadas, tienen realidades muy diferentes en el ámbito socioeconómico. Esto hace que, de alguna manera, sea un tipo de frontera invisible que marca los límites de estos dos mundos. Las cifras hablan por ellas mismas. Según datos del Instituto de Estadística de Catalunya (Idescat) del año 2020, mientras que la renta mediana por persona en El Raval era de 9.323 euros, en Sant Antoni se ensartaba hasta los 16.900 euros. En el primer barrio el 52,9% de la población tenía trabajo, al segundo barrio tenía el 63,6% y si el 10,2% de la población del Raval tenía trabajo de baja calificación; en Sant Antoni esta situación solo la vivía el 5,4% de su población.
Se podrían dar más cifras similares para retratar con más profundidad este panorama. Pero para entender mejor las diferencias entre los dos barrios, hay que ir más allá de las estadísticas y observar su realidad sobre el terreno. La misma ronda de Sant Pau, por ejemplo, es una composición de los dos territorios, ya que tanto a la acera del lado del Raval como la acera del lado de Sant Antoni hay comercios muy dispares. Desde algunos de toda la vida que van dirigidos a las clases populares, otros modernos y escritos en inglés —Café Roger&Backery o St Pau Hostel— y hasta otros de origen paquistaní y típicos de una de las identidades del Raval —Kebab Ghar o el Raj Restaurante—.
La calle de Parlamento
Al adentrarse en una de las calles con más actividad de Sant Antoni, el de Parlament, el panorama cambia bastante. No solo porque se ven establecimientos de restauración de más nivel, como el Anardi, la Sucursal Aceitera o el Federal Café; también porque hay varias personas disfrutando de la mañana sentadas en uno de los oasis del centro de Barcelona: la superilla de Sant Antoni. Una de ellas, incluso, está usando un portátil. Sí que es cierto que el estado de la limpieza podría ser mejorable en algunos puntos de la superilla, pero al poco de las 10 horas ya hay un par de efectivos de limpieza a la zona.

En este sentido, en Manel, propietario de la barbería Harper, que se encuentra al número 37 de la calle del Comte Borrell, explica al TOT Barcelona cuáles son las preocupaciones de los vecinos de Sant Antoni, que de alguna manera, hacen entrever cuál es su calidad de vida y que diferentes pueden ser sus problemas de los del Raval. Entre los temas estrella de la ciudad, descarta la inseguridad y señala la limpieza. “La inseguridad no es un problema. En cambio, la superilla suele quedar bastante sucia por la avalancha de personas que vienen aquí por las tardes. Los servicios de limpieza, pero, limpian cada tarde”, insiste y, a la vez, habla de algunos de los cambios que ha vivido. Más allá de la irrupción superilla, destaca la llegada de
La mirada de la Micaela Corti, vecina de Sant Antoni y trabajadora de una tienda de productos del hogar de la calle de Parlament, es bastante diferente. A ella sí que le preocupa la inseguridad. Habla, concretamente, de cómo se siente cuando vuelve a casa por la noche y tiene que atravesar la superilla andando cuando no hay peatones ni coches. “Me da seguridad que pasen coches por la calle, a pesar de que esto es una falsa percepción porque muchos conductores no te ven ni miran”, afirma al TOT. Por su parte, el propietario de la Bodega de Rafel, en Marc, va más allá y destaca al TOT como preocupación la subida del precio del alquiler de la vivienda. “Se ha notado mucho. No encuentras nada por menos de 900 euros”. Esto no es todo. También recuerda las dificultades que la inflación genera a los comercios para salir adelante. “El problema es que todo sube de precio y los sueldos se quedan igual. Nosotros no hemos subido mucho los precios porque esto es una bodega para gente del barrio. Cada día ganas menos dinero”, afirma.
La calle de la Cera
Al moverse por el calle de la Cera del barrio del Raval, es fácil detectar que el panorama es bastante diferente. Por una parte, por los establecimientos que dan vida en esta calle —el restaurante Rahma, el restaurante de cocina marroquí

Similar es la opinión de otra vecina, Antònia. No solo porque denuncia al TOT que el barrio está sucio mientras limpieza con una escoba la entrada de la finca donde vive, también porque hay un problema de robos y tráfico de drogas. “Algunos traficantes han llegado a vender en el interior de la escala y los he echado”. En la misma línea va la de Esmeralda. Después de 61 años viviendo aquí, también lamenta que los vecinos tengan que convivir con robos y tráfico de drogas. Hace años, pero, asegura que la realidad de estas calles estaba lejos de asemejarse al actual. “Antes era un barrio de gente trabajadora que nos ayudábamos los unos a los otros. Ahora también hay una parte que es así. En mi finca, por ejemplo, somos una piña. Pero al Arrabal, en general, hay conflictos”, avisa.
