Un año y medio después de su traslado, el mercado de San Andreu continúa adaptándose a la nueva realidad. Ya pocos se recuerdan del periodo de los comerciantes en el exilio, trasladados durante cinco años a una carpa provisional instalada la calle Sant Adrià. Allí se fueron mientras se construía el nuevo mercado en la plaza Mercadal. El de ahora es un mercado más moderno, más grande, más caro. Un mercado que luce de cara al espectador, pero que todavía se adapta a un entorno que ha cambiado. La pacificación parcial de la calle Gran de Sant Andreu y la restricción de vehículos a Sant Adrià hace que los camiones que alcanzan las paradas entren ahora por la Meridiana y crucen el pueblo antiguo, pleno de callejones pequeños que están sufriendo el impacto de estos vehículos.
En la última audiencia pública, desde la asociación de vecinos Sant Andreu de Palomar hicieron extensiva al Ayuntamiento la preocupación de algunos vecinos próximos al mercado, que ven como el suelo se ha ido degradando y ha desencadenado algunas caídas. En declaraciones al TOT Barcelona, el presidente de la entidad, Miquel Ruiz, explica que tienen conocimiento de un mínimo de dos accidentes; en ambos casos, personas grandes que han tropezado con adoquines «hundidos por la carga de los camiones». El vecino explica que la situación se da sobre todo en las calles Montpelier, Vintró, Baskonia, y Pons i Gallarza. El distrito es consciente de la situación y ha encargado «una revisión» de las calles mencionadas para comenzar, «si hace falta», una intervención para «resolver los problemas de pavimentación».

Vintró y Montpellier, dos de los accesos castigados
Una de las vecinas más veteranas de la calle Montpellier, una de las presuntamente afectadas. Destaca la «reducción del ruido» que ha habido respecto al mercado de años atrás, cuando los transportistas «pasaban con carretillas» y a veces «despertaban a los vecinos». Abocándose a la puerta de su pisito, niega haber caído, menciona que la calle empeora «un poco» algunos metros más abajo de su casa y ve posible «que alguien haya podido caer». Con todo, dice que los más castigados son los vecinos de Rubén Darío, a escasos metros de Montpellier y en mejor estado. En cambio, el volumen de coches que pasan «es una burrada», dice la vecina.
Siguiendo la ruta, el TOT Barcelona se para en la calle Vintró. Allá espera Jordi Macià, un charcutero histórico con más de 40 años en esta calle. «Oodría hacer un libro», dice sobre Vintró. Macià recuerda haber caído dos veces, pero en culpa la lluvia y un pavimento «demasiado resbaladizo». Caso aparte es el de una clienta suya, que sí que ha caído últimamente por «un agujero» del suelo que ya ha sido tapado por el Ayuntamiento. Por esta calle pasan los camiones del mercado entre las 7 y las 9 de la mañana, «haciendo ruido» y causando unas molestias que el comerciante acepta: «Es lo que hay, por algún lugar tendrán que pasar». Con todo, Macià lamenta que Vintró y compañía suponen una de las zonas «más degradadas» de Sant Andreu y recuerda que cuentan con un suelo «de hace muchos años» y que convendría «ir cuidando».

Poco espacio para aparcar
En la entrada del mercado, un transportista reconoce al TOT Barcelona que «costa mucho» bajar de la Meridiana hasta el mercado. «Son calles antiguas, estrechas, y en la entrada nos juntamos muchos camiones y furgonetas», explica. Esta es también la realidad que viven los conductores en uno de los pocos mercados de la ciudad que no tiene parking. La presidenta de los vendedores, Sònia Vizcaíno, reconoce que los mismos transportistas «se autogestionan», pero que la acumulación de vehículos «es un problema». Sobre todo a primera hora, cuando coinciden los camiones que llevan el producto fresco. En su día, detalla la portavoz, los comerciantes ya pidieron habilitar un parking porque en el sótano «hay almacenes que no están llenos». El Ayuntamiento, concluye Vizcaíno, les dijo que no «por los vecinos».

En todo caso, los comerciantes desconocen si los camiones han machacado los alrededores. Cuando menos, detallan que no les ha llegado esta situación, ni por parte del Ayuntamiento ni por parte de los clientes. Clientes, por cierto, que con el tiempo se han quitado el sueño de las orejas y cada vez bajan más a la plaza. «Después de fiestas siempre es mala época, en el mercado y para el resto, pero estamos bien aquí. Hace un año todavía estábamos inquietos, con cierta incertidumbre, y todavía hoy, depende de la parada, encontrarás comerciantes más o menos contentos. Yo personalmente no he perdido clientes, los de allá me vienen los fines de semana, que la cosa se anima, y aquí estoy más cómoda», resume Vizcaíno.

