La verdad, pero, es que el siglo XX está muy lejos de los tiempos actuales en cuanto a la opinión hay en la calle sobre los petardos. Un ejemplo son Blanca y Jorge, de 18 y 17 años, respectivamente. La Blanca asegura al TOT Barcelona que no tira petardos y Jorge que solo le gustan las fuentes o las bombetes. No quiere saber nada de los que hacen ruido. “De pequeño echaba, pero a partir de los 14 años me dejaron de hacer gracia”, dice. Una opinión diferente es la de en Pau. Reconoce al TOT que es una lástima que mascotas como gatos y perros lo pasen mal, pero que le gusta continuar con esta tradición. “Es una vez en el año…”, justifica, a pesar de que apunta que se tendría que intentar solo echar petardos el día de la verbena de Sant Joan y en lugares concretos, como la playa.
Más ventas que el 2022
Sean cuales sean las opiniones de los barceloneses, se decanten a favor o en contra de los petardos, la Asociación de Fabricantes y Mayoristas de Pirotecnia de Catalunya espera una buena facturación en el marco de la verbena de Sant Joan. Concretamente, espera aumentar las ventas respecto al 2022, cuando ya se llegó a niveles superiores a los de 2019. «Esperamos superar los datos del año pasado en un 10% y llegar a una facturación de 20 millones de euros», decía hace unos días el presidente de la Asociación de Fabricantes y Mayoristas de Pirotecnia de Catalunya, Josep Maria Vilardell, a la ACN.

Esta misma percepción se respira en una tienda de petardos del distrito del Eixample. Una de sus trabajadoras asegura que en estos momentos se están vendiendo más petardos que en el mismo periodo del año pasado. Esto quiere que decir que, a diferencia otros productos, han conseguido imponerse a la crisis inflacionaria. “Los precios de los petardos han subido y la gente se lo piensa más antes de comprar, pero las ventas no caen”, asegura.
En otra tienda reconocen que en las últimas semanas han estado “muy aburridos” porque tienen pocos clientes. Pero esto no quiere decir que los espere una campaña mala, puesto que las avalanchas de clientes acostumbran a llegar en los momentos más próximos a la verbena de Sant Joan. Otro trabajador también dice que las ventas de petardos han aumentado en los últimos tres años, desde el estallido de la pandemia. Es decir, ni la crisis derivada por la pandemia, ni la crisis inflacionaria, ni el hecho que haya una mayor conciencia sobre sufrimiento que los petardos generan a las mascotas, han conseguido reducir su uso. “La diferencia es que ahora hay gente que gasta más en fuentes y no en petardos que hacen ruido”, admite.
Subida de precios
La situación del sector pirotécnico es muy diferente desde la mirada de los trabajadores de una tienda de petardos del distrito de Ciutat Vella. Uno de ellos señala que las ventas son inferiores al año pasado, y esto no le extraña nada. “Es normal porque se han hinchado mucho los precios”, indica, poniendo varios ejemplos. Hace cinco años la traca de 50 metros costaba 53 euros y ahora 84 y los Chinos y las Bombillas 2 euros y ahora 5. “Algunos clientes me dijeron el año pasado que compraban menos por la subida de precios”, asegura. Añade que en este establecimiento sí que ha notado la concienciación hacia los animales. “Hay vecinos que se quejan por sus mascotas”, admite este trabajador. Y una de sus compañeras de trabajo recuerda el caso particular de una vecina. “Un día se plantó en la tienda y me dijo: ‘Mi perro se morirá’”, afirma.

Menos radical, pero en la misma línea, se mueve la opinión de Mònica. Esta barcelonesa subraya al TOT que podría aceptar que, con motivo de la verbena, hubiera fuegos artificiales durante unos minutos, pero nada más. “No tiene ningún sentido”. Detrás sus palabras hay una razón de peso: su perra. “Durante la verbena tengo que marcharme fuera de Barcelona, a un pueblo con amigas que también tienen mascotas. Paso de darle una pastilla”, dice frustrada de haber tenido que tomar esta decisión. ¿“Donde está la libertad de irme de la ciudad cuando yo quiera? Que sea cultura o tradición, no significa que sea bueno”, insiste.
