Las obras de la superilla del Eixample han dejado durante estos primeros meses de actividad diversas imágenes curiosas. Los trabajos para configurar estos cuatro nuevos ejes verdes no solo han servido para sacar a la superficie restos de antiguas edificaciones de siglos pretéritos, las viejas vías del tranvía de la calle de Girona o las antiguos adoquines de la ciudad en la calle del Consell de Cent, sino que también se han traducido en otros fenómenos menos habituales, pero igualmente espectaculares como pueden ser las grandes fugas de agua registradas o el caos circulatorio de los primeros días con restricciones de movilidad en esta zona del distrito barcelonés.
El último de los episodios curiosos vivido en uno de los tramos en obras de la nueva superilla tuvo lugar esta misma semana. El protagonista de esta peculiar escena es uno de los semáforos que resisten entre los surcos de las máquinas en el cruce entre la calle de la Diputació y la calle del Comte Borrell. Para evitar que pudiera caer mientras se alargaran los trabajos, los operarios decidieron colocar este aparato en horizontal apoyado en el suelo y con la parte posterior contra el límite de uno de los tramos donde ya están colocados los adoquines que conformarán este nuevo eje verde.
Funciona con la misma frecuencia
Hasta aquí nada extraño. Sin embargoí, resulta que -a pesar de su posición horizontal- el semáforo está conectado al corriente eléctrico y continúa funcionando cómo si siguiera colocado a su lugar original, efectuando los cambios de color con la misma frecuencia que siempre, pero sin causar el efecto habitual deseado. El funcionamiento de este semáforo pasa aparentemente inadvertido durante el día, pero se hace especialmente notorio cuando cae la noche, puesto que la luz acaba reflejada contra el suelo y llama la atención de muchos de los peatones que pasan por el lado izquierdo del aparato.
