Una parte del rec condal es todavía visible a Vallbona. Se trata de un canal hidráulico originario del siglo X que alcanzó de agua Barcelona durante 1.000 años y que, actualmente, genera un contraste agobiante en este barrio de nuevo Barrios, uno de los más abandonados institucionalmente de la ciudad. Las casetas degradadas de mediados del siglo XX que conforman este espacio y la transitada autopista que hace de telón de fondo, no tienen nada que ver con la Barcelona medieval que, en parte, revive esta infraestructura.
Algunos indicios de aquellos tiempos volverán a verse en parte de los 11 barrios de los distritos de nuevo Barrios, San Andreu, el Eixample, San Martín y Ciutat Vella por donde pasaba la reguera condal a lo largo de 12 kilómetros. El Ayuntamiento hizo públicos el pasado mas de enero los detalles sobro el proyecto de recuperación de este canal hidráulico, que hace tiempo que está sobre la mesa y que se encontrará entre los barrios de Vallbona y Trinidad Vieja —distritos de nuevo Barrios y San Andreu— . Entre otros, destacaban la construcción de una nueva ruta verde a su alrededor y la voluntad de usarla para “descentralizar” la oferta turística de la ciudad. En este sentido, el consistorio recalcó que podría convertirse en un atractivo turístico para residentes y visitantes.
Mirada cultural y educativa
Este planteamiento ha trastornado aparte del vecindario de Barcelona y de Montcada i Reixac (Vallés Occidental), donde nace la infraestructura. Para muchos vecinos es parte de su historia de vida. Uno de ellos es Antonio Alcántara, miembro de la Asociación de Vecinos de Can Sant Joan, de Montcada i Reixac, quien recuerda en declaraciones al TODO Barcelona que su suegro aprendió a nadar a la reguera condal y que su compañera iba a refrescarse de pequeña, así como ahora él va con sus hijos. Estas experiencias, junto con los 1.000 años de historia de la infraestructura, son las razones por las cuales los vecinos siempre han planteado el proyecto desde una vertiente cultural y educativo y no como un atractivo turístico. La clave, insiste, es poner en el centro la recuperación de este patrimonio de más de 1.000 años. “Estamos muy contentos que se haga esta inversión y que la gente venga a visitar Montacada, pero no nos parece bien que se sitúe el turismo como el primer motivo”, dice.

En este sentido, recalca que el vecindario quiere que la gestión del proyecto, tanto en cuanto a la recuperación del canal como en cuanto a su turistificació, se haga de manera comunitaria. Es decir, quieren que sea el mismo pueblo quién lo gestione y obtenga beneficios. “No queremos encontrarnos con agencias turísticas de fuera, ni grandes empresas, y que, por lo tanto, los beneficios marchen de aquí», indica y, a la vez, deja claro qué repercusión tendría que tener el proyecto. “La futura reguera condal tiene que mejorar la calidad de vida de los vecinos, y por eso hace falta que los modelos de dinamización fortalezcan la vida vecinal. No queremos ser figurantes, queremos ser actores”, añade.
A la turistificació del antiguo canal hidráulico también se opone el Asamblea de Barrios por el Decrecimiento Turístico (ABDT). Uno de los integrantes, Daniel Pardo, insiste en este diario que el concepto descentralización de la oferta turística es “un eufemismo de crecimiento turístico”. “Por mucho que haya turistas que vayan hacia la reguera condal, no dejarán de venir en la Rambla, el Park Güell o la Barceloneta. Es una cortina de humo, y el Cerro de la Rovira, lejos del centro de la ciudad, es el caso más evidente”, subraya.
Efectos de la turistificació
No todo el panorama, pero, es negativo. La respuesta de la Asociación de Vecinos de Can San Juan no solo evidencia, según Pardo, que el vecindario tiene claras las prioridades, también que han estado testigos de como el turismo masivo ha castigado algunos territorios, como el centro de Barcelona. “En Ciutat Vella, por ejemplo, hemos puesto sobre la mesa discursos sobre las consecuencias de la masificación”, señala Pardo. Los posibles efectos que se vivirían en caso de que parte de Montacada y Reixac, Vallbona y Trinidad Vieja se conviertan en una segunda versión de los búnkeres del Carmel o del Park Güell son, tal como recuerda Alcántara, las que ya se han vivido en todo Barcelona. “Los vecinos seríamos la mano de obra barata, aumentaría el precio de la vivienda, se expulsarían vecinos con poco poder adquisitivo y las dinámicas de la masificación perjudicarían la convivencia”, insiste.

Por su parte, la presidenta de la Asociación de Vecinos de Trinidad Vieja, Manoli Martínez, muestra un punto de vista similar al defendido por las anteriores entidades. Concretamente, voz con buenos ojos el turismo, pero “dentro de un orden” y que, bajo ninguna condición, suponga privar al vecindario de disfrutar de los futuros espacios. “Se tiene que respetar el patrimonio”, recalca y, a continuación, deja a entrever el valor sentimental que también tiene la reguera condal para ella. “Yo bañaba allá a mi Lola. EL agua está super fresca, sobre todo en agosto”, indica.
Esta realidad se ve diferente entre las calles de Vallbona. Algunos de los vecinos consultados por este diario no tienen directamente constancia del proyecto y, además, creen que puede ser bueno para el barrio. Uno de ellos, el Ivan Montoro, propietario del bar Montoro Padre, se muestra a favor que el proyecto atraiga más visitantes a una zona de Barcelona poco transitada y poco conocida por los mismos barceloneses. «Nos conviene este tipo de turismo respetuoso. Es gente tranquila, a veces grande y que le gusta andar”, señala. Por su parte, otra vecina, la Iratxe, defiende que todo el que sea mejorar la zona es positivo, a pesar de que a la vez deja a entrever que hay otros problemas más urgentes, como la carencia de comercio de proximidad. “Solo tenemos un pequeño súper, con precios del centro de Barcelona, un horno de pan que es todavía más barato que este y una farmacia desde hace solo seis años. No puede ser que tengamos que desplazarnos hasta Torre Baró para comprar cosas básicas”, insiste.