Desde hace dos años, Jaume Collboni gobierna en solitario el Ayuntamiento de Barcelona, con solo 10 concejales, la cifra más baja en toda la historia de más de 40 años de democracia. Aun así, el alcalde dirige la ciudad cómodamente. El sistema se lo permite. Puede sacar adelante proyectos clave que presentará como obra de gobierno en las municipales de 2027. Y las proposiciones que la oposición aprueba en comisiones o plenos no son de obligado cumplimiento para el ejecutivo. Pero buena parte de las grandes decisiones de los dos años de mandato se le han atragantado. La última ocasión ha sido este mismo miércoles. Junts per Barcelona, el único partido con el que Collboni podía pactar una revisión de la normativa del 30%, ha decidido romper las negociaciones.
A lo largo de este tiempo, Collboni no ha conseguido cerrar un gobierno de coalición con Barcelona en Comú y ERC (o solo con los republicanos), no ha aprobado ninguno de los dos presupuestos anuales por la vía ordinaria y tuvo que prorrogar las ordenanzas fiscales de 2024 (las de 2025 las sacó adelante con Comuns y republicanos, poniendo el foco en la fiscalidad turística y con un acuerdo de última hora entre Sanz y Collboni para eliminar dos terminales de cruceros). Además, el alcalde ha sido reprobado tres veces, al igual que lo han sido la primera teniente de alcaldía Laia Bonet -en comisión y en el distrito de Gràcia, del que es concejala-; Lluís Rabell, como concejal de Horta-Guinardó, y David Escudé, como concejal en el distrito de les Corts. Por otro lado, este viernes el alcalde tendrá que enfrentarse a un pleno extraordinario, forzado por Junts y los Comuns, del que saldrá escaldado políticamente. La presidenta de Barcelona en Comú en el Ayuntamiento, Janet Sanz, considera que Collboni «ha incumplido todos los compromisos con los que llegó a la alcaldía». Y el presidente de Junts en el Ayuntamiento, Jordi Martí Galbis, pone sobre la mesa la «fragilidad» del gobierno de Collboni y la «incapacidad de llegar a acuerdos».

El presidente de Junts se ha explayado en las críticas a Collboni. Lo ha hecho responsable principal, junto con su gobierno, de no haber cerrado un acuerdo para revisar la normativa del 30%, que desde 2018 obliga a los promotores a destinar este porcentaje a vivienda social en las nuevas promociones y las grandes rehabilitaciones. Tras tres meses de conversaciones, Martí Galbis ha recordado que Collboni dijo que la modificación del 30% era una «prioridad» para él y que la quería tener lista durante los primeros 100 días de gobierno. Han pasado dos años y no lo ha logrado. Esta ruptura de las negociaciones ha sido el primer fracaso importante de Collboni después de que hace un mes y medio reordenara el gobierno para encarar la segunda parte del mandato e hiciera un discurso triunfalista, afirmando que Barcelona ha mejorado y que el PSC ha ejecutado o tiene en marcha el 85% del plan de gobierno.
El primer jarro de agua fría: las ordenanzas fiscales de 2024
En otoño de 2023, el primer año de mandato, Collboni recibió el primer jarro de agua fría. En la comisión de Economía de octubre, toda la oposición le rechazó las ordenanzas fiscales para 2024, que finalmente se tuvieron que prorrogar, ya que los socialistas no consiguieron los apoyos necesarios para aprobarlas. A finales de marzo de 2024, todos los grupos municipales -menos ERC– rechazaron los presupuestos municipales para ese año y Collboni tuvo que hacer uso de la cuestión de confianza para sacar adelante unas cuentas de más de 3.800 millones. La cuestión de confianza es una herramienta que la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG) permite a los gobiernos en minoría para aprobar los presupuestos, con el límite de dos veces por mandato. Y un mes después, los votos de Junts, PP y Vox fueron suficientes para no aprobar el Plan de Actuación Municipal (PAM), la hoja de ruta del gobierno de Collboni. Por el contrario, a inicios de mandato, Collboni aprobó con Junts una modificación de la Ordenanza de terrazas.

Un mandato extraño desde el inicio
El mandato municipal actual ha sido extraño desde el primer día. El 28 de mayo de 2023, Xavier Trias ganó las elecciones claramente, con 11 concejales y cerca de 150.000 votos. El PSC de Collboni sacó 10 ediles y Barcelona en Comú, con la exalcaldesa Ada Colau al frente, se quedó con nueve. Trias tenía previsto formar un gobierno de coalición independentista con el ERC de Ernest Maragall. Pero el 17 de junio de 2023, un pacto imposible de digerir -con los votos a favor de los Comuns y PP- le cerraron el paso a Trias y al independentismo en la alcaldía. Hace unos días, en una entrevista con el TOT, Sanz decía que tuvo que elegir entre susto o muerte. «Era Xavier Trias o Jaume Collboni. Confiaba en que Collboni haría políticas más progresistas». Pero a su parecer no ha sido así. «Collboni está decepcionando al votante progresista porque sus políticas no son de izquierdas. Son políticas que han regalado el centro de Barcelona a la F1, y a Louis Vuitton, el Park Güell».
Lo cierto es que Barcelona en Comú confiaba en cerrar un acuerdo de gobierno con el PSC, como había pasado a la inversa en el mandato 2019-2023, y un año y medio entre la primavera de 2016 y el otoño de 2017. Pero Collboni, a pesar de expresar públicamente que quería un gobierno progresista en la ciudad con los Comuns y ERC, mantiene unas relaciones muy distantes con los ecosocialistas y un modelo de ciudad en las antípodas, y este tripartito no se ha visto por ninguna parte. De hecho, los posicionamientos de Collboni y Sanz se han ido alejando con el paso del tiempo hasta el punto que el PSC rompió, a principios de 2025, las negociaciones con Barcelona en Comú para cerrar un presupuesto para este año. El PSC aseguró que las exigencias de los Comuns eran cada vez más elevadas y que no tenía sentido continuar hablando. El distanciamiento que Collboni mantiene con Barcelona en Comú contrasta con las buenas relaciones que hay con el ERC de Elisenda Alamany. Es el único partido que ha votado favorablemente los dos presupuestos de Collboni hasta ahora y ambas formaciones llegaron a cerrar un preacuerdo para formar un gobierno de coalición en junio de 2024 que, en buena parte, no se concretó por la crisis interna de los republicanos.

Otra piedra en el zapato: la Ordenanza de civismo
Ahora, a menos de dos años para las elecciones, y a la espera de qué pasa con la conexión del tranvía por la Diagonal, los acuerdos políticos entre los grupos municipales aún serán más difíciles y habrá que ver si para aprobar las cuentas de 2026, Collboni tiene que recurrir de nuevo a la cuestión de confianza. Hace pocos días, Junts y Comuns ya evidenciaron que no darán aire al alcalde y le rechazaron una modificación de crédito del presupuesto por valor de 100 millones para 2025. Y a finales de año, el PSC se encontrará con otra piedra en el zapato: la modificación de la Ordenanza de civismo. Collboni ha planteado un endurecimiento y tendrá que decidir con quién quiere bailar esta canción. O ver, sencillamente, si encuentra pareja de baile.