Es difícil imaginarse la Gran Via de Carles III sin la ronda del Mig. Estas dos vías que conectan los barrios de Sarrià y Les Corts funcionan desde hace casi medio siglo como un binomio inseparable que separa las dos caras de un mismo barrio, como una herida abierta pendiente de una cicatrización que nunca llega. Su origen se remonta al Pla de Vies del 1903, que formaba parte de la planificación proyectada por el urbanista Léon Jaussely, ganador del concurso público abierto por el Ayuntamiento de Barcelona con el objetivo de encajar la trama del Eixample y las antiguas villas entonces ya anexadas a la gran ciudad. No obstante, el aspecto que esta arteria urbanística presentó durante más de la mitad del siglo XX tiene poco que ver con el estado actual, especialmente en el tramo que va de la calle de Mejía Lequerica a la plaza de Prat de la Riba, el último pendiente de cubrir.

Si observamos los trabajos realizados por la Oficina del Plan Parcelario dirigida por Vicenç Martorell, podemos comprobar cómo en los años treinta y cuarenta esta vía consistía en una gran rambla de tierra con arbolado que conectaba la parte baja de Sarrià con Les Corts y Sants, atravesando la travesera de les Corts. En este espacio de paseo central se había llegado a celebrar durante años la fiesta mayor del barrio de Les Corts.

Alfombra roja al vehículo de motor
Este aspecto se mantuvo hasta finales de los sesenta, cuando bajo el mandato del alcalde Josep Maria de Porcioles se impulsó la creación de una ronda como autovía urbana para favorecer el tráfico de los vehículos de motor. Las obras comenzaron en 1969, en pleno tardofranquismo, abriendo grandes surcos en la tierra para acomodar las calzadas, y se prolongaron hasta 1979, cuando se dio por finalizados los trabajos.

El trazado de esta especie de autopista interior barcelonesa comunicaba en un recorrido de catorce kilómetros la Zona Franca y la avenida de la Meridiana.

Primera revuelta ciudadana
Una década después, con la llegada de los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992, los vecinos de Sants comenzaron a reclamar la pacificación de esta autovía urbana. La reivindicación tuvo sus frutos y el consistorio inició entonces un plan para cubrir y soterrar la calzada, creando un gran paseo sobre la ronda. Entre los años 1995 y 2003 se reurbanizó en diferentes fases el tramo entre las calles de Antoni Campmany y Mejía Laquerica. Se colocó una losa para cubrir la vía y solo en el tramo más próximo a la Diagonal sí que se tuvo que rebajar el suelo hasta los cinco metros y medio de profundidad para poder hacer continuo el paseo.

¿Tendrá éxito la segunda revuelta?
Con estas actuaciones de mejora urbana, sin embargo, se dejó un tramo de unos 800 metros pendiente de cubrir, en concreto el que va de la calle de Mejía Lequerica a la plaza de Prat de la Riba. Después de casi tres décadas de espera, los vecinos de las dos zonas afectadas -tanto por encima de la Diagonal como por debajo- han unido fuerzas para reclamar que se termine esta cobertura y denunciar que tener una “autopista urbana” de once carriles en plena ciudad “no tiene sentido”, divide barrios en dos y es un foco de ruido y contaminación ambiental extraordinario.
