Las franquicias de comida vegetariana han estallado estos últimos años, también en Barcelona. Pero todavía hay ejemplos de pequeños negocios que aguantan estoicamente esta competencia. Uno de ellos es el Arc Iris, un negocio pionero que arrancó en 1979 y que actualmente se ha convertido en el restaurante vegetariano más antiguo de Barcelona. Abren solo a mediodía, tiempo más que suficiente para llenar varias veces las cerca de 20 mesas que hay. Sirven la comida bastante rápido, todo vegetariano y la mayoría vegano. Y de calidad. En la entrada te recibe el propietario, Pere Llauradó, un hombre que ha triunfado en el programa Joc de Cartes de TV3 y que tiene el honor de haber dirigido siete restaurantes a lo largo de su vida, todos ellos, por supuesto, vegetarianos.

Actualmente, solo tiene dos: el Arc Iris, a dos calles del paseo de Sant Joan, y el Samsara by Arc Iris que regenta su hija cerca del mar. Pero no se conforma. Tiene 64 años y ya piensa en ampliar el restaurante del centro. En parte, dice, para poder ofrecer cursillos y enseñar la cocina vegetariana «desde otra perspectiva». El gran reto será, a partir de ahora, hacer crecer estas nuevas actividades sin perder la esencia de un negocio que piensa en todo, también en dejar agua en la calle para los perros que pasan –se les permite entrar al local– o en hacer de intermediario entre el cartero y los vecinos. La ambición y el currículum de Pere puede llevar a la confusión. Él no creó el Arc Iris. Lo hicieron dos hermanos que transformaron lo que entonces era una pequeña granja en un espacio para ofrecer comidas. Pere, de hecho, se lo encontró de casualidad.

Pere dejó el mundo de la música, castigado por la piratería, para dedicarse al restaurando | GG.
Pere dejó el mundo de la música, castigado por la piratería, para dedicarse al restaurando | GG.

De estar discriminado a abanderar «una moda»

Pere descubre la capital con 20 años, después de que la muerte de su padre lo impulsara al mundo laboral con el único incentivo de ayudar a la economía familiar. Y no, no fue a parar a la restauración. Después de pasar por un hotel, acaba trabajando a la discográfica Max Músic, una de las más potentes de la época. Quién le habría dicho que el mundo de la música lo acercaría al vegetarianismo. «Del centenar de trabajadores que había [en Max Music], solo uno era vegetariano. Nadie quería ir a comer con él, pero un día acepté acompañarlo», empieza su relato. «Aquel restaurante era una maravilla», dice del que ahora es su negocio. «Y mis digestiones, también», añade entre bromas.

En este restaurante había como mucho 20 personas el día que lo descubrió, según los recuerdos de Pere. «Había los hippies de aquella época, gente que se lo habían recomendado por cuestiones de salud y poco más». «Era otra mentalidad, no estaba tan normalizado como ahora», comenta Pere, que considera que «la gente hoy en día vive más concienciada». Aun así, el restaurador tampoco es ajeno en la realidad y tilde el vegetarianismo actual como «una moda» que cree, eso sí, que ha llegado «para quedarse». El empresario tiene claro que Barcelona es una ciudad «abierta de mente», pero considera que todavía quedan «lobbies con mucho de poder» en el mundo de la alimentación: «Todavía hay, digamos, muchos franquistas. Todos ellos y sus hijos tienen que pasar de largo. A partir de la tercera generación, la mentalidad ya será diferente», concluye.


Los cantos de sirenas de las franquicias

Pere se hizo con el negocio en 1990, después de que la familia que lo creó discutiera. Lo cogió un verano de prueba, cuando la reputación «estaba por los suelos», pero enseguida supo que lo querría comprar definitivamente. Superó las peores épocas y se forjó como empresario. Durante sus 43 años de historia, el restaurante ha trampeado los momentos más duros, como la pandemia –el único momento que ha ofrecido comida para llevar–, y se ha hecho grande en las televisiones. Con orgullo se recuerda el paso por el programa Joc de Cartes. No ganaron, pero no pasa nada, puesto que las reservas se dispararon. «Durante un año pasamos de 25 – 40 pedidos diarios a cerca de 120», comenta Pere, que puntualiza que el efecto «ya ha pasado». Con todo, desde el local han mantenido su apuesta inicial, sin subir el precio del menú –»no como otros»–, uno de los aspectos que les ha hecho más competitivos a lo largo de los años.

La reputación del negocio ya crecía, dice Pere, mucho antes de su paso por la televisión, hasta el punto que algunos empresarios se han acercado a lo largo del tiempo para conocer el secreto del éxito de tantos años sirviendo comida vegetariana. Todo ello ha llevado Pere a recibir varias ofertas para formar parte de franquicias, todas ellas rechazadas. «Lo que no domines tú, mejor que no te metas», argumenta el propietario, que también explica otras propuestas que ha recibido en pro de ganar más beneficio. «Hay ingenieros que me han propuesto ampliar el altillo [el actual solo cubre una parte del local], pero habríamos perdido las vistas al techo de vuelta catalana», explica poco antes de empezar un legado a favor de la «esencia»: «Estoy de acuerdo que un negocio tiene que crecer, pero no podemos perder el legado que nos han dejado los otros».

El equipo del Arco Iris con Pere Llauradó | IG Arco Iris
El equipo del Arco Iris con Pere Llauradó | IG Arco Iris

La lucha de una Barcelona diversa

Consolidar negocios como el suyo puede ser clave para que Barcelona sea diferente en otras ciudades. Así lo piensa Pere, y así lo piensa gran parte de su clientela. En este sentido, el propietario del local lamenta que cada vez las ciudades sean más iguales, comercialmente hablando, y llega a la conclusión que Barcelona está perdiendo parte de su esencia. «Se han derrocado algunas casetas de toda la vida o se ha permitido que se pierdan espacios importantes de la ciudad», dice a modo de ejemplo. Un hecho que lamenta con contundencia porque, ya sea en un negocio pequeño como el suyo o en la capital del país, «si perdemos la esencia, tendremos dinero y poco más».

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