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Las tres vidas y el milagro de la plaza de Antoni Maura

La Barcelona antigua pervive unos cuántos metros bajo nuestros pies. Las hallazgos arqueológicos son todavía hoy en día un fenómeno habitual en las diferentes obras de reforma de la vía pública que tienen lugar en la ciudad. Prueba de esto son los restos de antiguas edificaciones que se han encontrado en el Eixample con los trabajos de la superilla o las ruinas del antiguo monasterio de Santa Maria de Jonqueres que aparecieron con la transformación verde de la Via Laietana. La plaza de Antoni Maura, sin embargo, merece un capítulo aparte. Este espacio que se abre en medio de esta arteria de la capital catalana concentra en un mismo punto vestigios de hasta tres épocas diferentes que en algunos casos sorprendentemente no solo han resistido el paso del tiempo, sino también diversas obras de grande calaje como la apertura de la Via Laietana o la construcción del metro.

El último capítulo de hallazgos en esta céntrica plaza barcelonesa tuvo lugar esta misma semana, cuando apareció una tumba romana con un esqueleto adulto de un hombre de entre 30 y 65 años a su interior. El pequeño espacio donde reposaba el cadáver -que las pruebas preliminares han podido datar del siglo V d. C.- estaba encajado entre un pozo y un silo medievales, dos construcciones que casi estuvieron a punto de destrozar el cuerpo. De hecho, las dos prospecciones le seccionaron la parte inferior de las dos piernas y también un trozo del brazo derecho. Este descubrimiento cogió por sorpresa los arqueólogos que trabajaban desde principios del mes de febrero en la excavación de estos restos. Después de todas las obras y remodelaciones que había sufrido la zona en el último siglo, nadie esperaba poder encontrar un yacimiento de estas características y en este estado de conservación.

El cadáver se ha encontrado en la plaza de Antoni Maura durante la reforma de la vía Laietana / Ayuntamiento
El cadáver se ha encontrado en la plaza de Antoni Maura durante la reforma de la Via Laietana / Ayuntamiento

Un pequeño milagro de la Barcelona romana

«Encontrar este tipo de restos en un punto como este, justo a las afueras de la antigua ciudad y a pocos metros de la muralla romana, en una zona de caminos, tendría que ser muy normal. La suerte ha estado encontrarlo ahora y que después de tantos años de obras no se lo hayan cargado ni haya aparecido nunca. Este es el milagro«, apunta Jordi Petit, arqueólogo e historiador. A pesar de la preeminencia del hallazgo, Petit remarca que acostumbra a ser más habitual que aparezcan tumbas romanas del siglo V que de etapas posteriores como los siglos VIII o IX, puesto que la población de la ciudad disminuyó considerablemente y prácticamente no volvió a lograr las mismas cotas hasta el siglo XV. Tanto el arqueólogo como el Instituto de Cultura de Barcelona (ICUB) no descartan que esta tumba pueda pertenecer a la gran necrópolis romana que se encontró donde actualmente se erige el Mercado de Santa Caterina.

Estos restos, sin embargo, no son los únicos vestigios romanos que se conservan alrededor de la plaza de Antoni Maura. Unas escaleras disfrazadas de entrada de parking esconden el acceso a un mosaico con motivos geométricos de colores del siglo III d. C. que se descubrió el año 1911 con el derribo de la vieja iglesia de Santa Marta, que estaba ubicada en la calle de la Tapineria. Los restos -que están anclados a una losa de cemento que se colocó durante el tardofranquismo- no están abiertos al público, pero se pueden visitar de manera puntual de la mano del Museo de Historia de Barcelona (MUHBA).

Un pavimento de mosaico es el resto más destacado de la villa romana
Un pavimento de mosaico es el hallazgo más destacado de la villa romana de Antoni Maura / Jordi Play

Artesanía medieval y la falsa moneda de Caronte

El silo y el pozo que flanquean la tumba romana encontrada esta semana en la Via Laietana forman parte de un conjunto arquitectónico que se remonta a la época medieval. Los estudios preliminares del Servicio Municipal de Arqueología indican que tanto las perforaciones como los muros y los pavimentos podrían corresponder a una antigua zona artesanal que existió en la zona entre los siglos XII-XIV. Durante las excavaciones se pudieron localizar las ruinas de un horno de herradura de pequeñas dimensiones y hasta cuatro prospecciones diferentes.

«Los silos se acostumbraban a hacer en un lugar sagrado con la falsa creencia que estarían protegidos si venían tropas musulmanas y permitían conservar la cosecha durante unos años. En muchos casos, nos hemos encontrado que, una vez vacíos, se utilizaban como vertederos, por eso se puede encontrar a su interior desde fragmentos de cerámica hasta huesos de animales o incluso cadáveres humanos», señala Petit. Esta, precisamente, es una de las hipótesis que explicarían el hallazgo sobre la tumba romana de fragmentos de vidrio, que inicialmente se habían confundido con una moneda, como si tuviera que ser una donación para Caronte, el barquero que transportaba las almas de los muertos hasta el más allá en la mitología romana.

Una imagen del hallazgo hecho la plaza Antoni Maura / Twitter: @historiesdebcn
Una imagen del hallazgo hecho la plaza Antoni Maura / Twitter: @historiesdebcn

Un barrio contemporáneo borrado del mapa

La plaza de Antoni Maura esconde también toda una parte de la historia de la ciudad que la consolidación de la vía Laietana a principios del siglo XX acabó de borrar. Este proyecto para conectar el centro de la ciudad con el mar a través de esta arteria supuso la destrucción de casi un centenar de calles y de miles de viviendas, palacios y algún edificio eclesiástico. A la altura de la avenida de la Catedral se extendía un pequeño pasaje denominado calle del Pont de la Parra que cruzaba el que sería el actual Via Laietana de lado a lado y que fue completamente eliminado del mapa entre los años 1908 y 1912.

Tal como apunta David Martínez, periodista y autor del popular blog Historias de Barcelona, en el lado más próximo al mar de este callejón se erigía desde el siglo XVI la finca del Marqués de Sentmenat, un gran caserón rellenado de jardines y con una cepa que se elevaba tan arriba que incluso llegaba a atravesar la calle de lado a lado, dando de este modo el nombre de Pont de la Parra a la vía. Todo el conjunto desapareció con la apertura de esta arteria barcelonesa.

El misterio sin resolver de Pau Claris

Al otro lado de la calle, el que da a la montaña, existió hasta el 1882 el convento de Sant Joan de Jerusalem, un recinto inmenso que se erigía en medio de la actual plaza de Antoni Maura y que pertenecía a la comanda de los Hospitalers, una orden religiosa que se remonta en la época de las grandes cruzadas. A pesar de que el conjunto fue perdiendo importancia con los años -incluso hizo las funciones de cuartel policial y de museo antes de ser derrumbado-, su iglesia resistió estoicamente hasta el año 1886, cuando fue arrasada por las máquinas.

Antes de la demolición del templo, sin embargo, un grupo de historiadores pidió permiso al Ayuntamiento para buscar la tumba del expresidente de la Generalitat Pau Claris, que había sido enterrado en el sepulcro del San Cristo de esta iglesia. La sorpresa fue que dentro del nicho no se encontró ningún rastro del cuerpo del político catalán. Casi 140 años después, el paradero del cadáver de Claris continúa siendo un misterio sin resolver y todas las expediciones que han intentado localizarlo han resultado infructuosas.

La vía Laietana abriéndose con la calle del Pont de la Parra en medio de la imagen / Cedida
La vía Laietana abriéndose con la calle del Pont de la Parra en medio de la imagen / Cedida (Historias de Barcelona)

La oportunidad perdida del Eixample

El caso de la plaza de Antoni Maura ha hecho reavivar una de las incógnitas que más quebraderos de cabeza ha generado entre los historiadores barceloneses: qué se podía haber encontrado en el subsuelo cuando se impulso el proyecto del Eixample de Ildefons Cerdà. «A finales del siglo XIX las excavaciones arqueológicas se hacían en Egipto porque estaba de moda. Aquí pocas cosas se hicieron hasta después de los Juegos Olímpicos», lamenta Petit, que asegura que en los escritos de Cerdà quedaron registrados los hallazgos de antiguos muros y edificaciones que acabaron siendo destruidos. El historiador, pero, celebra el cambio de mentalidad y confía que todo el material y la información recopilada sirvan para poder continuar poniendo luz a los misterios que rodean la vida de nuestros antepasados: «Con el Eixample nos cargamos miles y miles de yacimientos. Es una lástima, pero ahora al menos somos más conscientes de la importancia del nuestro patrimonio«.

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