«Horror», «escándalo», «aberración», «burla»… Son algunos adjetivos que utilizan vecinos y comerciantes de la calle Consell de Cent cuando se les pregunta por la posibilidad de que se acabe aplicando la sentencia de un juzgado de Barcelona que condena al Ayuntamiento de Barcelona a «revertir» la pacificación del eje verde de esta calle, en el tramo que va de la calle Bruc a la calle Casanova. Curiosamente, quienes impulsaron la denuncia, Barcelona Oberta, una asociación que representa a 21 ejes comerciales del centro de Barcelona, con Foment del Treball, creen que la justicia se ha pasado de frenada queriendo enviar a «los paletas» a la calle para reventarlo y dejarlo cómo antes. «Este conflicto no se resuelve con paletas, sino con diálogo», decía Gabriel Jené, jefe de filas de Barcelona Oberta, intentando esquivar los daños de la explosión producida por la sentencia, encontrando una salida negociada con el Ayuntamiento sin que la sangre llegue al río.
En definitiva, un vodevil politicojudicial «surrealista» que ha alterado a muchos barceloneses que han sufrido meses de obras y que no querrían volver a sufrirlas. A pie de calle, dibujan un Consell de Cent «okupado por la política», dice Gerard, que vive en Enric Granados y que, como otros vecinos, rechazaba la pacificación hasta que la ha visto completada. «Ada Colau impuso la Supermanzana sin consenso, y seguramente hay mala praxis administrativa, pero el resultado, a pesar del calvario que hemos pasado, ahora es muy bueno. Yo estaba en contra, pero quizás también condicionado porque si estabas a favor todo el mundo entendía que eras pro-Colau», reconoce. Concepción, una mujer de 78 años que vive en propiedad en el primer piso de una finca de la calle, reconoce que pasea «más tranquila», pero advierte que el ruido no ha eliminado: «Por la noche no tengo aquel ruido constante de coches, pero han puesto terrazas y continúa habiendo ruido. Pero no quiero más obras, ya lo hemos sufrido bastante. Al final somos los vecinos los que pagamos el pato de las trifulcas de los políticos», dice mientras se marcha empujando el carro de la compra.
Tampoco quiere oír a hablar de obras Ana Bellusci, que está sentada con su nieto en un banco mientras la criatura desayuna. «Hace años que vengo a este barrio porque vive mi hijo, y desde que lo tengo a él -señala al niño- paso muchas horas en la calle y agradezco muchísimo esta pacificación. Es calidad de vida, salud y seguridad. Y no lo sé seguro, pero diría que los comercios también están mejor ahora que antes», relata al TOT esta vecina, que vive en la Sagrada Familia y «envidia» la transformación del Eixample. Pero dice que «los políticos, de todos los colores, han utilizado la supermanzana para pelearse y conseguir votos, cuando todo el mundo tendría que querer una ciudad más verde y pensada para peatones al margen de su ideología». Y solo hay que repasar los comentarios posteriores a la sentencia en redes sociales para comprobarlo.

Mientras tanto, un taxista, Antonio, entra en Consell de Cent a recoger a unos clientes. «A nosotros nos ha perjudicado mucho la pacificación, ahora València y Diputació son un drama diario. Pero reconozco que deshacer las obras es una locura, inexplicable que un juez se le haya ocurrido esto, por mucho que Colau cometiera un error administrativo o el que sea. Todos los millones y molestias que supondría destrozar este eje verde los tenemos que asumir la gente de la calle, cuando son los políticos los que no se aclaran?», argumenta mientras carga maletas. «Tocarlo sería un follón, ya nos acostumbraremos a lo que tenemos ahora», remacha.
Comercios: «Otra obra y nos matan del todo»
Y que pasaría con los comercios, que, viniendo de la Covid-19 afrontaron a
Confía que pararán «esta aberración moral, este pecado que haría gastar millones de euros públicos cuando hay necesidades básicas en la ciudad, como que todos los niños puedan ir a la escuela cuna o simplemente tener una buena alimentación». La directora de la galería cree que el Ayuntamiento tiene ahora «la obligación moral» de resolver el lío «como sea». «Si se han equivocado, que lo arreglen ellos, pero la calle del Consejo de Ciento ya no se toca. Nos estamos recuperando por fin de la Covid y de las obras. Basta de jugar con la gente, y si venden paletas, todos tendremos que salir a la calle a manifestarnos», alerta, avisando de que, en su caso, tendrían que cerrar el negocio seguro.

Este verano, en la tienda de ropa Windsor, que hace esquina con rambla de Catalunya, estaban muy indignados con la supermanzana de Ada Colau. Perdieron muchos clientes y pasaron meses sufriendo ruido y barriendo el polvo de las obras. Ahora, con las obras finalizadas y viste con perspectiva, creen que han ganado. La Rosa, dependienta, recuerda que lo han pasado «muy mal» como para que ahora vuelvan las obras. «Ahora estamos bien, la gente pasea, entra más a la tienda. Con las obras vivimos un auténtico calvario que de ninguna forma queremos volver a vivir. Que los políticos lo arreglen y dejen de utilizarnos para sus peleas», concluye.
En la misma línea piensa Betty, dependienta de la tienda de ropa infantil Búho, unos cuántos metros más allá. Donde antes había caravanas de coches, ahora tienen un gran árbol y un banco: «Yo no quería de ninguna forma la supermanzana, sobre todo porque vengo en coche de fuera de Barcelona, pero reconozco que hemos ganado mucho. Tenemos un entorno agradable, la gente pasea y entra más a la tienda, hemos recuperado todo el que perdimos durante las obras, que ciertamente fueron un calvario. Pero ahora sería surrealista que un juez diga que hay que tirar millones de euros al deshacer una obra que nos va bien a la mayoría», dice.

Después de un paseo largo por la calle más mediática de la ciudad, no hemos encontrado ni vecinos, ni peatones, ni comerciantes que aplaudan la sentencia de la jueza de hacer entrar las grúas en este eje ya pacificado. La supermanzana ya forma parte de sus vidas, con más o menos pegas, eso sí -el precio de los alquileres de locales y pisos ha crecido en la calle y las calles adyacentes tienen que absorber el tráfico extra, contaminación incluida-, y con la experiencia de las molestias vividas durante meses por las obras. Incluso quienes presentaron la demanda para parar las obras ahora ven excesivo destruir esta calle.
Sea como fuere, ahora será tiempo de recursos, de tribunales y de disputas políticas. Quizás durante años, porque la decisión, con toda probabilidad, acabará en el Tribunal Supremo.