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La investidura de Illa, convertida en búnker de un PSC en minoría histórica en Barcelona

El 10 de agosto de 2024, Cataluña retornaba al paradigma autonómico y dejaba atrás una década de gobiernos independentistas. El candidato del PSC, Salvador Illa, era investido 133º presidente de la Generalitat con los votos de ERC y de los Comunes, una confianza que, de entrada, solo sería para la investidura y que no daría forma a un gobierno tripartito como el que se había alojado en el Palau de la Generalitat dos décadas atrás. Pero sí que se materializaba un bloque aritmético estable en el Parlamento: un año después, ERC se ha convertido en el socio más fiable del Gobierno, mientras que los 61 diputados del bloque independentista solo han coincidido en 3 de cada 10 votaciones.

Más allá del parque de la Ciutadella, la alianza de republicanos, socialistas y Comunes acabaría convirtiéndose en un búnker de protección para el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, investido hacía un año gracias a un pacto unionista con PP y Comunes gestado en Madrid contra Xavier Trias y Ernest Maragall. Al otro lado de la plaza de Sant Jaume, Collboni gobierna desde el 17 de junio de 2023 con solo 10 concejales, pero con una oposición totalmente satelizada e inocua. Primero, por la expectativa de Comunes y ERC de poder entrar en el gobierno municipal en algún momento, y después, por la salida de los cabezas de cartel, Ernest Maragall -fuera del Ayuntamiento desde diciembre de 2023-, Xavier Trias y Ada Colau.

ERC y los Comunes, socios de Illa a la expectativa

Hace un año, ERC en Barcelona esperaba la decisión del equipo negociador de la dirección nacional sobre la investidura de Illa, consciente de que condicionaría su relación con el PSC al otro lado de la plaza de Sant Jaume. Los republicanos locales se movían en aguas revueltas con su militancia después de que en junio de 2024 -cuando ya se veía factible un acuerdo con el PSC en la Generalitat tras los resultados del 12 de mayo- la Federación de Barcelona había pospuesto sine die el congreso extraordinario en el que los militantes debían decidir si validaban o no el pacto de gobierno con el PSC. La Federación y la líder en Barcelona, Elisenda Alamany, estaban a favor, pero otros cargos apostaban por el no -también Ernest Maragall, ya retirado del consistorio, dijo que no era partidario- y el aparato del partido no tenía garantizada la victoria. Fuera como fuere, oficialmente el congreso se suspendió por problemas de aforo, pero en ningún caso se buscó una alternativa. Y de junio a agosto, ERC en stand by.

Salvador Illa, investido 133º presidente de la Generalitat de Catalunya el 10 de agosto de 2024 MIREIA COMAS

Los Comunes, por su parte, ya no tenían a Ada Colau y quedaron durante una temporada huérfanos en la ciudad repensando la estrategia. La exalcaldesa había jugado todas las cartas a una alianza triple con ERC para sumar «24 concejales progresistas», pero el mismo Collboni era la gran barrera para un acuerdo con Colau tras las turbulencias del mandato anterior. Con todo, la alianza de los Comunes con Salvador Illa hizo que durante un tiempo, la posibilidad de que los Comunes tuvieran alguna recompensa en Barcelona estuviera en la agenda política. Y lo mismo para ERC: se daba por casi hecha su incorporación una vez quedara aclarada la investidura, tres meses después de la suspensión del congreso con la militancia. Pero no se llegó a activar de nuevo el congreso, la militancia no votó y finalmente la nueva dirección de la Federación de Barcelona dejó el pacto en el cajón. Y la líder en Barcelona y número dos de Junqueras lo ratificó.

Junts anunciaba oposición beligerante

En cuanto a Junts per Barcelona, nunca ha renunciado a negociar puntualmente con el PSC -con quien suma mayoría absoluta- en temas troncales de la ciudad, pero la puerta que había quedado entreabierta antes de la investidura de Illa de formar gobierno en Barcelona quedó cerrada con candado. El grupo municipal, ya sin Xavier Trias, asumió el relato nacional del partido: oposición frontal al pacto PSC–ERC–Comunes y reivindicación del proyecto independentista como alternativa “coherente” ante lo que calificaban de “gobierno de normalización autonomista”. Junts denunció que el apoyo de ERC a Illa en la Generalitat reforzaba también a Jaume Collboni en el consistorio, y que esto dejaba a Barcelona “sin oposición real” a las políticas socialistas. Advirtió que la capital quedaba sometida a una doble mayoría “que asegura el control del Parlamento y de la plaza Sant Jaume, pero que no representa el mandato independentista que aún es mayoritario en los barrios de Barcelona”. Ahora bien, Junts aún no tiene cap de cartel para el 2027, un hecho que dificulta exhibir fuerza en la oposición frente a quien será su principal rival, el alcalde Collboni.

Imagen de archivo de la plaza de Sant Jaume / Jordi Play
Imagen de archivo de la plaza de Sant Jaume / Jordi Play

Collboni, blindado hasta el final del mandato

El pacto de investidura tuvo un doble efecto en la capital. Por un lado, un blindaje táctico de Collboni. La posibilidad de un acuerdo con ERC en el consistorio le dio al alcalde márgenes de maniobra —proyectos, convocatorias y gestión— con menor riesgo de bloqueo inmediato. La escena política exhibía un alcalde con capacidad de gobernar con menos miedo a una crisis inmediata. Pero del otro lado, aparecían tensiones y límites reales, porque esta “seguridad” no era absoluta. Collboni contaba con una ERC pacífica y unos Comunes que debían hacer muchos equilibrios para hacer oposición y al mismo tiempo no votar en contra de proyectos que llevaran la bandera de la izquierda.

En el ecuador de mandato del PSC en Barcelona, ERC no ha entrado finalmente en el gobierno, pero comparte las líneas maestras del ejecutivo municipal y es, de facto, un socio estable desde la oposición. Los Comunes, socios fidelísimos en el Parlamento, pero ya sin Ada Colau, y después de muchos meses de intentar ser socios de gobierno, marcan un perfil propio de oposición a la izquierda del PSC y de ERC con la mirada puesta en el 2027. Pero ni ERC ni los Comunes, socios de los socialistas también en Madrid, no son beligerantes con Collboni.

La investidura de Salvador Illa ha tenido un efecto mucho más allá del Parlamento y ha condicionado la política en la capital del país. El PSC, en Cataluña y en Barcelona, es el partido central, con una estabilidad indiscutible a pesar de la minoría aritmética. Tanto republicanos como comunes son conscientes de que en el próximo ciclo electoral las aritméticas podrían repetirse en el Parlamento y en el Ayuntamiento. Por tanto, si los socialistas continúan siendo los únicos capaces de articular mayorías, sus siglas serán decisivas.

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