La antigua parroquia de Sant Isidor tiene un vínculo especial con la Esquerra de l’Eixample. No solo por el pasado del edificio -cerrado desde hace cuatro años a la espera de un nuevo uso- como una de las grandes cooperativas catalanas, sino también por la actividad más allá del culto que se llevó a cabo hasta mediados de los setenta en su interior. Buena parte de la culpa de que esto sea así es de un excura que aún hoy en día está muy presente en el recuerdo de los veteranos de este barrio de la capital catalana. Hablamos de Antoni Amorós i Ustrell. Este educador nació en Barcelona el 22 de junio de 1928 y se crió en la plaza del Centre, en el límite entre los barrios de les Corts y Sants. Su carrera eclesiástica transcurrió siempre en paralelo a su formación como pedagogo. En 1955 fue nombrado vicario y en 1962 se graduó en Magisterio por la Universidad de Barcelona (UB).
Muy vinculado al movimiento Acció Catòlica, Amorós dio sus primeros pasos como sacerdote en los cincuenta en esta parroquia del Eixample, que entonces estaba en precario en unos bajos del número 54 de la calle de Rosselló. Desde los inicios del templo, que dependía de la basílica de Sant Josep Oriol, se encarga de conducir los cultos que se celebran. A pesar de no contar con demasiada superficie disponible, se consigue habilitar un espacio en el interior de este local para dar clases de repaso. Las lecciones iban a cargo de este cura barcelonés, se impartían en horario de tardes y noches y se impartían en catalán, a pesar de tener lugar en un contexto de pleno franquismo. El aula extraescolar fue todo un éxito y el espacio rápidamente se quedó pequeño ante la afluencia creciente de alumnos.
En este mismo local nació también de la mano de Amorós un grupo scout, que utilizaba el patio posterior de los bajos para realizar actividades. Desde la Asociación de Vecinos y Vecinas de la Esquerra de l’Eixample recogieron hace unos años el testimonio de dos de sus primeros miembros, Quim Castanyer y Joan Bosch. Ellos recordaban cómo el cura les hacía ponerse unos pañuelos de colores al cuello y, antes de iniciar un juego, les daba un pequeño sermón bastante diferente del que estaban acostumbrados. Nuestro protagonista compaginaba las formaciones y la dirección del grupo scout con su papel como sacerdote en la escuela Patmos, nacida a finales de los cincuenta y embrión de la actual escuela Betània Patmos, ubicada en el límite entre los barrios de Pedralbes y Sarrià.

Una escuela nace bajo el paraguas de la parroquia
La parroquia de la calle de Rosselló había quedado pequeña. El traslado a una nueva ubicación comienza a planear sobre el Arzobispado de Barcelona, que a principios de los sesenta acaba comprando el edificio de la Unió Cooperatista Barcelonesa. Esta entidad surgida en 1927 de la unión de las también cooperativas La Dignitat y El Rellotge tenía su sede en el número de la calle del Comte Urgell, muy cerca de la parroquia. Sus dimensiones, capacidad productiva y el número de socios -llegó a contar con unas 2.000 familias afiliadas y varias sedes- habían convertido esta entidad en la cooperativa de consumo más grande de Cataluña en la época, pero, con el fin de la Guerra Civil, vino también el declive de la organización. Con la adquisición de las instalaciones por 7,1 millones de pesetas de la época, el Arzobispado acordaba ceder durante diez años de manera gratuita una parte de la planta baja a la cooperativa, mientras que conseguía un espacio para los feligreses de Sant Isidor. Las primeras misas y actos religiosos se comenzaron a celebrar provisionalmente el mismo año de la compra en el teatro del recinto, ya que era el espacio que estaba en mejores condiciones.

Una vez confirmado el traslado y gracias al apoyo tanto moral como económico de las familias implicadas, Amorós pidió la cesión de una parte de la primera planta de la vieja cooperativa para continuar impartiendo en condiciones las clases de repaso del local de la calle de Rosselló. El aula creada inicialmente para el refuerzo extraescolar hacía tiempo que ya impartía cursos de bachillerato y peritajes, multiplicando de manera exponencial el número de alumnos. El cura no estaba solo al frente de las formaciones: le acompañaban Enriqueta Marsà y Eulàlia Sanvicente, dos compañeras de promoción en la UB que compartían los mismos ideales. Este fue el primer paso para la constitución en septiembre de 1961 del patronato de la Institución Pedagógica Sant Isidor, el embrión de la escuela IPSI, nacida originalmente como abreviación de Institución Pedagógica Sant Isidor. En sus estatutos fundacionales, se presentaba como una entidad cultural dependiente de la parroquia que tenía las funciones de centro de capacitación profesional y de escuela diurna femenina de primaria y secundaria. Las clases -que inicialmente venían precedidas de un sermón religioso- se impartían íntegramente en catalán, abiertas a niños y niñas y también se mantenían las sesiones nocturnas destinadas tanto para alumnos de repaso como para trabajadores que quisieran ampliar sus estudios. Un año después de la constitución del patronato de la institución, Amorós cuelga el hábito para integrarse como laico y director en el organigrama del centro educativo. Tenía entonces 33 años.

Ruptura de la confessionalidad y nueva vida
La escuela inició oficialmente su trayectoria el curso 1963-1964 con doce alumnos de párvulos y dieciséis de primero de bachillerato elemental. Lo hizo como centro confesional dependiente de la parroquia. Las aulas tenían un mobiliario sencillo y solo contaban los recursos mínimos necesarios. Tres cursos más tarde, el colegio ya tenía un espacio habilitado como comedor con capacidad para treinta niños y una cocina pequeña, así como dependencias destinadas a la secretaría y la dirección. Las condiciones eran precarias, pero el trato cercano y la línea pedagógica que promulgaba el colegio -afín con el modelo de la escuela nueva catalana de la República– suponían una bocanada de aire fresco contraria al modelo tradicional del Movimiento que deslumbró a las familias. Así lo explicaba el mismo Amorós en un texto publicado en 2011 como parte de un libro conmemorativo del primer medio siglo de vida del IPSI: «Hace cincuenta años vivía en un país al que amaba como a mí mismo. Un país frenado, maltratado y oprimido bajo la pata de un dictador sin entrañas y al que habían robado el patrimonio más preciado: la lengua, la cultura, el derecho a la libertad individual y colectiva […] Aquella situación no se podía soportar. Yo y unos cuantos más, cansados de estar cansados y viendo que cada día salía el sol, dijimos: ¿Y si fundamos una escuela? Como aquellas de la época republicana que Franco se cargó. Hagamos una escuela tal como la queremos los catalanes de verdad. Pero, ¿y si nos la cargan? Bueno, al menos lo habremos intentado».

Esta misma apuesta educativa fue la que acabó provocando la ruptura con la iglesia en el año 1974, cuando el obispado entregó un requerimiento notarial al director forzándolos a dejar el recinto. La salida del centro educativo de la antigua cooperativa -que ya había sido acordada con la dirección años atrás- se hizo efectiva dos años después, cuando el colegio se instaló en un principal de la calle de Mallorca, muy cerca de su sede funcional. Este cambio también supuso el paso de una institución confesional a una completamente laica. Allí se estuvo hasta el traslado a su ubicación definitiva, un edificio de planta nueva erigido en 1978 en el número 243 de la calle del Comte Borrell y obra de los arquitectos Josep Benedito, Agustí Mateos y Jaume Llobet. Todo este proceso se llevó a cabo con Amorós como director y estandarte de un proyecto educativo basado en el humanismo y el catalanismo, dando una importancia crucial a la música y a eventos como la Fiesta Mayor, la diada de Sant Jordi o los Jocs Florals, con la producción literaria que lleva implícita. El fundador ostentó el cargo durante más de cuatro décadas y, después de jubilarse en 2003, continuó tanto en el patronato como en el consejo de administración de la escuela, que actualmente es de régimen concertado y ya ha cumplido su 64º aniversario. El excura y pedagogo falleció el 3 de septiembre de 2023 a la edad de 95 años. Su recuerdo, sin embargo, continúa muy presente tanto en torno a la comunidad educativa del IPSI como en el barrio, donde dejó una huella imborrable.

Amorós es uno de los culpables, pues, de la fuerte vinculación de esta zona con el edificio de la antigua Unió Cooperatista Barcelonesa y la parroquia de Sant Isidor. Precisamente, el futuro del recinto será uno de los temas que se tratarán en el acto de clausura de las jornadas de patrimonio de este distrito de la ciudad, impulsadas por la vocalía del ámbito de la Asociación de Vecinos y Vecinas de la Esquerra de l’Eixample. El evento tendrá lugar este jueves 23 de octubre por la tarde en el edificio Estel y servirá para cerrar el primer medio siglo de historia de la agrupación vecinal, contando con la participación de representantes de los cinco barrios del Eixample.

