El candidato de ERC, Ernest Maragall i Mira (Barcelona, 1943) llega a sus segundas elecciones municipales como candidato republicano con una victoria en el saco, la de 2019, y con las siglas del partido gobernando en la Generalitat. También con una rival electoral, Ada Colau, que cada día le ‘agradece’ que no haya hecho oposición al bipartito, y con otro rival en el nicho nacional, la candidatura de Xavier Trias. Además, Maragall parte de una ventaja no menor: sus rivales, salvo la derecha españolista, no lo han excluido de las aritméticas electorales. Por contra, varias encuestas han descabalgado al republicano de la lucha por la victoria. Sea como fuere, Maragall arranca la campaña con el reto no solo de repetir victoria de ahora hace cuatro años, sino de dar un nuevo balón de oxígeno en un Gobierno de la Generalitat que, en minoría, quedaría muy reforzado con la plaza municipal más importante del país.
Hagamos un viaje cuatro años atrás, la noche electoral del 2019. ERC gana las elecciones. ¿Qué sentimientos tiene usted de aquella victoria?
Es un momento de exaltación, de culminación de un recorrido, de un proyecto y una aspiración. Se abría un campo de responsabilidad significativo para la izquierda y para mí mismo. ¡Pensé, manos a la obra!
¿Y en qué momento ERC y el candidato toman conciencia de que la alcaldía no será republicana?
El pacto empezó la misma noche, como máximo al día siguiente. Había sumas posibles, pero fue una decisión tanto de Colau como de Collboni de reorientar la mayoría. Lo tenían pensado solo conocer los resultados, pero gestionaron el tiempo hasta el 15 de junio.
Desde el PSC dicen que usted se dejó perder la alcaldía al proclamar aquella noche que Barcelona sería capital republicana.
¿Esto quién se lo cree? Simplemente, querían repartirse el poder. El Estado repartiéndose el poder. ¿El señor Collboni podía utilizar el argumento antiindependentista, pero la señora Colau? Diría que no, si no es que ella piensa efectivamente que impedir que haya un alcalde republicano es un objetivo digno y coherente con el progresismo de izquierdas que defiende.
Y ahora un salto de cuatro años adelante y ERC llega a estas elecciones con una victoria de 2019 y con la presidencia de la Generalitat. ¿Las municipales serán también una validación o una censura de la estrategia de ERC del diálogo y apoyo al gobierno de Madrid, y a la vez en Barcelona, haciendo una oposición discreta a Colau, hasta el punto de que la alcaldesa ha agradecido en reiteradas ocasiones su colaboración?
Hemos hecho una oposición responsable, pensante en la ciudad y Colau, irresponsablemente, ha intentado cada día hacernos este abrazo del hueso.
Dentro de ERC Barcelona hay voces que piensan que se tendría que haber hecho una oposición feroz en el gobierno de Colau y Collboni. ¿Usted se lo ha pensado?
Hemos tenido una pandemia, una situación económica compleja, una crisis energética, una inflación destructiva… todo esto ha tenido un impacto muy doloroso sobre la equidad y la cohesión social. Y el interés general de la ciudadanía, aquí y por todas partes, está por sobre. Pero alerta, las relaciones con el Estado, con el gobierno socialista, no quiere decir que seamos amigos, al contrario, somos adversarios más definidos que nunca. Tenemos que confrontar con ellos, negociar y obtener resultados en beneficio de esta ciudadanía. ¿O es que al ciudadano le podemos decir que se espere que nos acabemos de pelear y se resuelva en conflicto para tener resultados tangibles en vivienda, movilidad o economía? ERC el que ha hecho es tener responsabilidad institucional.
¿Ernest Maragall no recularía ni un milímetro para hacer una oposición más dura a los dos socios que pactaron para evitar que usted fuera alcalde?
No, no lo haría. El hecho que nosotros no hayamos hecho una oposición frontal y destructiva permite que ahora otras lo intenten, como el señor Trias. De hecho, cuando anunció que volvía y que confrontaba con Colau tuvo un efecto inicial, porque hacía algo que los otros no habíamos hecho. Pero el efecto se está deshaciendo y queda claro que el futuro de Barcelona no implica elegir Colau o Trias, 2015 o 2011. Justamente, nuestra oposición responsable nos otorga credibilidad para representar la gran mayoría de la ciudad. ERC se puede dirigir a la inmensa mayoría de la ciudadanía, mientras que el PSC, Colau y Trias se dirigen a nichos muy delimitados.
Usted ha dicho que no hará alcaldesa Ada Colau. ¿No es peligroso, este veto?
De entrada, nadie tiene derecho a abusar de nuestra actitud responsable. No estamos obligados a nada, no tenemos ningún contrato firmado con nadie. Los republicanos hemos venido a liderar, no a hacer de muleta de nadie. Estos cuatro años nos han servido para escuchar la ciudad y estamos en las mejores condiciones para ser una alternativa real de presente y de futuro.

En todo caso, Jaume Collboni y Xavier Trias afirman que respetarán la lista más votada.
Basándome en la experiencia diría que mienten. Pero que cada cual diga el que le parezca, esto forma parte de la necesidad de distinguirnos y ser claros ante la ciudadanía.
¿Si usted no gana, permitirá que gobierne la lista más votada o intentaría un pacto alternativo?
Yo aspiro a ganar y liderar, consciente que habrá que construir un gobierno estable, fuerte y reconocible en su contenido y proyecto, con la síntesis que sea necesaria. Pero tienen que ser los ciudadanos los que nos aseen a las urnas, y entonces tenemos que ser capaces de interpretar correctamente la decisión democrática de los ciudadanos.
No me ha respondido.
Es que tenemos un abanico relativamente abierto de posibilidades para que, a partir de nuestro liderazgo, salga un gobierno fuerte.
En una entrevista en el TOT Barcelona, usted dijo que los Comunes eran el aliado natural de ERC. ¿Lo continúan siendo?
Lo dijimos en el sentido que había un tipo de imagen socializada, previa, a priori. Ahora no lo tenemos que negar, pero sí afirmar nuestra propia capacidad de liderar cualquier alianza, esta u otra.
Ernest Maragall podría ser alcalde tanto con Xavier Trias como con Ada Colau o Collboni?
Primero, que los ciudadanos nos ordenen a las urnas, y después ya estaremos en condiciones de tener esta conversación. Lo tendremos que tener, no habrá mayorías absolutas. Pero tenerla ahora solo ayuda los que están interesados a generar confusión.
¿No excluye ninguno de estos tres socios?
Excluir socios es tan imprudente como formular compromisos de alianzas. Nuestra línea roja es nuestra convicción y nuestro proyecto, que lucharemos hasta el último instante para que gane y sea la base de la nueva Barcelona.
¿La independencia aparecerá en campaña electoral?
La palabra independencia está cada día presente en la vida política de este país, en la sociedad de esta ciudad y de este país. Pero es obvio que el 28-M no es ni un referéndum sobre la independencia ni un contraste de estrategias de como llegar a la independencia. Estamos hablando del interés general de esta ciudad, y esto incluye también un ámbito de derechos y libertades. Y en este sentido, Barcelona es también expresión de proyectos de libertad y de emancipación colectiva.
Se habla mucho de confrontación de modelos de ciudad de Colau y de Trias, ¿pero Ernest Maragall cree que Barcelona tiene realmente un modelo de ciudad?
Es un modelo de la ciudad de Colau, pero no un modelo de ciudad. Estamos hablando de urbanismo táctico, de qué tipo de mobiliario más o menos se puede poner en la calle, de unos cuartos proyectos de esos verdes en unas determinadas zonas. Pero no hablamos de ciudad. No tenemos ni estrategia, ni rumbo ni camino delimitado.
¿Qué modelo tiene en mente ERC, a grandes rasgos?
Todo esto lo tendremos que construir a partir de un liderazgo público y un Ayuntamiento fortalecido, creíble y que tiene el respeto de la ciudadanía, capaz de abrir un diálogo real con una sociedad que ahora se lo mira todo de lejos, enfadada y disgustada, porque no se siente interpelada. Tenemos que sumar, asumir riesgos y construir acuerdos palmo a palmo, sector a sector. Y también recuperar la cooperación con las otras instituciones.
Es difícil construir un nuevo modelo de ciudad en cuatro años.
Seguramente, no, pero tiene que empezar el 29 de mayo con un cambio de clima y de actitud, un cambio de calidad en las relaciones con la ciudadanía y con todos los sectores de la ciudad.
Y con Xavier Trias alcalde Barcelona tenía un modelo de ciudad?
Tampoco. Yo diría que el modelo olímpico fue el último que consiguió poner la ciudad al mapa en todos los sentidos. Pero fue tan potente que después no se ha sabido gestionar aquel éxito. La Barcelona olímpica fue un modelo de actitud, de estrategia y de ambición. De hecho, teníamos una ciudad más cohesionada y equitativa hace veinte años que ahora. Un retroceso que tiene que ver con la gestión que han hecho Trias, Colau y Collboni.

Al gobierno del Estado y en Barcelona gobiernan los mismos partidos. Siendo gobiernos amigos, no se ha avanzado nada en cuestiones tan fundamentales como el servicio de Cercanías, que impacta directamente en la movilidad de los 500.000 trabajadores de la ciudad que vienen del Área Metropolitana. ¿Cómo explica que el Ayuntamiento de Barcelona no haya obtenido ningún rédito de este gobierno amigo?
El Ayuntamiento ha dimitido de su responsabilidad y de su liderazgo metropolitano. No ha habido ni debate público, ni negociaciones con éxito o sin, porque no se han planteado las cuestiones. Desidia pura.
¿Y ERC, cómo lo hará?
No me fijaré en quién es el partido que hay delante, porque Barcelona, por ella misma, tiene suficiente fuerza para negociar y llegar a acuerdos que, de hecho, son beneficiosos para todo el país. Hace falta una alianza exprés entre Ayuntamiento y Generalitat y con toda la red de municipios del país.
Más allá del urbanismo, las supermanzanas están generando algunos efectos secundarios como la gentrificación o el desplazamiento del tráfico en otras calles. Precios más altos a Consell de Cent y devaluación en València, por ejemplo. ¿Se puede corregir este efecto, o ya no hay tiempo?

Ciertamente, ya vemos efectos contraproducentes de cómo se han planteado estos ejes verdes concentrados en unas pocas calles. Desde ERC proponemos definir criterios de pacificación y reducción del tráfico, no en 21 calles, sino en toda la ciudad. Si damos más dimensión en el espacio público para peatones, estaremos reduciendo gradualmente el tráfico de vehículos de forma más racional y equitativa. Ahora tenemos el 40% del espacio público peatonal y el 60% para los vehículos, y tenemos una estrategia global para invertir el porcentaje. Si lo conseguimos, estas intervenciones tan intensas en 21 calles de la ciudad se aligerarán. Y tenemos que ver también como haremos frente a posibles efectos en la diversidad del comercio en el Eixample y como evitamos la expulsión de más vecinos y comerciantes a causa del incremento de los precios que ya ha llegado. Todo urbanismo altera valores. Cada vez que te tomas una decisión, tienes que tener en cuenta la intensidad de este cambio y el conjunto de los efectos que estás generando en cada decisión urbanística. Y aquí se han hecho actuaciones físicas sin tener en cuenta los efectos, por razones más bien ideológicas.
¿Podrá ERC garantizar que los barceloneses puedan seguir viviendo en la ciudad y no ser expulsados por los elevadísimos precios o por la sangría de los fondos buitres que convierten hogares en pisos turísticos?
Justamente, este es el objetivo central de todo el debate sobre el modelo de ciudad. Antes de que nada, hay el derecho básico a permanecer en tu ciudad. Los barceloneses tienen que tener derecho a ser barceloneses y tener derecho a decidir donde quieren vivir. Pueden decidir marchar, que también está muy bien, pero tiene que ser una decisión, no una expulsión. Hay de haber más oferta pública y privada, pero también hacen falta dos patas más, formación y ocupación. Necesitamos ocupación en sectores cada vez más productivos y generadores de valor añadido que justifiquen los salarios más altos. Ahora bien, una de las promesas estrella de Colau era la vivienda pública, y el balance es de 2.300 viviendas en ocho años… Por lo tanto, no hablamos de un problema ideológico con la vivienda en Barcelona, sino de mala gestión. Colau ha demostrado con creces la incapacidad de pasar de la ideología a la gestión.
La alcaldesa ha estado más activista que gestora?
Su ideología ha acabado expresándose como contradicción con la acción. Ha decidido quién era amigo y quien enemigo, enfrentándose en vez de buscar el entendimiento y la cooperación con muchos sectores que necesitan salir adelante políticas públicas. Y en vivienda, Colau ha cometido el error grave de hacer política disuasiva en vez de promover la oferta pública y nos hemos quedado por debajo del 2%. Nos hace falta la aplicación adecuada del 30%, pero también fomentar la inversión privada, porque con las buenas intenciones no es suficiente. Al final, Colau ha conseguido parar absolutamente la inversión y ha limitado mucho la capacidad de generar nueva vivienda.
¿ERC es capaz de encontrar el promedio entre la tremofobia y la barra libre en el turismo?
Tenemos una Barcelona de blanco o negro, de bonos y malos… Necesitamos un punto intermedio, pero sobre todo, inteligente y equilibrado. Es también una cuestión de país que requiere consenso con todos los agentes económicos implicados y también con la Generalitat y el Puerto de Barcelona. Tenemos 400 millones del recargo de la tasa turística, que tenemos que saber utilizar en aquellas zonas de la ciudad donde la masificación turística ha tenido un mayor efecto degradador. A ERC apostamos por un turismo regenerador, que es más que sostenible, porque busca una aportación concreta en la ciudad.
Empieza a pasar que Barcelona ya no es lo que la gente se esperaba encontrar. Y si no lo corregimos, acabará siendo letal para el mismo sector turístico. Pero va más allá del modelo turístico. Barcelona necesita una economía fuerte y activa que concilie la innovación y el desarrollo de la industria con una alianza de país.