No olvidemos nunca quiénes somos ni por qué estamos aquí. Este es el mensaje que colocó Ada Colau en la puerta de su despacho después de ser investida alcaldesa de Barcelona el 13 de junio de 2015, con el apoyo de ERC, el PSC y un concejal de la CUP. Quien había sido activista social y líder de la PAH en Barcelona se convertía no solo en la primera mujer que recibía el bastón de alcaldesa de la capital del país, sino en la primera máxima autoridad en la ciudad que no provenía de las estructuras de un partido clásico. El día de la investidura, unas 3.000 personas llenaban la plaza de Sant Jaume con el grito de Sí se puede. Desde dentro del Ayuntamiento, Colau prometía «abrir las puertas» del consistorio a la ciudadanía para que los vecinos y vecinas decidieran el diseño y aplicación de las políticas públicas. Pero hacía un aviso: «Nos enfrentaremos a poderes fuertemente establecidos en la ciudad. Yo sola no soy absolutamente nadie. Soy una vecina y una parte pequeñísima de esta ciudad».
Hoy, nueve años y pico después, quien ha sido alcaldesa durante ocho años, con pactos que han evidenciado grandes contradicciones ideológicas para mantenerse en el poder, renuncia a su acta de concejala en la oposición. Se aparta, como mínimo temporalmente, de la primera línea política municipal. Deja algunas luces en la gestión municipal, transformaciones relevantes, pero también carpetas que han constatado un gran fracaso. Colau llegaba para hacer honestamente una revolución social desde la institución, como planteaba Podemos con aquel Sí se puede, pero aquella mujer revolucionaria ha acabado siendo engullida por un sistema político clásico que no admite muchas grietas. Ada Colau ha intentado reformar el sistema y cambiar el modelo de ciudad. Pero al frente se ha encontrado un muro potente, a veces transversal, a veces más débil. Hasta el punto que la ciudad se ha dividido en amores y odios, blancos o negros, alrededor de su persona. Colau sí, Colau, no. El TOT Barcelona pregunta a politólogos sobre la figura de Ada Colau, si es un adiós para siempre y las razones por las que la revolución ha terminado en reforma.

Revolución, pero con el paraguas clásico de ICV
El consultor en comunicación y profesor de Comunicación Política de la Universidad de Barcelona Pau Canaleta se remonta al contexto que permitió el nacimiento de una Colau candidata desde la calle. “En 2011, una mayoría absoluta del PP en Madrid y en Cataluña con CiU en el Gobierno, la oposición, en este caso el PSOE y el PSC, no fueron alternativas, y cuando falla la alternativa, emerge Podemos y Barcelona en Comú. Son momentos en que los partidos están muy distanciados de la ciudadanía, y esto es una gran ventana de oportunidad para gente que nunca ha hecho carrera política. Y Ada Colau, abre esta ventana de par en par, con más potencia que Podemos”. Pero Canaleta advierte que, justamente en este inicio, Colau y el movimiento ya ponen un pie en el sistema, porque se necesita una estructura para dar el salto a las instituciones: “Con Colau tienen un hiperliderazgo, pero no estructura, y aprovechan la de ICV, de manera que aunque no quieran, acaban haciendo un partido tradicional como los demás. Se da la paradoja de que Colau quería hacer una revolución, pero acaba integrándose en una estructura típica para gobernar instituciones”.
Canaleta también apunta que la Colau más revolucionaria no calculó que tendría que enfrentarse a “contrapoderes de lobbies en la sociedad y en los medios”, pero también “un sistema administrativo que hace muy complejos los cambios”, así como “la evidencia de que se necesita una cierta estructura de partido clásica para gobernar, y esto es pesado y no tiene nada que ver con el movimiento del 15M”.

Por su parte, el profesor de comunicación política de la UPF-Barcelona School of Manegement Toni Aira señala también que Ada Colau tiene el mérito de haber sabido abrir la ventana de oportunidad que surgió en 2015: «Ella era una persona con una vocación muy política, percibió muy bien un cansancio social manifiesto y un sentimiento de indignación por la crisis económica y financiera, que derivó en una crisis de confianza en las instituciones. Colau surfeó esta ola y la catapultó a Barcelona», dice Aira.
También destaca que tuvo el olfato y la ambición necesaria para ganar, pero al mismo tiempo, opina que Colau ha sido víctima de unas expectativas «demasiado altas», que han provocado una «frustración desproporcionada». Según este experto, Colau ha podido hacer una política «con acentos», pero no rompedor, y el hecho de querer mantenerse en el poder la ha llevado a «ser alcaldesa con unos votos que ponían en contradicción su revolución», en referencia al pacto con la derecha de Manuel Valls en 2019. De hecho, en 2019 los Comuns hicieron un anuncio de campaña en el que Ada Colau alcaldesa conversaba con Ada Colau activista, reconociendo ya estas primeras contradicciones.
Rompedora, pero dentro del sistema
El profesor de la Universitat Oberta de Catalunya Ivan Serrano sí que apunta que Colau ha llevado «maneras de hacer rompedoras y una agenda política contemporánea», pero también ha entrado de lleno en el sistema clásico. Serrano apunta varios elementos: «En realidad, Colau surge del entorno ideológico de ICV, y al final, repite el modelo de líder carismático de un movimiento muy centrado en ella misma. En resumen, lidera la modernización del espacio natural de ICV, pero no ha ido más allá y ha mantenido la tradición de que su socio prioritario sea el PSC«.
En esta línea se pronuncia la politóloga Eulàlia Solé, que pone el énfasis en el hecho de que cuando uno está en el mundo del activismo social, «es muy fácil decir cómo se harían las cosas, pero una vez entras en las instituciones, percibes los matices, te enfrentas a los poderes y también tienes que ayudar y ceder ante los que te han ayudado a llegar al poder». Solé reconoce que Colau y los Comuns han introducido una «nueva manera de hacer comunicación política más fresca, como ya ocurría en EE.UU. y en Europa, pero no en nuestro país», pero esto no impidió que «el aura de ilusión del primer mandato comenzara a ver las contradicciones y las fisuras», que terminaron con la investidura de Colau con los votos de Valls-Cs.
La politóloga también destaca otras contradicciones que ha enfrentado Colau durante sus mandatos, y que evidencian que ha acabado engullida por el sistema: «Se da cuenta muy rápidamente que cobrar 2.200 euros mensuales no tiene ningún sentido, aceptar una limitación salarial como esta es sintomático de no entender qué implica liderar una gran institución del país». También se refiere al MWC, ya que «se presenta diciendo que lo cerrará y que luchará contra el establishment, pero acaba siendo una persona muy presente en los MWC». Y un tercer ejemplo de Solé: «Defiende la Copa América cuando se anuncia, y ahora cuando ya sale de la política decide que no le gusta. Todo esto pone de manifiesto que la revolución que se debía hacer ni es tan fácil ni habían reflexionado sobre las consecuencias», concluye la politóloga.

¿Epitafio político o regreso en 2027?
El experto en comunicación política Pau Canaleta también analiza por qué Colau mantiene, a pesar del retiro, un hiperliderazgo. Señala que «sabe atraer electores más allá de la izquierda tradicional», y destaca que en Barcelona, actualmente es la candidata más votada y valorada entre los menores de 40 años. «Su gancho electoral aún es potente, y esto a la vez es una maldición que ha hecho que Collboni no la quiera en su gobierno», dice Canaleta, que no descarta un regreso de Colau en 2027. «Dependerá de qué quiera hacer, marcharse y cargar para volver a hacer una campaña, como Pasqual Maragall, o retirarse, pero en todo caso el hiperliderazgo lo mantiene y será igualmente la gran referencia de los Comuns, en el partido y en la calle». Desde el punto de vista de la oportunidad, Pau Canaleta advierte que «ahora estamos en una ola muy conservadora, y quizás sí que hay un cansancio de la izquierda moderada y ella lo aprovecha para volver», sentencia.
Por su parte, Eulàlia Solé destaca que, “a estas alturas, los Comuns no tienen un relevo a Ada Colau, y esto también la empuja a guardarse la carta a ver qué pasa hasta 2027, porque el activo principal del partido sigue siendo ella, tanto en el partido como en la calle. A quien escuchan es a Colau, y les conviene que mantenga un pie dentro. Pero es comprensible que no quiera pasar el trago de estar en la oposición y ahora se retire”, remata Solé.