Barcelona ha entrado esta semana en fase de preemergencia por sequía. La Generalitat ha tomado esta decisión después de comprobar el estado crítico en el cual se encuentran los embalses de las cuencas del Llobregat y del Ter, que están alrededor del 18% de su capacidad. Esta situación límite implica una reducción de la dotación máxima de agua por habitante y día, que pasa de los 230 a los 210 litros, y consolida el resto de restricciones ya vigentes en cuanto a los usos agrarios, industriales y lúdicos, limitando el riego de zonas verdes públicas y privadas a unas pocas gotas para garantizar la supervivencia de los árboles.
En este grave contexto de sequía, el peor escenario desde que se tienen registros en casa nuestra, el Ayuntamiento de Barcelona ha permitido durante más de cuatro meses que se perdieran litros de agua en la superilla del Eixample. El consistorio ha tenido conectado desde el pasado julio el riego automático de un espacio baldío donde no había ningún tipo de vegetación. Este terreno delimitado por unas altas vallas metálicas y ubicado en la confluencia entre las calles del Consell de Cent y de Calabria, en el barrio de la Nova Esquerra de l’Eixample, tenía que ser un espacio de biodiversidad gestionado por Parcs y Jardins. Sin embargo, los operarios no han colocado los tiestos con las plantas hasta esta misma semana, de forma que durante todo este tiempo se ha estado regando una tierra donde no había nada plantado, malgastando litros de agua.

Diez minutos de riego cada día
El caso se remonta a mediados de julio, cuando el riego automático se conectó por primera vez en este espacio creado en el marco de las obras de los cuatro ejes verdes. Unas semanas después, unos operarios de una empresa subcontratada acudían al espacio y colocaban los tiestos con las plantas del mismo modo que lo han vuelto a hacer esta semana. La iniciativa despertó curiosidad entre el vecindario e incluso se oyeron varios elogios por la belleza de la instalación. Todo ello, sin embargo, no fue nada más que un espejismo. Los mismos trabajadores tuvieron que llevarse los ejemplares al día siguiente porque -según explicaron ellos mismos a algunos vecinos- no habían podido obtener el visto bueno municipal a la actuación, puesto que los responsables de la administración ya estaban de vacaciones.
Desde entonces, los vecinos de esta zona del Eixample han asistido impotentes a este derroche de agua día tras día. Cinco minutos de riego, dos veces por jornada y durante casi 120 días, festivos y fines de semana incluidos. Lejos de quedarse con los brazos cruzados, varios ciudadanos han probado de evitar que se malgastara este preciado recurso natural avisando al consistorio en múltiples ocasiones. Una vecina incluso conserva el registro de casi una decena de mensajes y llamadas a la administración alertando sobre la problemática. También han presentado varias quejas a través de la aplicación Barcelona a la Butxaca, todo sin éxito.

Indignación vecinal e inundaciones
«Alguna vez nos levantamos con todo el terreno inundado porque no acababa de funcionar bien. Hablamos directamente con los técnicos del barrio y nos aseguraron que estaba solucionado, pero al día siguiente continuaba activándose la reguera», explica Mireille Maladry, inquilina de uno de los bloques que dan al terreno y una de las responsables del Espacio Nur, un pequeño oasis en forma de jardines que gestionan los vecinos en el solar contiguo al espacio de biodiversidad. Maladry explica al TOT Barcelona que se ofreció varias veces al Ayuntamiento para dar uso al lugar plantando varias especies y así aprovechando el riego, pero todos los intentos recibieron la negativa municipal. «Nosotros no podemos tener acceso ni a un punto de luz, pero ellos pueden ir malgastando agua. Pensé incluso en tirar semillas por encima del vallado a ver si arraigaban. Al final, dije a los responsables que si no cortaban el agua, plantaría habas y guisantes«, señala.
El ultimátum de la vecina parece que tuvo su efecto y este mismo lunes varios operarios colocaban las plantas cuatro meses después y se encargaban de sacar la maleza que durante este tiempo se había apoderado del espacio, a menudo frecuentado por las palomas. Eso sí, la actuación municipal llegó después de que a finales de octubre se produjera un escape de agua en el sistema que inundó una parte de la calle y que obligó a los técnicos a reparar de urgencia las cañerías para evitar nuevos episodios. Ni después de este incidente se cortó el riego automático, que ahora ya riega un terreno con vegetación que tiene que convertirse con el tiempo en un espacio de biodiversidad.

Contraste con la versión municipal
Fuentes municipales consultadas por el TOT Barcelona aseguran que no tuvieron constancia de las quejas vecinales hasta ahora hace unas tres semanas y remarcan que los técnicos procedieron «inmediatamente» a buscar una solución al problema, poniendo una llave de para cortar el agua en este extremo del sistema de riego, que no está segregado de la infraestructura matriz que provee al resto de parterres de la zona. Sobre por qué no se plantaron antes los ejemplares, el consistorio apunta que las altas temperaturas de los últimos meses no habían permitido colocarlos antes, puesto que hasta ahora no ha sido «época idónea para hacer la plantación».
Las mismas voces señalan que a partir de esta semana el riego en este terreno será por goteo en horario nocturno y durante dos o tres días a la semana, sumando en total un máximo de 35 minutos semanales que podrían modificarse en función del calor. El Ayuntamiento no ha querido dar cifras sobre el volumen de agua perdido durante estos cuatro meses con el riego automático en funcionamiento, pero dada la frecuencia apuntada por el vecindario es fácil aventurar que estamos hablando de decenas y decenas de litros.
Un escape que pierde 180.000 litros de agua al día
El caso de este terreno del Eixample evoca salvando las evidentes distancias al de la gran fuga del barrio de Canyet de Badalona, que afecta una de las dos macrocañerías que provee de agua tanto a la ciudad de Barcelona como a otros municipios del área metropolitana como parte de la cuenca del Ter-Llobregat. El problema está en uno de los dos túneles de tres metros de diámetro que se construyeron en los años sesenta para conectar la potabilizadora de Cardedeu con la estación distribuidora ubicada al barrio barcelonés de la Trinitat Vella, en el distrito de Sant Andreu, y por donde circulan cerca de 4.000 litros por segundo.
Según los cálculos de las autoridades, este escape estaría provocando la pérdida de cerca de 180.000 litros de agua apta para el consumo humano cada día. Teniendo en cuenta que esta deficiencia en la cañería se detectó en 2005, durante estas casi dos décadas se han perdido más de mil millones de litros. De hecho, la previsión es que las complicadas obras para poder reparar definitivamente este escape tengan un coste de cerca de 40 millones de euros y que una vez licitadas durante el 2024 se alarguen unos tres años, de forma que los trabajos no podrán terminarse antes del año 2027.