Los Mossos d’Esquadra han desmantelado una compleja estructura criminal que controlaba en Barcelona el mercado negro de teléfonos móviles robados. Los ladrones no solo robaban los dispositivos, sino que también intentaban estafar a las víctimas y enviaban los aparatos al extranjero, principalmente a China y Marruecos. La División de Investigación Criminal (DIC) de la capital catalana, en colaboración con la de Investigación de la comisaría de Ciutat Vella y del Área Regional de Investigación de Barcelona, ha asestado un golpe durísimo —“el de mayor alcance realizado nunca en territorio catalán”, según los propios Mossos— a esta red criminal, ya que han desmantelado varias facciones criminales del entramado, desde grupos que compraban los teléfonos robados hasta bandas que perpetraban las estafas y los que proporcionaban los programas maliciosos para hacerlo.
Durante la operación, los Mossos han detenido a una veintena de personas de entre 30 y 40 años y han realizado 11 registros en pisos y tiendas durante los cuales han recuperado más de 1.000 móviles. Los dispositivos tenían un valor aproximado de unos 400.000 euros en el mercado negro. También han decomisado 74 ordenadores, 32 tabletas, 15 datáfonos y 43.000 euros en efectivo. La investigación forma parte del Pla Kanpai contra la multirreincidencia que los Mossos han puesto en marcha este año y que ahora también intenta intervenir en todos los eslabones de la actividad criminal. “Se ha actuado sobre las estructuras criminales de receptación necesarias e indispensables para que el ladrón coloque de manera inmediata los terminales sustraídos. Junto con la presión policial en la calle, combatir estas redes criminales es clave para dificultar la acción delictiva y limitar las oportunidades delictivas”.

El jefe de la División de Investigación Criminal de Barcelona, el inspector Lisard Hidalgo, ha explicado que muchos de los detenidos son viejos “conocidos” de la policía catalana y que algunos ya tenían otros casos abiertos. La investigación comenzó hace más de un año, cuando varias personas que tenían geolocalizado el móvil informaron a los Mossos que sus teléfonos robados se encontraban en diferentes puntos del Raval y que algunos incluso habían sido estafados con tarjetas vinculadas al aparato. A partir de las primeras localizaciones, los investigadores tiraron del hilo y pudieron identificar los puntos de receptación. La red tenía ladrones, receptadores, falsificadores, informáticos e incluso un departamento de logística. Los móviles se enviaban en paquetes a China y por carretera a Marruecos, donde los dispositivos acababan desmontados por piezas si no podían acceder al terminal para cometer nuevas estafas.