La Barcelona moderna va camino de fagocitar a uno de los últimos barrios obreros de la ciudad. El Camp de la Creu ha visto como en las últimas dos décadas desaparecían poco a poco los vestigios supervivientes del pasado industrial de esta zona hasta el punto de prácticamente borrar la huella de los trabajadores que durante buena parte del siglo XX hicieron vida en este punto del distrito de les Cortes.
De hecho, el Ayuntamiento prevé culminar a mediados de diciembre los trabajos de derribo de las trece fincas afectadas durante la segunda fase del proyecto de transformación de la Colonia Castells, el núcleo de casetas bajas integrado dentro del Camp de la Creu que ya es poco más que un espejismo. Una vez terminadas las demoliciones y estrenado el nuevo parque de 9.600 m² previsto, la memoria de este antiguo barrio obrero casi solo quedará en el recuerdo de aquellos que vivieron o trabajaron allí. Para evitar que se pierda este legado, entidades como la plataforma Salvem el Camp de la Creu hace tiempo que trabajan en la recopilación de la historia de la zona y que piden la preservación de algún edificio como el que se erige en el número 46 de la calle de Montnegre como último vestigio de este pasado.

Una fábrica que cambió el territorio
Para encontrar el origen del Camp de la Creu hay que remontarse hasta la segunda mitad del siglo XIX. Casi tres décadas después de la independización de les Corts de Sarrià y de su consagración como municipio autónomo, el territorio hasta entonces rural empieza a transformarse con la apertura de Can Batlló, una importante fábrica de tejidos de algodón. Este impulso industrial llevó a muchos trabajadores de varios puntos de Cataluña a instalarse en unas tierras prácticamente deshabitadas ubicadas entre el recinto fabril y la plaza de la Concordia, el centro neurálgico del les Corts primigenio.
Así nació el nuevo barrio, que cogió el nombre de una antigua cruz de término que se levantaba a finales del siglo XIX entre la actual calle de Entença y el edificio Atalaya y que entonces marcaba el límite norte de la villa. Según la documentación recopilada por la plataforma, este núcleo de población fue creciendo entre la Riera de Magòria -actual calle de Entença- y la vieja carretera de Sarrià en unos terrenos propiedad de familia Jordà, originaria de Berga y los encargados de urbanizar toda esta zona. Esto explica por qué las dos calles principales se denominaron Jordà (después Montnegre) y Morales, en honor a Manuel Morales, el alcalde de les Corts entre 1868 y 1871, quién aprobó el plan urbanístico, realizado por el maestro de obras Francesc Padrol en 1869.

El centro neurálgico del Camp de la Creu era precisamente el cruce entre estas dos calles principales, un espacio bautizado como la plazoleta de Carme que estaba rodeado de comercios y establecimientos de todo tipo. Los derribos de los últimos veinte años precisamente han desfigurado completamente este lugar, que ahora presenta un aspecto desangelado donde reinan los solares vacíos.

