La naturaleza del río Besòs acompaña unas visitas idílicas, con Santa Coloma y Sant Adrià de fondo y un mural que avanza la historia de lucha de los vecinos de Quito 18. «Vivir es probarlo infinitas veces», dice la única pintada que se ve desde la terraza de este conjunto de viviendas de Baró de Vivier. El paisaje incentiva un debate filosófico entre dos maneras de entender la lucha. «¿La democracia funciona?», se pregunta Elisabet, una de las referentes de la comunidad de vecinos. Ignacio y Nacho le acompañan en la batalla. «Ellos son más carismáticos. El uno es enérgico y quiere hacer fuerza, unir a la gente. El otro es más de actuar con la palabra, de enviar correos», explica Elisabet. Ignacio, el tranquilo, se la mira sonriente. No hablan de política, sino de como hacer avanzar un bloque de pisos propiedad del Instituto Municipal de la Vivienda y Rehabilitación de Barcelona (IMHAB) que acoge 150 familias derivadas por la mesa de emergencia. La mayoría han sido desahuciadas o son tuteladas y dicen estar «angustiadas» y «abandonadas».
La historia de Quito 18 ha unido a toda la oposición –excepto la extrema derecha– en Sant Andreu, hecho que explica la singularidad de este caso. Junts, BComú, ERC y PP han forzado el distrito a crear una comisión de seguimiento que vele por las condiciones de este edificio. «Tuve que pegar un grito en el último consejo de barrio», explica el Ignacio al TOT Barcelona desde la terraza. Recuerda aquel momento como un «punto de inflexión» que abre una puerta a la «esperanza». «Los vecinos de aquí vivimos angustiados, nos sentimos abandonados. El mantenimiento, la suciedad, la seguridad… no llegan a unos mínimos de dignidad. Y todo ello, esta carencia de dignidad con que nos sentimos tratados por la administración, nos hace muy mal», se queja el vecino. Elisabet no quiere hablar de «abandono» y culpa de la situación a una administración que, directamente, considera «inútil».

El TOT Barcelona visita la finca. La puerta principal cierra a ratos y los técnicos se excusan «diciendo que es por el calor». El ascensor, dicen los vecinos, estuvo 80 días sin funcionar, a pesar de que una mujer en silla de ruedas vive en el último piso. Bajando de la azotea, Ibrahim, un chico musulmán que espera el ascensor con su hijo, avisa que a veces se lo ha encontrado «meado» y con «muy mal olor». Elisabet e Ignacio no se extrañan y añaden que a menudo han tenido que limpiar «cacas de perro». También explican que de vez en cuando aparecen «jeringuillas» en la azotea y avisan de personas drogodependientes «que se nos cuelan y aprovechan para drogarse o beber».
Hay más. El IMHAB ha decidido tapiar las cajas eléctricas porque, según los vecinos, se utilizaban como almacén de droga. Por instantes el olor de tabaco es potente y las paredes, despintadas y con socavones en tramos puntuales, están marcadas por puntapiés constantes o neumáticos de bici. Pero esto da igual, dicen los referentes. Los vecinos aseguran que los pisos, de puertas en dentro, son correctos, pero que la inseguridad y la degradación de la escalera lo difumina todo. Elisabet se lleva las manos a la cabeza y apuesta, internamente, por crear «una comunidad de vecinos entregada» que «evitaría muchas de estas cosas». Pero una cosa no quita la otra, le responde Ignacio: «La administración tiene que cumplir con unos básicos».

Sin noticias del IMHAB
En la planta baja, los vecinos cuestionan la distribución de algunas salas ‘polivalentes’ que están «abandonadas». También se fijan en el buzón del 4.º 5.ª, llena a rebosar de cartas. Es un piso habilitado para el Servicio de Intervención para el Bienestar en las Comunidades (SIBEC), un servicio creado, según define del mismo Ayuntamiento, para «detectar problemáticas y hacer seguimiento de las propuestas de mejora de aquellas viviendas y comunidades de vecinos gestionados por el IMHAB». «Dicen que se preocupan por el bienestar de los vecinos, pero ni siquiera han cambiado el nombre que aparece al buzón ni lo han vaciado. Quizás algún vecino ha enviado alguna haciendo una consulta, pidiendo una ayuda, pero como no la miran, el buzón nunca tendrá respuesta. Un buzón lleno puede indicar que quizás no vive nadie o que no está», dice Ignacio.
Según el vecino, en aquel piso no entra casi nunca nadie. No es el único piso vacío o en desuso, argumenta. «Ante mí se cerró un piso hace un año. Es decir, que hay una vivienda vacía, protegido con alarma. Y no es el único que hay en todo el edificio, hay más de uno y más de dos. Y mientras tanto, hay gente durmiendo en la calle», se queja Ignacio, que asegura haber enviado correos «con copia a todo el mundo»; al SIBEC, al IMHAB, al alcalde Jaume Collboni y la presidencia del Consejo Europeo. «Li he dicho al alcalde que ya está enterado, que lo que pase aquí también es responsabilidad suya».

Frente común a la oposición
Esta ausencia de respuestas agravia los problemas de mantenimiento y convivencia que denuncian desde Quito, 18. En este sentido, los vecinos son claros al señalar que «Barón de Viver es el vertedero de Barcelona». Otras voces que han visitado el espacio refrenden lo que consideran un «mal acompañamiento», no solo de la finca sino también del barrio. «Hay gente que no se siente integrada», remarca la consejera de ERC a Sant Andreu Montserrat Reyes, la encargada en la oposición de hacer seguimiento de los problemas de convivencia detectados en el edificio municipal. «No queremos cargar contra nadie, pero lamentablemente creemos que el sistema SIBEC ha empeorado la interlocución en una zona poco cohesionada socialmente. No hay entidades ni comercios; Barón de Viver tiene una red social muy pequeña», detalla la republicana.
El frente común político se complementa con BComú, Junts y PP. Los de Ada Colau, que tenían responsabilidades en la IMHAB el último mandato y pueden tener más acceso, hacen seguimiento de los servicios entregados a los afectados. Los juntaires se fijan en el mantenimiento y la limpieza del edificio. Y los populares reclaman un censo de vecinos claro. «Hay pisos vacíos y entendemos que, en el contexto actual, esto tiene que ser por motivos muy fuertes», se quejaba en el último consejo plenario el consejero Óscar Lupiáñez. «Que partidos políticos tan diferentes hayamos hecho un ruego conjunto para poner remedio a todas las problemáticas de este edificio dice mucho de la necesidad de crear una mesa de trabajo», añadía el juntaire Jaume Tomàs.

La respuesta del SIBEC
El año pasado el apoyo a este tipo de inmuebles se hacía a través de un servicio que ofrecía el mismo distrito, pero a finales de 2023 la atención se derivó a este otro sistema gestionado por el IMHAB, que el Ayuntamiento considera «más específico» porque la prestación del servicio «se ubica dentro de la misma finca». Un hecho que los vecinos insisten en negar, recordando que de nada sirve esta idea si la oficina está siempre vacía o es inaccesible. El distrito de Sant Andreu reconoce que ha habido «ciertas dificultades» para implementar el servicio y que estos meses se ha optado para «priorizar una atención individualizada». En todo caso, defiende que el SIBEC ha abierto 39 avisos «de diferente tipología» en el edificio en cuestión y que solo quedan 6 para resolver.
A través del distrito –que hizo de portavoz en el último consejo plenario– el SIBEC recomienda contactar por teléfono y avisa que la oficina en Quito 18 está pensada para acoger «entrevistas con cita previa». Más concisa es la respuesta que el Ayuntamiento da en este diario. «El SIBEC dispone de un equipo específico por la finca formado por dos profesionales del ámbito social ubicado a uno de los pisos del mismo edificio», insisten en el Ayuntamiento sin entrar a valorar o matizar las quejas que le acusan de estar ausente y pisar más bien poco la finca. «Sus funciones son hacer un seguimiento de la comunicación entre vecindario y el IMHAB, intervienen en conflictos vecinales, se coordinan con otros servicios municipales y gestionan el mantenimiento de la finca», se limitan a decir, añadiendo que ahora también se hacen «reuniones mensuales» con los representantes vecinales «de las tres escalas de Quito 18».