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Seis de cada cien litros perdidos por las cañerías: balance en tiempo de sequía
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Poco más de 300 litros de agua en todo un año. Este es el pobre registro de lluvia captado por el Observatorio Fabra durante el 2022, que ha sumado el año más seco de su historia por segunda vez consecutiva. La sequía va por el camino de lograr récords desastrosos y, de hecho, la Agencia Catalana del Agua (ACA) ha activado recientemente nuevas restricciones para ahorrar en varios municipios, entre los cuales está Barcelona. Un hecho que cada vez podría ser más recurrente, según los expertos, que pronostican un futuro con sequías más largas y duras.

A la falta de lluvia hay que sumar un problema añadido. Solo el 85,3% del agua que circula por las cañerías de la red de distribución de Barcelona i 23 municipios más llega a las casas. Una parte importante de esta ‘pérdida’ se atribuye a cuestiones técnicas relacionadas con los contadores, que cuando envejecen calculan menos agua de la que llega realmente a las casas. Pero también hay un porcentaje importante que desaparece del registro por culpa de acciones fraudulentas, pérdidas comerciales –agua que no se acaba comercializando– y, lo que más preocupa, pérdidas reales provocadas por escapes no resueltos.

Las plantas potabilizadoras actúan por encima del 80% en estos momentos | Aigües de Barcelona
Las plantas potabilizadoras actúan por encima del 80% en estos momentos | Aigües de Barcelona

Seis de cada cien litros, derrochados

Según datos que ha facilitado AMB al TOT Barcelona, de los 221 hm³ de agua potable que entran en la red de abastecimiento, unos 13 se pierden por las cañerías, que tienen válvulas o piezas mal colocadas o desgastadas. Un hecho que ocupa al Área Metropolitana de Barcelona, el órgano que tiene las competencias, que por primer año ha pasado de gastarse 42 millones de euros en mejoras de la red a tener que invertir 53. «Nos dimos cuenta de que con la cifra anterior no hacíamos todas las renovaciones necesarias para tener la confianza necesaria en la red», explica el director del ciclo del agua del AMB, Fernando Cabello.

La cifra no es pequeña. Seis de cada cien litros que se transportan por la red se pierden por pequeños escapes difíciles de solucionar. El AMB dice que su red es una de las más efectivas y que, ahora, cada vez es más difícil ganar «puntos de eficiencia». «Cuando los escapes son muy grandes, con poca inversión mejora mucho la red», dice Cabello. En cambio, «una vez quedan solo las pequeñas, cada vez cuesta más». «Interviniendo en un escape pequeño, se solucionaría una parte del agua que se pierde por este, pero como la red es dinámica, quizás nos encontramos parte de esta pérdida en otro punto del recorrido: reduciría parte del impacto, pero no todo», añade Cabello. Todo ello supondría hacer una inversión altísima, según el AMB, con rendimientos no muy eficaces.

La red Ter-Llobregat, una de las opciones que proporciona agua en Barcelona | CON
La red Ter-Llobregat, una de las que proporciona agua en Barcelona | CON

A pesar de todo, el director del ciclo del agua del AMB admite que es un tema que, si bien preocupa, «reducir los escapes es una carrera a fondo, un maratón». Es más, apunta que «hay otras prioridades», como por ejemplo «invertir en algunos tramos de cañerías que han sobrepasado su vida útil». A pesar de todo, niega que la red esté envejecida y se compara con otros municipios: «En el área metropolitana, el rendimiento de la red es del 85%; hay ciudades más pequeñas que están en un 40%».

¿Hay alternativas en la red de distribución?

Teniendo en cuenta el contexto de sequía actual, los expertos en medio ambiente piden hacer un esfuerzo para sacar mejor provecho de aquello que ya tenemos y van más allá de la red de distribución de agua. Por ejemplo, la investigadora del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (ICTA-UAB), Anna Petit, remarca en conversación con el TOT que Barcelona desaprovecha gran parte del potencial que tiene como gran ciudad en la hora de aprovechar el agua de la lluvia. Y su compañera, Cristina Madrid, considera que se ha llegado a un punto en el que los recursos hídricos principales están sobreexplotados. Es decir, que hay tramos de ríos como el Llobregat o el Besòs que, ya sea por la contaminación, por los cambios de caudal o por la carencia de especies, están en riguroso peligro.

Pero vamos por partes. ¿Qué alternativas hay a los acuíferos? Anna Petit explica que al ICTA tienen instalado un circuito para reaprovechar el agua que cae en el tejado del edificio. Una opción que se podría reproducir en otros edificios municipales. «Vamos tarde», avisa. «Del mismo modo que se habla de las placas solares, también se podría hablar de estas cosas». Otro punto de mejora se encuentra en la gestión de las aguas grises, las cuales no son potables pero sí perfectamente aprovechables para muchos usos. «Hemos visto que con este tipo de agua, que ahora se malgasta, una familia podría hacer frente al 30% de agua que se necesita en una demanda típica de electrodomésticos: una lavadora y un par de váteres», dice Petit.

El ICTA-UAB hace un llamamiento a utilizar el agua de la lluvia para usos domésticos | ICTA-UAB

A su compañera también le preocupa la mala gestión de los afluentes, sobre los cuales asegura que habría que elaborar un nuevo plan de gestión para sacarlos más y mejor rendimiento. También fija la mirada en la agricultura o el tipo de urbanismo que práctica el área metropolitana. «Cuántos espacios verdes o cultivos necesitamos», se pregunta Madrid. «Miremos los calendarios, quizás no podemos plantar cinco tandas de tomates el año y solo tres», añade.

Concienciarnos del uso que hacemos

Lo que está claro es que hay que intervenir. Y las dos apuntan a la pedagogía. «Pasé una encuesta a unos niños, en el marco de un proyecto escolar, y ninguno de ellos sabía la cantidad de agua que gastaba al día», dice a guisa de anécdota Madrid. «El problema es que los adultos tampoco lo sabríamos», especifica. «Hay que concienciar a la población para que aplique el sentido común», añade Petit. En todo caso, reconocen que todo queda supeditado a la lluvia y que «si no llueve, poca cosa más podemos decir».

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