Dicen que de aquí han salido algunas de las reliquias que hay por las mejores casas europeas. No es tampoco extraño. El Mercado dels Encants nació cerca del año 1300 y ha sido punto de encuentro y de inspiración para vecinos y profesionales de todo tipo. Los turistas, que no saben ni por donde empezar a andar, reconocen haber visto imágenes del mercado en las redes sociales y, desde el mercado, reconocen haber visto un nuevo perfil, más joven que otros años, paseando entre las paradas. Es uno de los principales cambios que ha notado Els Encantos desde que está en el nuevo recinto, ubicado como siempre en las Glorias, pero ahora con una arquitectura excepcional que llama la atención a bastantes metros de distancia.
Este techo que ahora deslumbra nació como reclamo de la mayoría de paradistas, cansados que cualquier aguacero, por pequeño que fuera, los obligara a cerrar la paradita en el recinto anterior. El Ayuntamiento les concedió un deseo, eso sí, que tampoco ha dado los frutos esperados. «El techo está a 25 metros de altura y no acaba de proteger bien cuando llueve», detalla el presidente de los vendedores del mercado, Josep Nevot, que también reconoce, en todo caso, que la cubierta se ha convertido en un reclamo. «Que se vea de lejos llama la atención de muchos clientes», explica el vendedor. El mercado está en continua transformación y los comerciantes ya negocian con el Ayuntamiento la instalación de unos toldos que sirvan para delimitar paradas y cubrir la mercancía. «Cuando llueva tendremos que cerrar todos porque no vendrá nadie, pero los toldos nos ayudarán a estar abiertos si llueve de forma puntual o cuando entra un sol de narices», comenta Nevot.

Estos toldos son ahora la principal lucha de los vendedores, pero no la única. Nevot, que atiende el TOT Barcelona en su establecimiento de muebles –»aquí hay de todo»–, explica orgulloso uno de los grandes hitos conseguidos durante su presidencia. «Muchos paradistas tienen que recoger el material por la noche para que haya espacio para los vehículos que hacen el mantenimiento. Después de la pandemia conseguimos que se tuviera que recoger solo dos días a la semana. Y ahora estamos intentando que se pueda recoger solo un día«, comenta el comerciante, que ve motivos más allá del quebradero de cabeza que supone tener que recoger todo el material cada día. «Es una cuestión de seguridad. Cuando se acercan las ocho de la tarde, todo el mundo empieza a recoger: se junta la gente transportando material por los callejones y algún cliente que todavía está. Nunca ha pasado nada, pero podría pasar», explica un Nevot que da prácticamente por hecho el acuerdo con el Ayuntamiento.
El estado del mercado genera opiniones contrarias
Si se le tiene que poner una nota negativa a estos diez años al nuevo mercado, los comerciantes no dudan a señalar las obras de la plaza de las Glorias, en continua transformación desde que se estrenó el nuevo mercado de Els Encants. Pero también hacen autocrítica. «Tenemos que ir hacia un mercado más ordenado, que genere buena imagen a quien entre por primera vez», reconoce el presidente de los comerciantes. Otros paradistas también creen que Els Encants ha retrocedido todavía más estos diez años en aspectos como este. Josep Nevot mantiene que «la convivencia es muy buena», pero otros comerciantes históricos señalan un retroceso que asusta algunos clientes. «Tenemos compradores que vienen porque nos conocen, pero que nos admiten que Els Encants ya no es lo que era. Vienen, dejan el coche al parking, compran y se van», dicen desde Teixits Moulay, una parada histórica de tapicería y cortinas. «Se tienen que cambiar bastantes cosas y la dirección dice que no puede hacer nada, nadie hace nada», insisten.

Otras paradistas dan por bueno el balance de los últimos años. Pero como la familia Moulay, también hay quien considera que el Instituto de Mercados de Barcelona los ha «abandonado». Como pasa prácticamente en todos los mercados, la fotografía actual es diferente a la de hace diez años. Y en este caso, especialmente curioso es el aumento de comerciantes de telas. «Si al otro mercado había tres o cuatro operadores, ahora hay una treintena», reconoce Josep Nevot, que cree que la competencia «acerca más clientela» porque la gente «valora la variedad». Diferente es la opinión de los comerciantes más críticos. «Ha aparecido mucha competencia, sí, pero el producto no es de calidad», dice, simple y llanamente, Andrés, el hijo pequeño de los Moulay, que hace años que también es comerciante de Els Encants. Desde esta parada consideran que tendría que haber un mayor control del mercado y arremeten contra algunos comerciantes nuevos «que cambian el producto de la noche a la mañana sin avisar [no está permitido] o que cobran en negro».
«Lo que veo no me gusta, creo que no hay futuro aquí dentro», concluye el joven comerciante poco antes de arremeter, también, contra el elevado canon y los impuestos que tienen que pagar. «Desde el 2016 que pagábamos 200 o 300 euros en el trimestre, aparte del recibo de suciedad, hemos pasado ahora a unos precios desorbitados. Y la guinda del pastel es la subida del canon según el IPC que nos impusieron durante la pandemia, con la que estaba cayendo. Faltó sensibilidad«, comenta el comerciante. Una opinión, por cierto, compartida por la mayoría de paradistas. «Nos subieron la tasa municipal al 40%, cuando al resto de mercados es de un 20%. La iluminación y el mantenimiento nos ha subido entre un 200 y 300%. Y súmale la aparición de Internet», resume Josep Nevot.

Una subasta única a Europa
Cerca de la estación de metro, en un lugar privilegiado, Diego es el último que repasa la actualidad del mercado con el TOT Barcelona. Un Diego que, con 70 años y diferentes cargos de responsabilidad a las espaldas, continúa yendo cada día a Els Encants y habla maravillas de la subasta. «Es única, ¿sí o no?», comenta sentado desde su taburete. Durante tres días a la semana, tal como se hacía en unos inicios, allá cerca de la muralla de Barcelona, comerciantes y clientes pugnan por diferentes lotes que tendrán que vender aquel mismo día. También en este punto hay quien dice que, con el tiempo, la subasta ha perdido parte de su encanto, pero todavía es uno de aquellos momentos que llama la atención de los vecinos y, sobre todo, de turistas que se paran despertados por la curiosidad. «Vienes a pasear y no sabes ni lo que te encontrarás ni el que comprarás», dice en Nevot. «Es la magia de Els Encants», comenta Diego.
El histórico comerciante hace décadas que atraviesa las puertas de Els Encantos cada día. Con cinco años, de hecho, ya rondaba por allá. «Mientras el cuerpo aguante yo quiero estar aquí, es mi forma de vida. El único hobby que tengo es el almuerzo de tenedor de los domingos, por el resto, me lo paso bien aquí», comenta Diego, que más allá de las obras –»espero algún día verlas acabadas»– no piensa criticar nada más. «Cuando no es la pandemia, es la guerra y, cuando no es una cosa, será otra diferente. Siempre hay cosas, pero se tiene que seguir. Lo más importante es que continuamos estando en las Glorias a pesar de los cambios. Nunca hemos querido ser un impedimento para el desarrollo de la ciudad, pero nos teníamos que quedar aquí, es nuestra casa».

