El estado de degradación de la finca que se encuentra al número 3 de la calle de Cecs de la Boqueria, en el barrio Gòtic, es visible antes de entrar. Una red colocada en la fachada para evitar desprendimientos hacia la calle se ha convertido en un vertedero que acumula suciedad y diferentes objetos, como juguetes o, incluso, un colchón. Peatones y turistas observan curiosos la imagen. Al entrar a la finca el panorama es similar. Las paredes están sucias y degradadas, hay bajantes dañados que provocan escapes de agua, cuadros eléctricos al descubierto, baldosas rotas y basura repartida por la escalera, entre otros detalles que denotan que hace mucho de tiempo que nadie cuida lo suficiente qué pasa entre estas paredes.
Chaima Bakhat es una de las 18 vecinas que conviven con estas condiciones de insalubridad. Tal como ha explicado este miércoles en una rueda de prensa que ha hecho junto al colectivo que defiende el derecho a la vivienda en El Gòtic, Resistim al Gòtic, ella llegó hace más de 12 años a este punto del corazón de Barcelona, donde vive con su pareja y sus dos hijos de 6 y 8 años. En aquel momento, el bloque de pisos ya estaba abandonado, pero la situación ha ido a peor en los últimos años, cuando las condiciones de mantenimiento y salubridad han llegado a niveles «lamentables» y «peligrosos». Por lo que hace a la propiedad, Resistim al Gòtic ha asegurado al TOT Barcelona que el Ayuntamiento les dijo que no había desde hacía años, la cual cosa les hacía pensar que solo podían reclamar responsabilidades al mismo consistorio o a la Generalitat de Catalunya. Este mismo miércoles, pero, les ha dicho que sí que hay propiedad: la congregación del Oratori de Sant Felip Neri, que depende del Arzobispado. Lo es desde hace más de 100 años.

Por su parte, fuentes municipales han informado en declaraciones en este diario que el Distrito de Ciutat Vella está haciendo «seguimiento» de cinco viviendas y tres locales de la finca y que, además, constan hasta cuatro expedientes por falta de mantenimiento en los últimos tres años. También han afirmado que el 2023 se puso en contacto con esta, quien hizo algunas actuaciones «para mejorar el estado del edificio», como la colocación de la red protectora, y a la vez se comprometió a hacer un estudio. «A partir de la reunión, al Ayuntamiento le consta que la propiedad hizo el pasado mes de diciembre una solicitud de urgencia para la realización de medidas de protección y la retirada de elementos desprendidos en cornisa y fachada del edificio», ha detallado.
Una rutina complicada
La experiencia de Bakhat habla por sí misma sobre cómo es el día a día al número 3 de la calle de Cecs de la Boqueria. Asegura que desde que entró a vivir en este piso se ha estado quejando por la suciedad y la instalación de la luz, entre otras, sin obtener soluciones. “Sufrimos desde que llegamos, pero desde que nacieron mis hijos sufrimos mucho más”, avisa. “Mis hijos me preguntan mucho por todo el que ven”, dice y, a continuación, denuncia que uno de los grandes problemas que la ha rodeado durante años ha sido el tráfico drogues. Asegura que llegó a haber al menos un narcopiso, lo cual suponía encontrarse desconocidos en la escala que iban a comprar drogas.

Esto no es todo. Al llegar a la azotea del edificio, todavía es visible el rastro de uno de los hechos que más han marcado a estos vecinos: el incendio que les obligó a pasar toda la noche fuera de casa. Tal como recuerda Bakhat, se produjo el noviembre del 2022 en una habitación que daba a la azotea, que estaba ocupada y llena de chatarra. “Estábamos durmiendo y al oler el humo, salimos corriendo a la calle. Los Bomberos apagaron el incendio”. Después de esto, afirma, nadie comprobó si las llamas habían provocado daños estructurales a las viviendas ni se preocupó por cómo estaban los vecinos.
Durante meses, además, se dejaron acumulados escombros y basura quemada. Todo esto, hace que Bakhat ni se plantee salir a la azotea con sus hijos, a pesar de que podría ser un lugar ideal para salir a jugar. “Nunca sabemos que nos podemos encontrar aquí”, insiste rodeada por las azoteas de los edificios vecinos, mucho más cuidados y que sí que invitan a sentarse a tomar el sol. “La mayoría son para turistas”, subraya.
La odisea de buscar piso
Bakhat estuvo pagando rigurosamente el alquiler desde que entró a vivir al piso. Hace un año y medio, pero, las pésimas condiciones bajo las cuales vive, junto con el hecho de quedarse sin trabajo, provocaron que dejara de pagar el alquiler. Ante este panorama, ha intentado marcharse de este punto del Gòtic y empezar de nuevo, pero el mercado inmobiliario no le ha permitido. “Hemos intentado cambiar de piso, pero el precio del alquiler está fatal, incluso si tienes trabajo. Además, el hecho de ser extranjera, hace que sea mucho más difícil”, señala.

Por su parte, desde Resistim al Gòtic no solo piden que el edificio se integre en el parque de vivienda pública de Barcelona, también que se rehabilite y se hagan las tareas de mantenimiento pertinentes y que sus vecinos se puedan quedar a vivir con un alquiler social, entre otros. “En El Gòtic casi no tenemos vivienda social. Se están sustituyendo muchos vecinos por otros con rentas más altas, y nosotros queremos que los vecinos se queden”, reivindican.