No es ningún spoiler adelantar que las crónicas del domingo hablarán de un nuevo éxito. Que el pueblo habrá salido en masa a la calle, niños incluidos, para vivir en directo el primer acto multitudinario del año en Sant Andreu. Tiene cierto mérito. Los Tres Tombs andreuencs hacen lo imposible por llegar vivos a su centenario, que será en tres años. La gente ya no tiene caballos en casa, menos aún para trabajar, y la conciencia colectiva amenaza cada año con llevar activistas a la fiesta con cánticos a favor del bienestar animal. El año pasado el día fue tranquilo. Un buen recuerdo, para la organización, que contrasta con el bullicio de los años anteriores. Hay quien todavía recuerda el 2019, con una veintena de activistas persiguiendo la carroza de la alcaldesa Ada Colau. «Los animales no son nuestros esclavos» o «abuso, explotación y tortura», gritaban. En estas que los Tres Tombs de Sant Andreu van haciendo, avanzan entre la tradición y la lucha animalista.
De Tres Tombs hay tantos como pueblos hay en Cataluña, casi. Se tiene constancia de un centenar, algunos más adaptados que otros, otros más señalados por los activistas. Todos deberían cumplir la Guía de actuación para el buen funcionamiento de los Tres Tombs; una guía de buenas prácticas creada por la Generalitat de Catalunya, aceptada por la Federación Catalana de Tres Tombs, y validada por la Fundación de Asesoramiento y Acción de Defensa de los Animales (FAADA) y la Asociación de Veterinarios Especialistas en Équidos de Catalunya (AVEEC). La guía limita los recorridos a un máximo de 6 kilómetros y a un máximo de 2,5 horas. La pendiente no puede superar el 10% ni alcanzar picos puntuales del 15%. No se subirán ni bajarán escaleras y se controlará la temperatura, nunca por encima de los 26 grados. También se regula el peso de los carruajes, que no puede superar el doble del peso total del animal, y la edad de los équidos, de entre 4 y 23 años. Y la joya de la corona: es obligatorio llevar un veterinario con el séquito.

En Jordi Clapés, organizador de los Tres Tombs en Sant Andreu y miembro de la Federación, ve un trasfondo político en las protestas animalistas. «Somos los primeros que queremos cuidar a nuestros animales», reitera en conversación con este diario. «Los animalistas quieren decirnos que lo hacemos todo mal, pero yo creo que hemos mejorado. Antiguamente, ninguna cabalgata tenía veterinario; en Sant Andreu hace unos años que llevamos uno. Si pasa algo, allí estará. Ahora hay mucho más control», explica Clapés. Sant Andreu también ha acortado el recorrido general y ha reducido los tres tombs tradicionales a dos calles. La organización explica que los caballos, que acompañarán a una veintena de carruajes, ahora reúnen toda la documentación correspondiente y que cada animal recibe el visto bueno definitivo de los profesionales antes de salir.
La Paula Soroya lleva 12 años acompañando a los caballos. Es la veterinaria. En una entrevista concedida al TOT Barcelona el año pasado, defendía la tradición e insinuaba que hay «mucha ignorancia». «Los caballos son como las personas, hay veces que no tienes el día. No pasa nada, no participa y ya está», argumenta la experiencia. Ella revisa el recorrido, la pendiente y que los caballos estén limpios. Y sobre el peso, sentenciaba: «Son caballos de una raza que se dedicaban a las labores del campo».

El activismo pide convertir la guía en un decreto
La visión de los participantes y de la veterinaria contrasta con algunas voces activistas. La Laura Riera, responsable de équidos de la protectora FAADA, admite que no todos los Tres Tombs son iguales, pero cree que muchas cabalgatas no tienen en cuenta «las expresiones de dolor, de miedo o el estrés» de los caballos. En los archivos de FAADA hay suficiente documentación gráfica e informes, dice, para avalar «científicamente» sus quejas. «Hay organizaciones [de Tres Tombs] que vienen a buscarme para que hable con los activistas, y yo les respondo: ‘Demuéstrame que los caballos están bien y lo haré'», concluye Riera.
En los últimos años ha habido cambios importantes que hacen pensar en una nueva tendencia. Muchas familias, golpeadas por la crisis económica derivada del COVID, han descubierto en los cuidados de los caballos un gasto de cientos de euros al mes. «En cabalgatas que antes había cincuenta caballos ahora hay diez», explica, optimista, Riera. Todavía hay quien los alquila lejos, pero incluso este aspecto aparece en la guía de la Generalitat, que pide no tenerlos más de tres horas encerrados en un camión ni recorrer una distancia superior a 200 kilómetros.
Esta es la nota positiva, dice Riera, de una actividad todavía poco regulada. «Está bien que haya una guía si todos la siguen, pero no ocurre en todas partes», advierte la activista. Las protectoras creen que la situación cambiará de forma unánime en el momento en que el Gobierno haga mutar este protocolo en una norma de obligado cumplimiento. De hecho, hace meses que se habla de la posibilidad de modificar el decreto sobre la regulación de los certámenes y otras concentraciones con presencia de animales vivos para incluir los Tres Tombs. «Así podríamos denunciar», expone Riera.

El ejemplo de Taradell
Jordi Clapés, de Sant Andreu, describe los Tres Tombs como un «museo ambulante». La idea de ‘museo’ genera consenso; no tanto el concepto ‘ambulante’. Desde el lado activista citan los Tres Tombs de Taradell, que también son este fin de semana, como la «alternativa» a las cabalgatas tradicionales. El municipio osonense divide el pueblo en tres zonas y combina las carrozas con la artesanía y la gastronomía. Los carruajes, anclados al suelo, convierten a Taradell en un museo convencional. Josep Presseguer es uno de los organizadores. «Organizamos la fiesta para la gente de la calle y hace tiempo que en la calle hay una preocupación por el maltrato animal. Contactamos con varias protectoras y encargamos un estudio a una empresa externa. En 2018 crearon un protocolo, que cumplimos en un 80%. Cada año vamos mejorando más», expone al TOT Barcelona.
En todo caso, Taradell también tiene su cabalgata, que hacen el domingo con una cuarentena de carruajes, el doble de los que salen en Sant Andreu y probablemente la mitad de los que hay en localidades como Sabadell o Vilanova i la Geltrú. Jordi lo tiene claro. «¿Que tenemos 40 animales cerca? Perfecto. ¿Tenemos 60? Mejor aún. Sea como sea, nos reinventaremos». El carretero deja claro que «no recuperaremos los caballos» que se hayan ido perdiendo «por el simple hecho de mantener el grueso del séquito» y apuesta por perfiles que ayuden a «hacer pedagogía». De hecho, los Tres Tombs en Taradell sirven para descubrir que, en la era de la inteligencia artificial, también hay algunos rincones de Cataluña con animales que labran campos. Se podrán ver el domingo: una forma más de enseñar cómo han evolucionado los más románticos y que todavía hay animales que trabajan en el campo, ahora con herramientas «mejores y más modernas».



