Este domingo, 4 de febrero, el termómetro de Can Cottet cumple sesenta y ocho años marcando la temperatura de Barcelona. Aquel día de 1956, el emblemático símbolo del Portal de l’Àngel se puso en marcha. Las crónicas de la época dicen que en la ciudad hacía un frío de mil demonios. Ahora, en cambio, parece que el invierno haya prácticamente desaparecido y Barcelona ya ha entrado en emergencia por sequía. La inauguración oficial todavía se hizo esperar, hasta el 25 de febrero de aquel mismo año, todavía con temperaturas bastante heladas en la ciudad y con el anuncio de que era el termómetro más grande del mundo.
El termómetro luce de nuevo sobre el número 40 de la conocida calle peatonal del Gòtic desde el verano de 2022. Durante tres años, desde 2019, la instalación estuvo tapada y sin funcionar mientras se reformaba todo el edificio para reconvertirlo en oficinas con dos comercios en la planta baja. La óptica Cottet, con décadas de historia al lado de la plaza de Cataluña, ya no está en esta finca. Se trasladó antes de la pandemia a rambla de Cataluña. Todo el inmueble del Portal de l’Àngel se vendió a un fondo de inversión con sede en Valencia. La imagen principal de esta información fue tomada el 30 de enero, cuando el termómetro marcaba 14 grados. A pesar de ello, hay días que el aparato no funciona, como este domingo 4 de febrero.
Construido con tubos de neón
¿Cuáles son los rasgos distintivos del termómetro de Can Cottet? Puede marcar una temperatura que oscila entre el -5 y los 40 grados, y todo hace pensar que más pronto que tarde, el termómetro barcelonés se quedará corto para medir la temperatura en el centro de la capital catalana durante una ola de calor. Con 22 metros de altura y 2.000 kilos de peso, el aparato se construyó con 570 metros de tubos de neón, y no fue hasta los años noventa que fueron sustituidos por leds.

La idea de hacer el termómetro nació los años cuarenta del siglo pasado de la mano de los hermanos Renato, Rolando y Fernando Cottet. Los Cottet habían abierto su primera tienda en Barcelona en 1902. Durando la Exposición Universal de 1888, un nieto de la primera generación de los Cottet, Constantino, se desplazó hasta Barcelona para dar a conocer su marca de gafas, nacida en Francia. El enamoramiento del empresario con la ciudad fue inmediato y catorce años después puso en marcha el establecimiento del Portal de l’Àngel. Inspirándose en instalaciones parecidas que había en otras ciudades, como Copenhague, los hermanos Cottet encargaron el proyecto del termómetro al ingeniero J. Nebot, que inició la construcción en 1955.
Protegido por el Ayuntamiento
A lo largo de cerca de siete décadas, el termómetro de Can Cottet ha funcionado con bastante precisión. Con todo, los tres años de 2019 a 2022 no han sido los únicos que ha estado fuera de servicio. Por ejemplo, en 2009, el termómetro se estropeó. La restauración costó unos 70.000 euros, que se pagó con un convenio entre los Cottet y el Ayuntamiento de Barcelona, recuperándose el termómetro en 2011. Años atrás, en 1971, se tuvo que remodelar el sistema mecánico porque el aparato fallaba los días de lluvia.
Convertido en un símbolo de Barcelona, en 1999 el consistorio decidió protegerlo como




