Barcelona es una ciudad llena de vida, tanto de día como de noche, y así lo ha sido siempre. Pero el ocio en la capital catalana cambia de fisionomía a gran velocidad: periódicamente aparecen nuevos locales de ocio y desaparecen otros. Y las salas de baile son mucho más que un local de ocio, son parte de la historia de la ciudad y de su patrimonio cultural.
Si hacemos una mirada al pasado, hace más de un siglo, el 1903, abrió las puertas Paloma, la que se considera “la sala de baile más antigua de Europa”. Esta mítica sala ha pasado por un largo periplo y ha sido cerrada. Pero ahora, 16 años después, la sala vuelve a poner en marcha el escenario. Otra de las otras salas de baile referencia en la ciudad es la sala Apolo. Hace apenas 80 años, el 1943, la mítica sala se estrenó por la noche de Barcelona y, desde entonces, no ha parado nunca la actividad, salvo el obligado cierre por la pandemia.
Y si hablamos de fiesta, Barcelona no se puede entender sin la emblemática sala Bikini, que cambió todo el paradigma nocturno barcelonés. Nació el 1953 a la Diagonal, que entonces era la avenida del Generalísimo Francisco Franco, y fue el primer recinto de la ciudad donde se podía escuchar música grabada. Siguiendo el hilo histórico es a principios de la década de los ochenta cuando irrumpe el movimiento underground en la ciudad. Con la aparición de este movimiento cultural, en Barcelona nace la sala Sidecar (1982). Situada en la plaza Real, en el barrio del Gótico, esta pequeña sala ya acumula más de 5.000 conciertos y espera «poder hacer muchos más».
Según un estudio de la Diputación de Barcelona de 2021, actualmente Barcelona cuenta con casi 200 locales de ocio nocturno, sean discotecas, salas de baile o el que ahora se conoce como bares musicales.
Las que no han sobrevivido
La noche de Barcelona, pero, tampoco se puede entender sin tener en cuenta todos aquellos locales que han sido esenciales por la ciudad y, por cualquier motivo, han acabado desapareciendo. Desde medios de los años sesenta hasta medios de los ochenta, la mítica sala Bocaccio, ubicada en la calle de Muntaner, supuso un pequeño oasis donde la dictadura dejaba de existir. Un refugio de la vida que, en un contexto diferente, también se pudo vivir en Studio 54 – llamado Scenic durante la última etapa -, que cerró definitivamente el 1997.
A raíz de la crisis postpandemia, los locales de ocio nocturno han tenido que hacer manos y mangas para poder mantener su comercio en funcionamiento, y no todos lo han conseguido. La sala de fiestas Merlín, una de las salas más emblemáticas de la Laguna del Poblenou con más de 30 años de historia, se vio obligada a decir el último adiós el pasado 14 de enero. Y Merlín es solo uno de los muchos casos que se han visto afectados por esta problemática.