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Paquita, la luz rebelde del Eixample condenada a apagarse lejos de casa

Paquita Jiménez pisó por primera vez Barcelona el año 1968. Lo hizo con 22 años, sin saber leer ni escribir y después de más de una década trabajando como jornalera recogiendo olivas por cinco pesetas al día en su Baeza (Jaén) natal. Instalada con su familia en un piso de la Via Júlia, empezó a trabajar en una empresa textil, donde hacía jornadas de doce horas y perdía el cabello a causa de los humos que desprendían los tintes. Su periplo por fábricas barcelonesas continuó con la Harry Walker, la compañía automovilística que tenía una planta en el barrio de la Prosperitat y su primera toma de contacto con los movimientos reivindicativos, participando activamente en protestas por los derechos de los trabajadores y viéndose obligada a pasar temporadas fuera de casa para burlar el control franquista.

«Cada uno tenía un nombre de guerra para evitar ser descubiertos. El mío era Ana y me dedicaba a repartir panfletos antes de iniciar la jornada laboral. Los nombres reales y las direcciones solo los teníamos apuntados en una lista que alguna vez tuve que ponerme de compresa para que no la encontraran», explica Jiménez, que recuerda aquella época con una mezcla de miedo y melancolía. Su militancia le permitió conocer a su exmarido, un cura del barrio que ayudaba a los trabajadores sublevados y con quien se casó al cabo de poco tiempo. Después de pasar unos años en Lleida, volvió a Barcelona el año 1974 después de la muerte de los suegros en un accidente de tráfico y se instaló en el piso familiar ubicado en el bloque del número 31 de la calle de València, en la Esquerra del Eixample.

Es en este barrio donde ha hecho vida los últimos cincuenta años. Aquí nacieron sus dos hijos, se separó de su exmarido y entre las cuatro paredes del comedor de su casa se fundó la primera asociación de vecinos de la zona. Toda una trayectoria vital que también ha estado muy ligada a la escuela Joan Miró, donde ejerció de monitora del comedor hasta su jubilación, y más recientemente al Espai Nur, un verdadero oasis verde gestionado por el vecindario. Jiménez es sin duda parte de la historia de la Esquerra del Eixample, un barrio que ahora podría verse forzada a abandonar con 77 años a causa de un problema administrativo.

Vivir sin las condiciones mínimas

Su caso se remonta al año 2018, cuando después de un tiempo dándole vueltas decidió finalmente solicitar una vivienda social. Jiménez vive en piso de alquiler de renta antigua -solo paga 453 euros en el mes- que se encuentra en unas condiciones especialmente precarias. No tiene agua potable porque el óxido de las cañerías hace que salga marrón, de forma que tiene que ir unas cuántas veces por semana a llenar garrafas de agua a la fuente para poder beber, limpiarse y lavar la ropa. Calentar la casa en invierno es una misión imposible porque no tiene calefacción y las ventanas no cierran bien, así que se cierra en una de las habitaciones y se cubre de mantas para no pasar frío. La pared del baño cae a trozos a causa de la humedad y la instalación eléctrica en algunos puntos como la cocina provoca escalofríos.

Cañerías a la vista y humedades en el baño de Paquita Jiménez / A.R.

Estos son solo algunos ejemplos de una situación agraviada por los problemas de movilidad que tiene esta vecina, que a pesar de vivir en una finca con ascensor tiene que salvar una decena de empinados peldaños cada vez que se quiere mover de su domicilio, puesto que el aparato para a medio camino entre los dos pisos en vez de justo ante su puerta. Con este panorama, la mujer se enteró de la promoción municipal de 47 viviendas dotacionales con servicios para gente mayor del espacio Germanetes, a pocos metros de su casa, y llenó el formulario con el objetivo de poder acceder a uno de estos pisos. Jiménez renovó esta solicitud en cuatro ocasiones de manera presencial hasta que ahora hace un año acabó participando sin saberlo en el concurso para adjudicar estas viviendas, quedando en la posición 114, por lo tanto, fuera de las plazas otorgadas.

Una de las instalaciones eléctricas precarias del piso de Paquita Jiménez / A.R.

Una cuestión de crucecitas

El resultado de este proceso, sin embargo, fue una incógnita para esta vecina casi hasta el verano del 2022. Extrañada por la falta de información, pidió ayuda al grupo de vecinas con quienes gestionan el Espai Nur, que después de muchas llamadas y gestiones consiguieron finalmente acceder telemáticamente a su expediente. La sorpresa por la elevada posición que ocupaba en esta adjudicación llevó a las tres mujeres a investigar el caso y las indagaciones acabaron dando un fruto completamente inesperado: Jiménez habría ocupado la primera posición del listado si este hubiera reflejado su situación real.

Las comprobaciones de las vecinas permitieron constatar que en el expediente de la mujer no se indicaba que su vivienda no reúne las condiciones mínimas de habilidad, una condición que le hubiera permitido acceder a uno de los pisos de la promoción y que solo se tiene que marcar con una crucecita en el dorso de la hoja de solicitud de vivienda social. En las diferentes visitas que hizo Jiménez desde el 2018 tanto para presentar la petición como para preguntar en qué punto se encontraba el proceso, nadie la informó que había esta opción ni la asesoró a la hora de rellenar el formulario. De hecho, la vecina tampoco recibió nunca ninguna llamada ni correo postal detallándole las posibilidades que tenía como demandante, ni tampoco la avisaron que había un periodo de alegaciones donde podría haber completado su expediente.

Paquita Jiménez hace cerca de cincuenta años que vive en un piso en la calle de València, a la izquierda del Eixample / A.R.
Paquita Jiménez recoge con cubos el agua de la lluvia para poder regar las plantas / A.R.

«El piso sería suyo si la administración hubiera hecho su trabajo. Que yo sepa, no es un delito no tener internet«, apunta Annabel Jové, una de las vecinas que ha asesorado a la mujer en todo este proceso. A pesar de contar con el apoyo de diferentes entidades de la zona como la Asseció de Veïns de l’Esquerra de l’Eixample o del Síndic de Greuges de Barcelona, el caso de Jiménez parece complicado porque los pisos en cuestión -que todavía están en construcción- ya han sido adjudicados a otras personas. Por su parte, desde el Ayuntamiento lamentan esta situación, pero remarcan que la posición que ocupa en el listado de los pisos de Germanetes es la correcta teniendo en cuenta los datos que constaban en el sistema en el momento de iniciar la convocatoria de plazas y precisan que Jiménez y el resto de participantes fueron incluidos en el concurso de manera automática por motivos derivados de la pandemia.

Cruzada contra la desinformación

El expediente ahora ya actualizado de esta vecina de la Esquerra del Eixample hace que tenga todos los números para conseguir una plaza en el próximo proceso de adjudicación que abra el consistorio. La Marina del Prat Vermell o Sant Andreu son algunos de los barrios con promociones públicas que verán la luz próximamente. En caso de aceptar estas plazas, Jiménez se vería obligada a abandonar su barrio, una posibilidad que cada vez ve más cerca, sobre todo teniendo en cuenta que los pisos de Germanetes ya están adjudicados. «Es muy tarde para mí. Aun así, llevaré el caso hasta el final porque seguro que hay muchas personas que como yo se están quedando al margen por no tener la información. Parece que todos tenemos que pasar por el aro de internet. Yo siempre he sido rebelde y esta es mi forma de luchar contra esta realidad», señala.

Las garrafas de agua que Paquita Jiménez tiene que llenar de la fuente para poder tener agua potable en casa / A.R.

Ahora bien, por muy lejos que tenga que marcharse, la mujer no se plantea dejar de acudir como cada día al Espai Nur. «Cada vez que sale una nueva promoción, lo primero que hace es buscar si tiene buena combinación en transporte público para venir a los jardines», asegura Mireille Maladry, otra de las responsables de este pequeño oasis. Tanto ella como las otras dos vecinas implicadas en el caso no tienen pensado tirar la toalla y pretenden continuar llamando a puertas para conseguir que Jiménez se quede en el barrio. «Es una persona que ha sufrido mucho y, aun así, siempre tiene una sonrisa en la cara. No nos imaginamos un barrio sin ella, por eso lucharemos», afirma.

Paquita Jiménez con Elena Ruiz, Annabel Jové y Mireille Maladry, el grupo de vecinas que la ha ayudado en todo este proceso, en el Espai Nur / A.R.

Comentaris

  1. Icona del comentari de: Debaser a mayo 23, 2023 | 11:29
    Debaser mayo 23, 2023 | 11:29
    A tope con Paquita!!

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