Los estereotipos que se han instalado en el imaginario colectivo respecto a algunos barrios periféricos de Barcelona hacen que no siempre se les conozca tal como son. Las personas que no los han pisado o no han vivido pueden tener una idea más basada en estigmas que en hechos. Esto lo conoce de muy cerca en Dani Ruiz, vecino de toda la vida del barrio de la Trinitat Vella, «La Trini», para sus vecinos. Recuerda al TOT Barcelona que cuando era pequeño estudiaba en una escuela de Sant Andreu de Palomar, que se encuentra a solo dos estaciones de metro de la Trinitat Vella. Las ideas preconcebidas que mucha gente tiene de los dos barrios, pero, están lejos de coincidir. Es como si la autopista que hay en medio, la ronda de Dalt, materializara el gran abismo que les separa. “Mis compañeros no venían a casa a hacer trabajos, normalmente tenía que ir yo a Sant Andreu”, asegura.
Estos estereotipos son los que Ruiz ha querido alejar de la imagen de la Trinitat Vella en su exposición fotográfica ‘La otra ciudad’, que desde el 2023 ha sido expuesta de manera itinerante en diferentes centros cívicos de la ciudad. El proyecto se centra, simplemente, en mostrarla tal como es poniendo en el centro a los protagonistas de su cotidianidad: vecinos, bloques de pisos, activistas vecinales, muestras de diversidad cultural y diferentes detalles, como uniformes de trabajo colgados extendidos a los balcones, que hablan de la clase trabajadora, entre otras. «Se trata de mostrar el barrio para recordar que existimos”. Pero el proyecto va más allá. El pasado 4 de noviembre, Ruiz organizó, junto con otro vecino, Youssef Sultan; un itinerario por el barrio donde los mismos vecinos lo enseñaron a residentes otras zonas con realidades, en principio, muy diferentes: las Corts y Sarrià, la última parada de la exposición. “No buscaba enseñar ningún edificio emblemático, sino la Trinitat Vella a través de las experiencias de los vecinos”, detalla Ruiz.
Un futuro que no llega
En cada parada del itinerario, uno o más de un vecino compartieron realidades de su día a día o luchas vecinales. Una de ellas es la de la rehabilitación de viviendas de la zona norte, levantadas con aluminosis, materiales de mala calidad y daños estructurales. Laila, una de las personas que lo sufre, recordó que muchos vecinos viven en pisos en mal estado mientras esperan, desde hace muchos años y con numerosos retrasos, que se los realoje a los bloques de pisos que se están construyendo al solar de la antigua prisión de Trinitat Vella. “Hay gente que lo vive desde hace muchos años. Siempre que Laila sale de casa, se encuentra con las obras y, inevitablemente, cada día piensa con este futuro”, explica Sultan desde un cruce donde la prisión hace de telón de fondo.

Otra parada del itinerario es un camino conectado a la estación de metro, antiguamente conocido como “el caminito de la droga”, que evoca todo lo que se consiguió con la lucha antidroga. Ruiz señala que estalló el 2010, cuando “volvió la heroína». Había gente que consumía en el barrio y otros que se acercaban para comprar. Ante esto, parte del vecindario protagonizó diferentes manifestaciones bajo el lema “No a la droga” y, a la vez, pidió a las administraciones medidas. Las soluciones propuestas nunca los acabaron de satisfacer y, por lo tanto, el ímpetu del vecindario tuvo que hacer frente a este problema. La unión que se forjó durante aquellos tiempos no se acabó con el final de esta lucha. Todavía pervive hoy en día. “Se fueron haciendo actividades y, con el tiempo, esto derivó con la Semana de la Convivencia a la Trinitat Vella, que marca en el calendario diferentes actividades para los vecinos”, celebra Ruiz.
Carmen Huertas es una de las vecinas de las Corts a las cuales se explicaron estas luchas durante el itinerario. Reconoce que antes no conocía el barrio, solo había estado en el Parc de la Trinitat. Entre sus palabras se denota que captó parte de su esencia. “Me gustó mucho la red social que tienen montada. Si algún vecino tiene un problema, todo el mundo está dispuesto a ayudar. Si hay una fiesta o una actividad a montar, todo el mundo participa”, dice. En este sentido, añade que el asociacionismo tiene un peso importante en casi todos los territorios de la ciudad, pero que la diferencia es que mientras, por ejemplo, en Sarrià se defienden áreas como el patrimonio, a zonas como Trinitat Vella derechos más elementales. “Además, comparten sus problemas, y esto los ayuda a ver que no son los únicos que tienen y, a la vez, a salir adelante”, señala.
Prioridades diferentes
El presidente de la Asociación Amigos de la Mezquita la Pau, Mohamed Chair, comparte una opinión similar: la periferia tiene muchas veces prioridades diferentes que los “barrios acomodados”. En cuanto a la comunidad musulmana, recuerda que representa una buena parte de la población de Trinitat Vella y que está muy implicada en las luchas vecinales. En este sentido, desmiente a los medios de comunicación o mensajes de autoridades que transmiten ideas de la comunidad musulmana muy diferenciadas de la local, como si sus necesidades no tuvieran nada a ver. “Nosotros somos parte de la ciudad y nos importan los mismos pilares que el resto: tener trabajo, vivienda y buena educación para nuestros hijos”, insiste.

Es por eso que para Chair fue importante durante el itinerario invitar a los vecinos de las Corts y Sarrià a la Mezquita de la Pau, que abrió las puertas el 1994. “Algunos me dijeron que nunca habían pisado un centro de culto. Hay que conocer esta realidad porque el desconocimiento genera miedo y falsas concepciones…”. En este sentido, Sultan subraya que este punto del itinerario fue clave por mostrar otra cara de Barcelona que no es visible para muchos barceloneses. “La ciudad también representa en la comunidad musulmana, pero a algunos se los sorprendía mucho entrar en una mezquita”.
El final de este recorrido culminó en dos puntos donde el pasado histórico tuvo mucho de peso. Por una parte, Ruiz recuerda como la plaza de los Niños, dos vecinas, la Naima y la Chus, hablaron de la cultura popular del barrio. Destacaron acontecimientos como el ‘Túnel del terror’, que esta Castañada ha cumplido 10 años; el final del ayuno del Ramadán, donde participan muchos vecinos, sean musulmanes o no; y la celebración del Carnaval. «Une a todas las entidades, por muy diferentes que sean, porque casi todas nacieron como comparsas de Carnaval», afirma. Por otra parte, está la plaza de la Trinitat, donde una de las propietarias del horno centenario Forn Trinitat, Teresa Penya, y la presidenta de la Fundación Padre Manel, Sandra Pardo, hicieron un viaje a la Trinitat Vella de los años treinta y cuarenta. Recordaron, entre otros, que entonces varios vecinos y el padre Manel iban a la prisión a hacer actividades con los presos, lo cual vuelve a evidenciar una de las constantes de un barrio que solo quiere existir: la voluntad de ayudar a los demás.