La historia ha dejado decenas de puntos de inflexión. El más común, el nacimiento de jesús, que marca los años de nuestro calendario. Los más grandes también diferencian entre antes o después de la Guerra Civil. Y prácticamente todos separamos entre el antes o después del estallido de la pandemia de la Covid-19. Cómo estas, hay otras fechas que, a pesar de no estar muy presentes en las conversaciones del día a día, también han marcado puntos de inflexión. En el caso de Barcelona, la derribo de las murallas es uno.
A mediados del siglo XIX, la capital catalana inicia un movimiento expansionista que acabará con la anexión de seis pueblos: Gràcia, Sants, Sant Martí de Provençals, Sant Andreu de Palomar, les Corts y Sant Gervasi. Más tarde vendrían Horta y Sarrià. Un hito histórico para Barcelona que ahora se recoge en el libro
La amenaza del Pla Cerdà
Durante la segunda mitad del siglo XIX, Barcelona vive inmersa en el

«El nuevo Eixample topaba con las poblaciones vecinas, la mayoría de las cuales no querían perder su autonomía», escribe el historiador andreuenc Pau Vinyes en el libro. Barcelona alegaba que la continuidad urbana era «un hecho consumado o a punto de consumarse» desde un punto de vista «de edificabilidad y de la vida social». Es decir, que en un santiamén, decían los de la capital, el Pla Cerdà llegaría a los pueblos cercanos. Los argumentos no acaban aquí. La capital catalana también aseguraba que con la anexión todas las poblaciones podrían disfrutar de «nueve proyectos» y del «gasto de la ciudad».
Barcelona tenía parte de razón, pero también escondía algunos argumentos. «No es el mismo tener una fábrica dentro de la ciudad que fuera», dice Jordi Petit, que a la vez explica que la capital «tuvo que situar grandes proyectos como el Hospital Clínic o el cementerio nuevo en Gràcia o Sant Martí de Provençals». El objetivo de Barcelona era tanto ambicioso como complicado. Dependían del dictamen de un gobierno situado a Madrid que desconocía lo que estaba pasando. «Y Madrid nos ayudó», bromea el historiador andreuense. En aquella época, la capital del Estado teme que Barcelona pueda destronarla en superficie y población, y por eso impide las anexiones una vez tras otra.
Los pueblos se rebelan
El año 1879, el Ayuntamiento de Barcelona inicia de nuevo el intento para anexionar los pueblos de alrededor. Los cantos de sirena llegan a Madrid, que incluso, ahora sí, considera seriamente la propuesta. Pero una carta inesperada de los municipios metropolitanos enviada a Madrid vuelve a frenar las aspiraciones de los políticos barceloneses. Tal como recogen los escritos de la época, los pueblos preferían mancomunar servicios antes que centralizarlos en Barcelona. Así lo recoge un texto del párroco de Sant Andreu, Joan Clapés i Corbera, que recuerda que la Ley municipal de 1877 «recomienda la formación de asociaciones y comunidades entre ayuntamientos diversos».
El diario

La Guerra de Cuba, el gran punto de inflexión
La batalla perdura hasta el 1888, momento en que Barcelona acoge su primera grande Exposición Universal y se olvida de la anexión. Pero solo momentáneamente. Tan solo un año después, lo volverá a intentar. Y ahora, con más éxito. A finales del siglo XIX, empiezan a aparecer las primeras grietas en los municipios vecinos. «Es importante saber que cada pueblo tenía su manera de luchar», dice Petit. En Sant Andreu, se organizan mítines, y en Sant Martín de Provençals, por ejemplo, se recogían firmas.
En este contexto el imperio español entra en guerra por las colonias americanas. Un hecho que provoca un endeudamiento inédito y obliga el gobierno a elevar los impuestos de consumo a las ciudades. Y Barcelona se aprovecha. «Los regidores barceloneses consideran que la diferencia de impuestos entre la capital y los pueblas era tan alta que los hacía perder productividad. Madrid pide dinero, pero Barcelona responde que la negativa a anexionar pueblos ha jugado en contra de sus arcas«, explica Petit.
Así se forja una jugada maestra que acaba con la resistencia de los otros municipios. En Navidad, explican los autores del libro, «si Madrid aceptaba la agregación de los municipios, la recaudación aumentaría de forma considerable, sin demora». Dicho y hecho. El 20 de abril de 1897, un real decreto firmado por la reina regente Maria Cristina daba a la nueva Barcelona, que ayudará a financiar la guerra; Gràcia, Sant Martí de Provençals, Sant Gervasi de Cassoles, Sants, Les Corts y Sant Andreu pierden de un día por el otro su autonomía.

Qué futuro tiene Barcelona?
Durante unos cuántos años, Barcelona supera Madrid en número de habitantes. De hecho, hasta el 1939 aproximadamente. Acabada la Guerra Civil, Madrid anexiona 13 municipios de su alrededor, capta la nueva oleada migratoria que hay en el Estado y se convierte en el gigante que es hoy en día. De entrada, parece que la expansión de Barcelona ya no tiene más reconocido. Ahora bien, ¿es ingenuo pensar que podría anexionar más municipios en un futuro? ¿Qué habría pasado si Barcelona fuera capital de Estado? De esto trata este libro histórico que honra el pasado, a veces poco conocido, de aquellos pueblos que un decreto los transformó en barrios.