Después de una larga trayectoria como militante del PSC y desencantado por la deriva del partido, Jordi Martí (Barcelona, 1965), un veterano de la política municipal, fichó el año 2015 por los Comunes para ejercer las funciones de gerente municipal. Desde entonces no ha dejado de escalar posiciones en el organigrama de la formación liderada por Ada Colau hasta situarse como número dos de la alcaldesa barcelonesa el 28-M. En estos comicios, precisamente, tendrá que volver a enfrentarse a Jaume Collboni, el candidato que le superó en las primarias que los socialistas celebraron en 2014 para escoger al representante con el que querían recuperar la alcaldía de la capital catalana, un objetivo que todavía no han logrado.
Han pasado nueve años de aquellas primarias del PSC. Si pudiera hablar con el Jordi Martí de entonces, ¿qué le diría?
Le diría que acertó. Yo buscaba que el PSC fuera una fuerza política como la que había sido históricamente, que
Su rival entonces fue Jaume Collboni, con quien hasta hace unos meses compartía gobierno. Usted fue muy crítico con su renuncia a la primera tenencia de alcaldía para preparar su candidatura. ¿Cree que el socialismo la entendió?
No, creo que es un gesto equivocado y que la ciudadanía se da cuenta. No puedes estar cuatro años en el gobierno, votando a favor de todos los grandes acuerdos que se han hecho y, de un día para el otro, caerte del caballo y decir que todo aquello no me gusta y que haría todo lo contrario. Creo que es un error seguramente fruto de cierta precipitación, es tener poca vista. Salir y dejar a tus compañeros de gobierno es un poco como abandonar el barco cuando eres capitán. No es un buen gesto para después poderse proyectar como futuro alcaldable de una gran ciudad como Barcelona.
Parece evidente que la relación con el PSC -o al menos con su jefe de filas- se ha deteriorado en este último mandato. ¿Esta situación aleja la posibilidad de revalidar la coalición?
No, no hay una degradación. Ahora estamos todos en campaña y el objetivo de todo el mundo es ganar, después veremos. Todos somos suficientemente mayores para distinguir entre las decisiones políticas y las relaciones humanas, que tienen que ir por otro lado. Del mismo modo que digo que el PSC ha cambiado mucho más que yo, yéndose hacia el centro e incluso hacia el centroderecha, os diré que la relación que mantengo con Collboni y Salvador Illa es buena y estoy convencido de que el progresismo y las izquierdas de la ciudad tienen que continuar entendiéndose. En esta ciudad siempre ha ganado la izquierda, estamos casi obligados a continuar entendiéndonos y transformando la ciudad en pro de la justicia social y de los grandes objetivos que la izquierda defiende de manera compartida.
Esta campaña electoral parece especialmente polarizada en el Colau sí, Colau no. ERC ya ha anunciado que no hará alcaldesa a la líder de BComú. ¿Les sorprende?
Creo que ERC está un poco perdiendo pie. En el fondo les ha pasado lo mismo que a Collboni: hago una cosa durante cuatro años y, de repente, cuando queda un mes, me olvido y hago todo lo contrario. A Maragall le pasará factura haber descartado hacer alcaldesa a Ada Colau. Ha cometido un error enorme. Durante estos cuatro años ha habido un gobierno de izquierdas en Barcelona con el PSC dentro y con ERC apoyándonos desde fuera. No puedes decir de golpe que no tienes nada que ver. Me parece que esto les está dejando sin una posición sólida ante la campaña electoral y los comicios.

Las encuestas sitúan por ahora un posible empate a cuatro que se decantará por pocos votos. ¿Ustedes respetarán a la lista más votada o se podría repetir el escenario de hace cuatro años?
Nosotros salimos a ganar y con el convencimiento de que tenemos muchas posibilidades de hacerlo. ¿Cuál es nuestro gran adversario en este momento? Lo diré claramente: la sociovergència. Parece que una gran parte del establishment y de los poderes económicos de la ciudad estarían encantados con una solución de estas. El peligro quizás no está tanto en Xavier Trias y Collboni, sino en que los dos sumen y quieran hacer ese retorno al pasado.
¿Les asusta esa posibilidad?
Asustar no, pero existe, es indiscutible. Las últimas posiciones de Collboni poniendo en entredicho incluso la unión del tranvía… la sensación es que están buscando todos esos puntos en común que dejan fuera ERC y los Comuns. Nosotros somos la única garantía para mantener las políticas sociales de transformación urbana y evitar este tipo de tentaciones a las cuales los grandes poderes económicos optarán sin duda al día siguiente de las elecciones.
¿Está en juego el modelo de ciudad?
Sí, sin duda. El terreno de juego de las elecciones es el modelo de los Comuns. Nadie habla de otro modelo, es este o lo
Uno de los puntos donde difieren más estos modelos opuestos es en la gestión del turismo. Precisamente, la semana pasada se evidenció un distanciamiento entre el Ayuntamiento y el Port por la limitación de los cruceros.
Nosotros somos tan prudentes que hemos pedido reducir el turismo de cruceros porque es el que no deja nada en la ciudad. La persona que llega, baja cuatro horas con la bolsita de pícnic en la mano y pasea por los
El Port argumenta que tiene las manos atadas.
Nosotros hemos analizado qué pasa con las navieras y hemos descubierto que hay dos, una que está a punto de acabar la concesión y otra que todavía no se ha hecho la concesión. Estas son las que proponemos parar. Esto no pone en peligro la seguridad jurídica, es simplemente una cuestión de voluntades.
¿Sería factible aumentar el número de cruceristas cambiando este modelo de
A medio y largo plazo, no lo sé. El mismo Port reconoce que hay un porcentaje de los cruceristas que no deja beneficios y que aporta poco en la ciudad. Pues reduzcámoslo. No se vale ponernos todos de acuerdo en el diagnóstico del problema, pero que la propuesta sea dedicar todo el puerto a los cruceros.
El choque de modelos también es evidente en el ámbito de la movilidad. ¿Cree que hubo cierta precipitación a la hora de llevar a cabo transformaciones urbanísticas del calibre de la superilla del Eixample?
No, lo digo con toda la contundencia. Esta es la línea que están siguiendo todas las grandes ciudades del mundo como Ámsterdam, París o Londres para limitar la movilidad del coche y reducir la contaminación. El espacio público de calidad es el que hace ciudad. A cualquier persona que esté en contra de la superilla le diría que vaya a hablar con los vecinos de la Meridiana, que hasta ahora vivían con una autopista y ahora lo hacen con un paseo verde. Nos da miedo la posibilidad de frenar este modelo en este momento porque cuando preguntas por políticas concretas hay una amplísima mayoría a favor de estos proyectos.

¿Y en cuanto a la Zona de Bajas Emisiones (ZBE)?
Por supuesto que no. Hemos mejorado los indicadores de contaminación atmosférica y han bajado las partículas en suspensión. Somos una de las ciudades más densas de Europa, vivimos ya muy apretujados, y la transformación en una ciudad más para vivir acabará siendo uno de los principales atractivos económicos de Barcelona. La atención internacional que está generando todo esto denota que la economía que nos interesa busca ciudades que sean cómodas para vivir, pero que a la vez sean saludables.
Entonces, ¿cómo explican las críticas?
Sinceramente, aquí tenemos a los sectores conservadores muy despistados sobre qué está pasando en el mundo. A mí me sorprende mucho que ni en España ni en Cataluña hayan aparecido unos liberales verdes como está pasando en muchos países europeos. Los Comuns estamos haciendo cosas que está haciendo gente como Anne Hidalgo en París, que es del partido socialista francés y que seguramente estaría en posiciones más parecidas a las de Collboni que a las nuestras, pero que tiene un compromiso con la cuestión ambiental muy contundente. Es sorprendente. Las críticas podrían tener sentido si los indicadores económicos en Barcelona fueran fatales, pero estamos liderando la recuperación económica en el Estado, tenemos 40.000 parados menos que en el 2015 y la deuda se sitúa por debajo del 30%. Algo debemos de haber hecho bien.
En el apartado económico, este mandato será recordado por el acuerdo de la Copa América y la consolidación de Barcelona como sede permanente del Mobile. Desde ciertos sectores de la derecha les acusan de querer asfixiar la economía...
La derecha nos decía que queríamos expulsar al Mobile y que renunciábamos a grandes acontecimientos porque dijimos que no a los Juegos Olímpicos de invierno. La Copa América o el ISE son proyectos que hemos puesto en marcha nosotros porque una ciudad que quiere ser capital tiene que ser una ciudad para vivir, pero dónde también pasen cosas de carácter global. Ni hemos hundido la economía ni somos malos gestores. Continuar diciendo que los Comuns nos cargamos la economía y la gestión pública… que busquen otros argumentos para hacernos daño porque estos tienen poco recorrido.
Y desde la izquierda consideran que ustedes se han vendido a las élites.
Esto ya nos pasaba con el Procés, que nos decían que éramos equidistantes. Hay una izquierda que ha optado por hacer una cosa tan legítima como no gobernar. Cuando optas por eso, puedes mantenerte en un estado puro y criticar cualquier cuestión desde una perspectiva de justicia, pero desde la pureza no transformaremos nada. La política exige ponerse a gestionar y también saber cuáles son las fuerzas con las que cuentas. Nosotros alardeamos de haber aprobado presupuestos en los últimos cuatro años. ¿Son los que hubiéramos hecho los Comuns? No. Puedes decir que nos hemos vendido, pero es que, si no lo hubiéramos hecho, ahora estaríamos en una situación mucho peor de la que estamos.
¿Cree que les puede pasar factura haber conseguido la alcaldía en 2019 gracias al apoyo de un partido de derechas?
No. Lo dijimos desde el primer momento, que se demostraría en pocos meses que esos votos regalados no condicionarían nada. Solo hay que ver todo lo que hemos hecho para darse cuenta. Escuchando a los candidatos de Ciutadans, Valents y de toda esta diáspora que tenemos de la derecha barcelonesa, ves que fue un gesto sin ningún tipo de rédito político. Todo lo que hemos hecho está en las antípodas de lo que pensaba cualquiera de sus representantes.
La Casa Orsola o el bloque de la calle de Tarragona son algunos de los últimos ejemplos de las problemáticas en materia de vivienda en la ciudad. ¿Se han tomado suficientes medidas para evitar casos de especulación inmobiliaria en torno a la superilla?
Esta ha sido una de las contradicciones de las políticas locales desde mediados del siglo XX. Parece que la alternativa es no hacer nada y dejar que la ciudad decaiga para no generar esta revalorización del patrimonio. Hasta que no se ha aprobado la ley de regulación de alquileres, nosotros teníamos muy pocos instrumentos para operar en el mercado. Pero, solo regulando el alquiler privado, no resolvemos el problema de la vivienda. Tenemos que construir vivienda pública, construir pisos privados de protección oficial que no puedan perder esta condición, tener un equipo antidesahucios… son una serie de medidas. Esto quiere decir que el sector de la vivienda tiene que estar tan intervenido públicamente como la educación o la sanidad. ¿Qué sentido tiene que me garanticen la educación de mis hijos o la salud si no les garantizan un techo? La vivienda está en la base de los derechos y necesita una intervención pública contundente.

La limpieza ha sido uno de los grandes quebraderos de cabeza de este mandato. El cambio de contrata no se ha aplicado con la celeridad esperada y en algunos puntos todavía hay quejas. ¿Qué ha fallado?
El momento de cambio de contrato es muy importante: se cambia todo el mobiliario, los contenedores, los camiones, etc. Esto hace que el modelo, cuando va llegando al final, note un poco el desgaste porque el material se ha ido envejeciendo y las empresas ya esperan el nuevo concurso. En una situación de normalidad, quizás tienes un último año complicado. ¿Qué nos ha pasado a nosotros? Que nos ha pillado la pandemia de por medio. Si a esto le añades el problema de la guerra de Ucrania… el cambio de contrato ha costado mucho más que el anterior y hemos tenido durante demasiado tiempo la sensación de que la cosa no acababa de funcionar. Creo que el tema ha ido desapareciendo de las polémicas de la campaña porque la gente es consciente de que la situación ha mejorado mucho ahora que ya tenemos las contratas desplegadas y el nuevo material en funcionamiento.
El otro gran foco de quejas ha sido la seguridad. En una intervención en el Círculo de Economía en abril, Colau denunció que los «discursos catastrofistas» estaban enmascarando los datos reales. ¿Barcelona tiene un problema de seguridad o es solo una percepción?
En una ciudad como la nuestra, conflictos y delitos hay siempre. Ahora bien, la única manera de saber si estamos bien es mirar los datos. Estamos un 18% por debajo del nivel delincuencial del 2019. Punto. ¿Qué hemos hecho en términos de seguridad? Hemos ampliado el cuerpo de la Guardia Urbana prácticamente con mil agentes y hemos mejorado la coordinación con los Mossos d’Esquadra. Esto en ningún caso es negar que en una ciudad como la nuestra se tiene que estar siempre atento, pero es indiscutible que los datos son positivos.
¿Ustedes lo atribuyen solo al hecho de que haya discursos interesados en contra de la gestión de los Comuns?
Es como con la economía, en parte seguramente es responsabilidad nuestra evitarlo. Siempre a la derecha se le ha adjudicado la etiqueta de que saben más de números y de seguridad, porque son gente de orden y seria con las cuestiones económicas. Y la izquierda, en cambio, somos mejores en las cuestiones sociales y en la atención a los vulnerables, etc. Yo desde hace mucho tiempo lucho contra esta estigmatización de las posiciones políticas porque la salida de la crisis del 2008 estuvo liderada por la derecha en Europa y fue un desastre. Tardamos años en recuperar los indicadores de desarrollo económico, aparte del sufrimiento bestial que supuso para millones de familias.
Barcelona es uno de los últimos bastiones supervivientes del gran apogeo de los Comuns en el Estado. ¿Perder la alcaldía sería una estocada a las ambiciones nacionales y estatales?
No, pero es que no la perderemos. Estamos muy convencidos de que ganaremos. Cuando tú juegas una campaña electoral con tus cartas, tienes la mitad del camino ganado. La política son tres cosas: proyecto, liderazgo y capacidad de acuerdo. Nosotros hemos demostrado sobresalir en las tres y seguramente en las tres somos los que estamos en mejor posición. No hay discusión de que tenemos proyecto de ciudad. Tenemos un liderazgo indiscutible, no creo que haya ninguno de los otros candidatos que se acerque. Y hemos tenido una capacidad de pacto con las izquierdas. Me cuesta creer que una ciudad como la nuestra, rebelde, inquieta, con vocación de cambio y de transformación deje pasar esta oportunidad. Estamos convencidos de que ganaremos y de que esto significará, a la inversa, un paso de consolidación del espacio político de los Comuns y de este gran espacio que se llama Sumar que Yolanda Díaz está liderando en toda España.
Trias ya ha dejado claro que no continuará como concejal si no es alcalde, y Collboni no entrará en un gobierno si no gana. ¿Y en vuestro caso?
Perdona, pero me parece alucinante. Que alguien se presente a las elecciones y diga,
Entonces, ¿la alcaldesa seguirá siendo concejala si no es alcaldesa?
Su compromiso con la ciudad es ineludible, lo ha repetido hasta la saciedad. Su pasión por lo que significa transformar una ciudad como Barcelona no ha hecho más que crecer en estos ocho años y, a la vez, esto despierta mucho más interés internacional que otros muchos estadios de la política en estos momentos. La presencia y la importancia de las ciudades a escala global es muy significativa y estoy convencido de que su único compromiso es con Barcelona.