Saïd es una de las 1.384 personas que duerme en la calle en Barcelona. La cifra, la más alta desde que se hacen recuentos en la ciudad, la ha dado este miércoles Arrels Fundació. Con 43 años, Saïd es ceutí y hace dos años y nueve meses que llegó a la capital catalana, después de pasar por buena parte del Estado. «Viví 23 años en Málaga. He estado en Galicia, País Vasco, Aragón, Comunidad Valenciana y Cataluña». Tuvo una habitación alquilada en Hospitalet del Llobregat. Le costaba 350 euros, pero ante la imposibilidad de pagarla, decidió irse a vivir a la calle. «Me costó y me cuesta. He sufrido agresiones y robos, me han dado palizas, pero lo peor de estar en la calle es sentirse solo, ver que nadie te llama», explica.

Esta persona sin hogar ha sido este miércoles uno de los protagonistas de la rueda de prensa en la que la entidad, que trabaja desde hace años en la atención de las personas sin hogar en Barcelona, ha presentado su informe anual. Con posterioridad, ha hablado un rato con este medio y lo que relata, es muy preocupante. A finales del año pasado, sufrió una agresión. Un hombre le apuñaló tres veces, dos en el brazo y otra en el costado izquierdo. Estuvo ingresado, pero se recuperó. «Le perdoné, me dijo que se había equivocado de persona». Hace seis meses, la Guardia Urbana le requisó la tienda de campaña y el saco de dormir. Fue detrás del Ayuntamiento, en los alrededores de la calle de la Ciutat. «La tienda me costó 65 euros, todavía tengo el ticket». Nunca se la han devuelto.
Saïd, que pide la implicación de las administraciones para resolver el problema de los sin hogar, habla de ansiedad, depresión. La soledad y la intemperie pasan factura, pero ni siquiera tiene médico de cabecera. El hombre asegura que tiene mucha familia repartida por el Estado, pero no les quiere explicar su situación para no preocuparlos. «Ellos tienen su vida, hijos, sus problemas», comenta. En Arrels, Saïd recibe ayuda social, aunque todavía duerme en la calle a la espera de que pueda acceder a un alojamiento de la entidad.

Sin atención social: los jóvenes, los más desatendidos
Como Saïd, el 13 de diciembre pasado, en las calles de Barcelona había 1.384 personas que dormían en la calle, un 24% de los cuales lo hacían en Ciutat Vella y un 22% en el Eixample. Son 153 más que en 2022, cuando eran 1.231. Con anterioridad a este recuento, a mediados de junio de 2023, Arrels hizo una encuesta a 685 sin hogar que ha sido la base para elaborar su informe. Según la nueva directora de Arrels, Bea Fernández, que ha sustituido Ferran Busquets al frente de la entidad, un 81% de las personas entrevistadas no había recibido ninguna atención durante el primer mes de estar en la calle. Y entre los más desatendidos están las personas jóvenes: «Un 56% de los menores de 25 años y un 51% de los menores de 35 años manifiesta no haber recibido atención social, pública o privada, los últimos seis meses», señala el estudio de Arrels. A pesar de que el TOT Barcelona ha pedido una valoración al área de Derechos Sociales del Ayuntamiento, fuentes municipales de la concejalía de Maria Eugènia Gay no han querido hacer ninguna declaración.

En seis meses no se puede revertir una situación de sinhogarismo
Fernández es de la opinión que hacen falta más políticas preventivas para evitar el sinhogarismo e intervenciones más rápidas de atención social. «Cuánto más tiempo en la calle, cuánto más se cronifica, más difícil es que la persona pueda salir de esta situación», ya que aparecen otros problemas como adicciones. En este sentido, la directora de Arrels ve prioritario garantizar el acceso a la vivienda y previamente un alojamiento temporal. «El derecho a la vivienda es el derecho que tiene que estar por encima de todo» Y sostiene que seis meses de estancia límite en un alojamiento temporal de urgencia, como quiere el gobierno de Jaume Collboni, es insuficiente. Una persona sin hogar que ha perdido su casa, ha roto los vínculos familiares y que puede tener problemas de salud, no puede estabilizar su situación en medio año. «Nosotros hablamos de temporalidades más altas, hasta que estos ciudadanos se puedan estabilizar y tengan cierta autonomía».

La población inmigrante, sobrerrepresentada entre los sin hogar
El informe de Arrels hace un retrato muy exhaustivo de las personas sin hogar que duermen en las calles de la capital catalana. El 87% de las personas son hombres, el 9% son mujeres, el 1,3% son mujeres trans y el 1,2% de género no binario. Del total, la población inmigrante está sobrerrepresentada entre las personas sin hogar, con un 74%, mientras que en el padrón de la ciudad, los extranjeros son alrededor del 29%. Ser una persona migrante es un factor de riesgo, dice Arrels. La media de edad es de 43 años, los mismos que tiene Saïd. Las personas más jóvenes son extranjeras: el 37% de las personas nacidas en países extracomunitarios que vive en la calle tiene menos de 35 años y el 13% menos de 25 años. Además, el estudio de la entidad, con sede en el Raval, subraya que sube el tiempo de estancia media en la calle: cuatro años y cinco meses. La cifra ha ido al alza desde la pandemia, puesto que antes era de tres años y cinco meses.
En cuanto a las mujeres sin hogar, desde Arrels se remarca que cuando una mujer llega a la calle, su situación acostumbra a ser «más grave», y en la vía pública, estas personas están más expuestas a la violencia machista y a los abusos sexuales. El informe concluye que, antes de vivir en la calle, las mujeres buscan todas las alternativas posibles, como pisos sobre ocupados, viviendas vacías o casas de familiares y amistades.

Del alquiler a la calle
La pérdida de trabajo, problemas con la familia o separación de la pareja, los problemas relacionados con la vivienda (como desahucios) y los procesos migratorios son los principales motivos de la pérdida del alojamiento. Y, a veces, acabar durmiendo en la calle es fruto de situaciones repentinas. Entre las personas entrevistadas por Arrels, un 5% ha confesado no haber tenido nunca una vivienda estable. En un 28% de los casos, la última vivienda que tuvieron antes de llegar a la calle fue un piso de alquiler. Y en dos de cada 10 personas sin hogar, «el último alojamiento ha sido un servicio institucionalizado y después han tenido que dormir en la calle», según Arrels.

La directora de la entidad ha hecho un llamamiento para que los ayuntamientos cumplan con la ley de empadronamiento, lo que permitirá a las personas disponer de servicios esenciales, como un médico, y ha recordado a los consistorios las obligaciones que tienen en materia de servicios sociales. Desde Arrels, se pide a los municipios que destinen más recursos para atender a esta parte de la población, con más educadores sociales que estén a pie de calle y con más espacios donde las personas puedan estar protegidas y pernoctar. Fernández se ha referido también al Pla Endreça, impulsado por el Ayuntamiento, que ha aumentado la presión sobre las personas sin hogar, con más sanciones y vulneraciones de derechos, con una ordenanza, la de convivencia, que persigue acciones, como beber alcohol y orinar, que los sin hogar solo pueden hacer la calle. Desde hace años, Arrels lucha contra lo absurdo de multar a un ciudadano sin hogar, con casos de personas que han llegado a acumular miles de euros en denuncias.