El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, recibe este jueves un nuevo balón de oxígeno para alargar unos meses más gobernante sin una oposición articulada, que quizás ni siquiera se articulará durante todo el mandato. El 2 de mayo expiran los 30 días de los que disponía la oposición para presentar un candidato alternativo a la alcaldía, después de que el pleno municipal tumbara los presupuestos del PSC -solo ERC votó a favor- y que el alcalde perdiera la cuestión de confianza. Expirado el plazo, por la vía legal quedan aprobadas automáticamente las cuentas del 2024 y el alcalde Collboni ratificado. 3.800 millones de euros que el gobierno municipal administrará sin ninguna oposición para sacar adelante los proyectos que Trias per Barcelona, Barcelona en Comú, el PP y VOX rechazaron.
Una fotografía que, lejos de ser un fracaso político, como sí que ha sido en el Parlament y en el Congreso español, Collboni capitalizará esta imagen como una victoria. De hecho, puede sacar pecho de ser la única gran administración con los presupuestos del 2024 aprobados. En la Generalitat, Pere Aragonès no lo consiguió a pesar de tener el apoyo del PSC y los republicanos optaron para avanzar elecciones en vez de alargar el Gobierno con una prórroga presupuestaria. Y en Madrid, Pedro Sánchez ni siquiera lo intentó. Dos horas después de que el presidente de la Generalitat convocara el 12-M, el presidente español retiraba los presupuestos para evitar una derrota si ERC cumplía la amenaza de no votar a favor si los compañeros de Sumar en Cataluña le daban el batacazo.
Habrá andado casi un año en solitario, con solo 10 regidores -ni siquiera uno por distrito-, investido por una operación de Estado con la participación del PP y de los Comuns y, sobre todo, activando y desactivando las negociaciones para ampliar gobierno a conveniencia para administrar políticamente dos citas electorales inesperadas, el 23-J y el 12-M. Cuando Pedro Sánchez avanzó las elecciones españolas el día siguiente a constatar los males resultados del PSOE en las municipales en todo el Estado, Jaume Collboni puso el freno de mano a sus expectativas de dar grosor a la gobernabilidad de la ciudad, cuando se daba por hecho que los Comuns entrarían en el ejecutivo del PSC.

Y todo quedó en
Esperar a tener presidente de la Generalitat
Antes del anuncio del 12-M, los 5 regidores de ERC estaban a punto de hacer cajas para entrar en el gobierno municipal. En febrero habían anunciado el acuerdo de presupuestos, pero Collboni iba dilatando los tempos -parecía que tenía una bola de cristal que le permitía conocer la decisión de los Comuns de tumbar las cuentas en la Generalitat y precipitar elecciones- y dejando al partido de Ada Colau en tierra de nadie sobre la posibilidad de materializar un tripartito en Barcelona. Pero con el 12-M, el mismo Collboni ha vuelto a cerrar su despacho a las negociaciones, a la espera de ver los resultados. Y a partir de la noche electoral, el PSC hará sus cálculos. En este escenario, Collboni ve «posible pactar en verano», es decir, después de conocer quién es investido presidente, con la fecha tope del 25 de junio. Y es que los vasos comunicantes a ambos lados de Sant Jaume son más fluidos ahora que nunca.
Si, como dicen las encuestas, Salvador Illa vuelve a ganar las elecciones y puede formar gobierno con ERC y Comuns, o bien con Junts, porque no hay mayoría absoluta independentista o porque no hay acuerdo, habría dos opciones, que ERC o Junts acepten o que haya repetición electoral. Pero en todo caso, el color del presidente, y sobre todo, el color de quien lo invista, tendrá impacto directo en la decisión que tome Collboni, que a estas alturas, sin la contaminación de las urnas del 12-M, asegura que con un refuerzo de los 5 regidores de ERC tendría bastante para llegar como mínimo en otoño, cuando tendría que volver a poner en marcha la rueda de los presupuestos del 2025. Este escenario A, en el que Collboni ampliaría gobierno después de saber quién apoya al candidato del PSC en la Generalitat y quién no, es hoy por hoy el escenario más factible. Pero hay también un escenario B, que tiene que ver con el factor Ada Colau.

¿Entrada rápida de ERC para evitar la presión de Colau en el Parlamento?
Y es que desde el minuto cero de partido que Collboni -el PSC comentaba que «no puede haber dos alcaldes»– ha hecho manos y mangas por retrasar al máximo la entrada de Barcelona en común, y en concreto, de Ada Colau, a su ejecutivo. Por el contrario, decidió poner ERC en solitario en la ecuación de la gobernabilidad cuando nadie lo esperaba, justamente para intentar que los Comunes dejaran de condicionar su voto a los presupuestos a las sillas en el gobierno. En este contexto, algunas fuentes apuntan que el PSC y ERC no descartan formar gobierno inmediatamente después del 12-M, sin esperar a la investidura del presidente ni a las negociaciones entre grupos parlamentarios.
Así, ERC entraría al gobierno del PSC y no se daría margen a Ada Colau para presionar en el Parlamento en caso de que los escaños del partido lila sean necesarios para investir Salvador Isla, o para impedir una investidura independentista, como hicieron en Barcelona con la operación Collboni. Simple y llanamente, el bipartito podría ir haciendo hasta como mínimo el otoño con 15 regidores y los presupuestos aprobados, una cifra que permitiría cierto respiro al equipo actual, aunque no diera la mayoría absoluta. La idea, señalan fuentes municipales al TOT, sería que Barcelona «no sea moneda de cambio en el Parlamento», es decir, que los Comunes no pusieran como condición para investir Salvador Isla – o para impedir la investidura de Aragonès o de Puigdemont- la entrada en el gobierno de Barcelona. Y en cuanto a los Comunes, según ha podido saber el TOT Barcelona, no se plantean la hipótesis de liberar Collboni de Colau con un cargo en la Generalitat para facilitar el pacto en Barcelona, porque, de hecho, la exalcaldesa podría incluso repetir como candidata el 2027.

En cualquier caso, en Sant Jaume el alcalde no moverá ficha hasta como mínimo la noche del 12-M. Entonces la aritmética empezará a dar pistas sobre los movimientos que más podrían convenir al PSC barcelonés. Lo que es seguro es que nada será improvisado. Hasta ahora el alcalde ha salido airoso de todas las batallas y hace once meses que gobierna con una oposición totalmente satelizada, administrando la coyuntura política convulsa como nadie. El gobierno más minoritario de la historia tiene las cuentas aprobadas y marca líneas claras de gobierno sin que los otros 31 ediles del pleno se pongan de acuerdo para parar nada.


