«El problema de Barcelona con el turismo es de cantidad; no cabe ni una plaza más». Así de contundente se expresa en conversación con el TODO Barcelona Martí Cusó, portavoz del Asociación de Vecinos del barrio Gótico y activista contra la masificación turística. La recuperación del ritmo de atracción de visitantes, locales e internacionales, después de la pandemia ha servido para reactivar buena parte de la economía de servicios de Barcelona; pero también para volver a encender una oposición a los excesos del turismo que en los años anteriores había estado mucho más tectónica. El movimiento por el decrecimiento de la ciudad, que espera un verano especialmente encendido sobre los hombros de un récord de visitantes y con la Copa América al horizonte inmediato, lee prácticamente todos los movimientos de administraciones y grandes empresas en estos términos.
Incluso, analiza el portavoz de la Asamblea de Barrios por el Decrecimiento Turístico Daniel Pardo, la aplicación del decreto de la Generalitat del pasado mas de noviembre por la cual la ciudad eliminará todas las licencias de pisos turísticos en 2028. A pesar de que la noticia puede ser, en un primer contacto, positiva; el militante la recibe con «reservas y matices». «El anuncio seguramente va dirigido a callar las voces de la protesta», contempla Pardo. La ensambladura del calendario abona la tesis: el alcalde de la ciudad Jaume Collboni anunció la medida solo dos semanas -prácticamente en el día- antes de la gran manifestación del próximo 6 de julio -una marcha con relativa capacidad transversal con la cual el movimiento espera «catalizar» el resto del verano-.
Entre las aproximaciones más discursivas, el movimiento vecinal discute abundantes reticencias sobre el hipotético efecto positivo de la eliminación de las licencias. Este mismo domingo, justo es decir, el mismo Collboni ha limpiado una de las más relevantes: en una reciente rueda de prensa de la mano de la ministra de Vivienda Isabel Rodríguez, el alcalde ha anunciado su intención de duplicar los recursos dedicados a la inspección contra las viviendas de uso turístico ilegales de cara en el año próximo, y continuar aumentando la dedicación en los ejercicios siguientes, atendido el previsible «aumento de la ilegalidad» una vez los permisos se extingan. La de la inspección era una de las grandes preocupaciones de los barrios; tanto que incluso este anuncio los parece hasta cierto punto insuficiente.
Si bien tanto Pardo como varias asociaciones vecinales ven necesaria una dedicación económica más importante a los inspectores, la gestión y la ejecución de esta vigilancia es igualmente importante. «Bienvenida la lucha contra los pisos turísticos ilegales; pero el más necesario es agilizar el proceso de inspección», critica el portavoz de la Asamblea. Similar es la percepción de Manel Martínez, portavoz de la Asociación de Vecinos de la Barceloneta, que alerta que, más allá de la disponibilidad de manos, la estructura de la institución también es dudosa a ojos del asociacionismo. «Los trabajadores nos explicaban que no tenían registros actualizados», replica Martínez. Así, la inversión tendrá que ir acompañada de herramientas para facilitar la tarea a los profesionales. Sin estas nuevas palancas, el trabajo público «no liga con las denuncias que hacen los vecinos, hecho que provoca que dejen de denunciar», como ya ha sucedido en otras ocasiones, en palabras del representante de la Barceloneta.

Las rendijas de la LAU
Más allá de la aplicación concreta de la norma, los movimientos de base de la ciudad alertan de los limitados efectos que eliminar los pisos turísticos en la ciudad cuando los rentistas tienen disponibles modalidades de inmuebles no residenciales sin ningún tipo de regulación, como es el caso del alquiler temporal y el de habitaciones -o
La ausencia de los alquileres temporales y de habitaciones de la LAU fue, precisamente, la rendija legal que buscaba remediar la Generalitat con el decreto exprés presentado el pasado abril. La ofensiva del departamento de Territorio, presidido por Ester Capella, buscaba aplicar el tope de precios de la ley de la vivienda también en estos otros contratos; así como otras herramientas de protección de los locatarios y de ataque a las operaciones fuera de la ley. El decreto, hay que recordar, madriguera con el voto negativo de la derecha española, Juntos y el PSC. En esta directa oposición a la regulación, los movimientos sociales veían un importado agujero en la gestión socialista. «No tiene ningún sentido que Collboni haga este discurso y a la vez vote contra la regulación del alquiler de temporada, porque todos los HUTs irán a temporada o a habitaciones», critica con vehemencia el representante del Gótico.

«Portavoz de los hoteles»
En la aplicación del decreto de la Generalitat sobre Barcelona, buena parte de los movimientos sociales contrarios a la masificación turística ven, por la espalda, una importante concesión al sector hotelero de la ciudad. El mismo Collboni, de hecho, argumenta en una entrevista a
Mucho más crítico se muestra Cusó, que tilda el alcalde de «portavoz del gremio de hoteleros y de Barcelona Global». De hecho, anuncia que uno de los puntos centrales de la manifestación unitaria del próximo 6 de julio será la demanda de «crecimiento cero en toda la ciudad; jefa nueva plaza hotelera o turística», se sitúe en el barrio que se sitúe. Los mimbres normativos de la gestión de turismo y vivienda en la ciudad, alerta el activista, recuerdan a «la lógica del PSC de los 90». «Están repitiendo patrones», comenta; apuntando, entre otras cuestiones, a los cambios en la norma del 30%, que movilizan los recursos constructivos hacia barrios como el Buen Pastor, la Marina de la Zona franca o lo Besós cuando «en Barcelona hay una muchedumbre de pisos vacíos». «Venga todo el mundo a vivir en las periferias -ironiza- mientras llenamos el centro de pisos de lujo, turismo y especulación».