Al dejar atrás la plaza del Estatut, que està cerca del Mercado de Horta, el cambio del paisaje sorprende. Las calles transitadas y repletas de peatones o comercios que dan vida al barrio de Horta, tienen poco a ver con la fisionomía de la Clota. Casas pequeñas, calles sin pavimentar y la montaña de Collserola como telón de fondo son los diferentes elementos que generan la sensación de haber salido de repente de las fronteras de Barcelona. Esto no es de extrañar si tenemos en cuenta que este barrio del distrito de Horta-Guinardó es el menos poblado de Barcelona: solo tiene 699 habitantes. En las antípodas se encuentra el barrio de Sant Andreu de Palomar (distrito de Sant Andreu), que es el más poblado de todos, con 57.605 vecinos.

Uno de los vecinos de la Clota, Cecilio, explica al TOT Barcelona que lo más especial de este barrio es que está a años luz de asemejarse a la realidad de las fincas donde, por ejemplo, hay 50 vecinos que, en la mayoría de casos, son completos desconocidos. “Aquí todos nos saludamos y si necesitamos algo, con una llamada lo tenemos”, celebra. Estas palabras se materializan, entre otras, en la calle de Bragança, donde no solo hay unos huertos comunitarios, también un pozo decorado con diferentes plantas de macetas altas que, de alguna manera, hacen que el espacio parezca el interior de un patio privado. Hace décadas el barrio era todavía más ‘pueblo’ que ahora. Tenía más autonomía porque tenía bastantes más comercios, pero a la vez, estaba menos abierto en Barcelona. “Cuando volvías de fiesta, ni los taxistas te querían llevar hasta aquí. Como mucho nos dejaban en la plaza de Ibiza (Horta)”, afirma.
Falta de equipamientos
Más allá de las facetas más costumbristas del barrio, en Cecilio pone sobre la mesa otra menos visible de entrada pero mucho más sufrida: la carencia de equipamientos. Un ejemplo es que no tienen Centro de Atención Primaria (CAP) propio y tienen que ir hasta el de Horta. “Hay gente mayor o discapacitada que tienen problemas para salir del barrio. Estamos pidiendo que el bus 112 llegue hasta aquí”, indica.

Por su parte, otro vecino, en José Antonio Gutiérrez, no solo insiste en este diario que el CAP de Horta, además, “se ha quedado pequeño” y que los vecinos también tienen que ir a los centros de otros barrios, como el Carmel, sino que en algunas zonas los contenedores no llegaron hasta hace pocos años. “Esto estaba muy abandonado”, subraya mientras señala algunas calles pavimentadas también desde hace pocos años. Un ejemplo que señala es la calle de Alarcón, que era una riera. “Queremos que se respete la Clota, entre otras cosas, por su antigüedad. Hace 60 años había gente de Barcelona que venía aquí a pasar el verano”, apunta.
Esto no es todo. Gutiérrez subraya que otro tema que inquieta al vecindario tiene que ver con la vivienda y es visible desde diferentes puntos de barrio. Se trata de una promoción de pisos que se encuentran en la calle de Marcelí, al lado de otras viviendas de protección oficial construidas sobre suelo municipal, que tienen precios de compra que van desde los 300.000 euros a los 620.000 euros, según los metros cuadrados y las prestaciones. Un precio abismal en un barrio humilde como el de la Clota que, inevitablemente, ha hecho saltar las alarmas. “Traerán gentrificación”, alerta. A continuación, explica que en el barrio hay todavía suelo municipal sin utilizar y que esto ha hecho estallar manifestaciones pidiendo que se destine al vecindario.
Otro pueblo dentro de Barcelona
A solo 4 kilómetros de distancia, en el barrio de Sant Andreu de Palomar, la realidad es bastante diferente. Es como encontrarse en otro municipio, y esto se ve en solo salir de la estación de metro de la plaza de Orfila, en el corazón del barrio, donde también se respira ambiente de pueblo, pero con mucha más vida, tanto por los jubilados que toman el sol en los bancos como por los peatones que van a comprar a los establecimientos comerciales del barrio. Gran parte, tienen las puertas abiertas y son comercio de proximidad.

Uno de sus vecinos, en Josep Paredes, de 92 años, bromea y dice que lo que más caracteriza este barrio de la periferia es que “la gente es muy simpática”. En declaraciones al TOT también muestra orgullo por el equipo de fútbol Unió Deportiva de Sant Andreu asegurando que es el socio número 1 del club. “Pero me gustaría el socio 9.001 porque esto significaría que el club sería más grande y que, además, yo sería más joven”, dice entre risas.
La otra gran particularidad que disecciona Paredes es también el espíritu de pueblo de Sant Andreu de Palomar, visible entre las casetas antiguas y de una sola planta que todavía visten parte del núcleo antiguo. A pesar de que reconoce que echa de menos aquellos tiempos en los cuales los vecinos dejaban las puertas de casa abiertas, incluso por las noches, o la autenticidad que tenían en el pasado Els Tres Tombs y la cabalgata de Reyes, asegura que cada día que sale a la calle se cruza con mínimo una persona a la cual conoce. Sobre este aspecto también se centra la Remei Ibáñez, vecina del barrio desde hace 42 años, quienes recalca que los vecinos de Sant Andreu no dicen que son de Barcelona, sino de San Andreu.
El porta a porta
Como todos los barrios, también tiene muchas cosas a mejorar, y en este caso, una vecina que se suma a la conversación con Ibáñez, Nuria Antoniojuan, pone sobre la mesa uno de los temas estrella de los últimos años: el sistema de recogida de residuos porta a porta. ¿La razón? La frecuencia con la cual se recogen ciertos residuos lo obligan a ir andando hasta otras zonas con contenedores. “¿No podemos tener el porta a porta y, a la vez, algún contenedor cerca?”, se pregunta y, a continuación, Josep Feliu, también vecino del barrio y marido de Ibáñez se añade en el debate. “Es que los de Sant Andreu lo queréis todo, eh”, bromea.

Paralelamente, este grupo de vecinos afirma que otros aspectos a mejorar son el aumento de zonas verdes para pasear con los perros y la rehabilitación de algunas aceras malogradas. Aparte de esto, todos ellos insisten a hablar sobre el tema que, en general, preocupa más a todo el mundo: la subida del precio de la vivienda. Uno de los principales colectivos afectados son los jóvenes, ya que son muy pocos los que se pueden quedar a vivir en el barrio donde han crecido. “Tienen que invertir todo su sueldo si quieren vivir solos…”, recuerda Antoniojuan. “Mi sobrino estuvo tres meses buscando un piso por el barrio, y fue imposible”, recuerda otra vecina, Montserrat Ibáñez, por su parte, añade como esta situación se está materializando en la expulsión de los jóvenes de la ciudad. “Mi hijo ha tenido que ir de Barcelona. Vive en una casa preciosa en Dos Rius (el Maresme)”, concluye.