El tejado de amianto de la antigua fábrica de ascensores Cardellach tiene los días contados. Tres meses después de que TOT Barcelona informara de los trámites en marcha para la sustitución de esta cubierta ubicada en el barrio de Sant Antoni, el inicio de los trabajos es ahora inminente. La actuación se hará por fases, dado que se trata de una superficie de uralita de casi 2.000 metros cuadrados que ocupa buena parte del interior de manzana delimitado entre las calles de Casanova, Villarroel y Sepúlveda y la Gran Via de les Corts Catalanes. Los operarios comenzarán por la parte del techo más cercana a la Gran Via y la intención es que durante las tareas se mantenga la actividad del garaje que desde hace dos décadas ocupa las instalaciones.
El inicio de las obras mantiene expectante al vecindario de Sant Antoni, que aún tiene muy presente el caso polémico del antiguo cine Urgell. Fue hace casi seis años, cuando se detectaron varios incidentes y anomalías en la retirada del tejado de fibrocemento del viejo recinto, provocando una fuerte movilización ciudadana para garantizar que los trabajos se realizaban en las condiciones de seguridad adecuadas no solo para los operarios, sino para los inquilinos de los edificios adyacentes. Con el revuelo levantado recientemente por la reforma de la antigua redacción de El Periódico, que precisamente se ha visto salpicada por la mala praxis flagrante de los trabajadores con el techo de amianto, varias entidades de la zona han comenzado a moverse para no dejar pasar ninguna posible deficiencia con la sustitución de la cubierta y evitar que se puedan repetir situaciones como las vividas con el cine en el año 2019.

«El amianto debe retirarse, pero debe hacerse bien. No se puede proteger solo a los trabajadores. También hay que pensar en la gente de los alrededores para que no ocurra como con el Urgell», señala Pep Sala, de la Asociación de Vecinos de Sant Antoni. Este arquitecto de profesión considera que aún hay una falta de información importante sobre los peligros que suponen las malas prácticas en torno a la uralita y apunta directamente a la administración, que debería avanzar en la concienciación de la ciudadanía, así como garantizar el cumplimiento de las condiciones de seguridad. «Nosotros estaremos allí y sí que hacemos un llamamiento a estar alerta y vigilar estas prácticas, pero esta no debe ser nuestra función. Debe ser la empresa la encargada de hacerlo correctamente y los inspectores los que detecten si no se hace», remarca.
En la misma línea se pronuncia Xavius Caballé, de Fem Sant Antoni. «Sabemos que la legislación es muy laxa en este sentido. Por eso, estaremos alerta y haremos seguimiento del caso», afirma. Caballé también cree que hay una «desinformación evidente» en cuanto a los riesgos que implica la dispersión de las fibras y lamenta que la administración no sea siempre sensible a casos como este de la antigua fábrica de ascensores, en el cual se ven afectados los inquilinos de la treintena de fincas que dan al interior de la manzana. «Desafortunadamente, no es así muchas veces. Esto hace que tengamos que estar movilizados para evitar que el amianto se retire de cualquier manera antes de que llegue la Ley«, insiste.
El legado después de casi un siglo de actividad
Hay que recordar que ascensores Cardellach fue una compañía pionera en la instalación de estos aparatos en la capital catalana que se fundó en 1905 por los hermanos Enric y Francesc Cardellach. El negocio era todo un éxito y su base de operaciones estaba ubicada en la calle de Casanova, entre los números 23 y 29. A pesar de que la empresa como tal acabó desapareciendo antes de la década de los noventa, su legado ha perdurado hasta nuestros días en forma de este gran tejado de amianto, el mismo que al menos desde 1956 hacía de cubierta para la fábrica de ascensores.
El espacio que hasta finales del siglo XX ocupó la compañía hace aproximadamente dos décadas que es propiedad de Garages, Representaciones, Accesorios y Talleres, S.A (GRATSA), una empresa que se remonta a 1945 dedicada a la gestión de aparcamientos de acceso público en diferentes puntos de la ciudad. Los actuales responsables son los que decidieron hace unos meses iniciar los trámites para sustituir el techo de fibrocemento de este aparcamiento, que presenta numerosos desperfectos y ya tiene más de setenta años, por lo que ha agotado con creces su vida útil.
