Anna vende castañas en Barcelona desde hace 40 años y hace 25 que las vende desde el puesto del Mercado de Sant Antoni. Durante todos estos años ha visto tiempos de todos colores y, sobre todo, de mejores que los actuales. Trabaja 11 horas al día de lunes a domingo y las ventas no son bastante altas para que sus esfuerzos salgan a cuenta. “La venta de boniatos y castañas es muy floja este año”, explica al TOT Barcelona sobre una realidad que cree que es consecuencia de la crisis, la inflación y unas temperaturas típicas del otoño que se resisten a llegar. A pesar de este panorama, asegura que no ha subido los precios. El cono pequeño cuesta 3,5 euros “desde hace años”. Hay vendedores, asegura, que los suben injustificadamente.

El panorama es similar en otros puestos de todo la ciudad que ha visitado este diario. Pero el otro gran compañero que tienen las castañas y los boniatos durante la Castañada vive una situación mucho mejor: los panellets. El Gremio de Pastelería de Barcelona asegura que confía a mantener las ventas de panellets artesanos durante la Castañada 2023. Calcula que durante los aproximadamente 10 días de la campaña de Todos Sants se venderían en Catalunya alrededor de 250.000 kg. En cuanto a los precios, se mantienen muy parecidos a los del año pasado, a pesar del encarecimiento de las materias primas y otros costes —mano de obra, cartonaje, etc—. Los panellets, parece, conseguirán imponerse a la inflación.

Arrancar la temporada con optimismo

Un caso que refleja la valoración del Gremio de Pastelería de Barcelona es el del Forn del Passeig-Fabra i Puig, que tiene seis tiendas repartidas por los distritos de Sant Andreu, Nou Barris y Horta-Guinardó. Uno de sus propietarios, Carles Puig, explica al TOT que las ventas están arrancando “despacio” esta temporada, pero que se van vendiendo panellets. Aunque admite que si hiciera más frío la facturación sería bastante mejor, ayuda el hecho que, según dice, las materias primas sean más baratas que el año pasado. “Este año no hemos subido el precio del panellet. La previsión es que la temporada de este año sea buena porque, entre otros factores, el día de Todos los Santos cae en miércoles y, por lo tanto, poca gente marchará de la ciudad”, subraya. 

Panellets del horno Pan de Kilo / Jordi Play
Varios obradores de Barcelona se muestran satisfechos con las ventas / Jordi Play

Este caso, pero, tiene poco que ver con el que se vive entre las paredes de la Fleca Els Àngels del barrio del Raval. Una de sus propietarias, Joana, explica al TOT que todavía no puede valorar las ventas de este 2023 porque desde hace años solo vende panellets pocos días antes de la noche de Todos los Santos, pero que si se tiene que basar en el 2022, está lejos de ser positiva. “Todo el comercio ha caído desde la pandemia. Todo se ha encarecido mucho, hay mucha crisis”. Ante este panorama, asegura que preparará solo panellets de piñones y almendra porque el resto “cuesta de vender”. El objetivo de este año es, al menos, resistir mejor que el anterior. “Esperamos vender los que preparamos”, afirma. 

Más allá de esperar una buena temporada o no, hay unas cuantas panaderías de la ciudad donde no se ven panellets. Desde Migas Panaderos Pasteleros, en el barrio de Sant Antoni, una trabajadora reconoce al TOT que no sabe por qué no vienen, pero que no le extraña teniendo en cuenta cómo “de caros están los piñones”. En otro punto del barrio, Roger Coffee and Bakery, tampoco se encuentran, del mismo modo que tampoco hay al Coffee Stop 51 y Color Café —barrio del Born—. Es como si la Castañada no existiera en ninguno de estos establecimientos. Algunos, de hecho, son el tipo de negocio que, despacio, está sustituyendo los hornos tradicionales. Se ofrecen cookies de chocolate, pasteles típicos del extranjero y café caro. Están pensados para los barceloneses que pueden gastar bastante dinero cuando salen a tomar algo o para turistas.

Un otoño que se resiste a llegar

En este sentido, habla la Anna desde la parada del Mercado de Sant Antoni, quien alega que otro hecho que explica la caída de ventas de castañas y boniatos es la progresiva pérdida de tradiciones. “Ahora mucha gente piensa en Halloween o, directamente, en nada”, recalca. Esta bajada también la sufren trabajadores como Juan y David, que intentan ganarse la vida en las paradas de Joanic y de la plaza de la Revolució de la Vila de Gràcia —distrito de Gràcia—, respectivamente. Confirman al TOT que las temperaturas atípicas para el otoño apagan las ganas de comer castañas. Todavía, pero, no han perdido la esperanza. “El fin de semana que viene, que hará más frío y se celebrará Halloween, todo tendría que mejorar”, dice Juan.

Por su parte, la Marga Turró es responsable de la Pastelería Turró, situada en otro punto del mismo distrito situado a la parte superior del paseo de Sant Joan. Reconoce al TOT que no querría encontrarse en la situación de tener que vender castañas, pero que los panellets, en cambio, sí que se vienen a pesar del cambio climático. Ella los vende a 65 euros el kg los de piñones y 50 euros el kg el resto. Asegura que no ha subido los precios y que, de momento, está “muy contenta” con las ventas. “Esperamos vender más que el año pasado”, dice, a pesar de que a la vez admite que todavía no puede prever como acabará la temporada porque “ahora la gente vive al día”. 

El horno de pan Pan a Mi / Jordi Play
Los panellets de piñones se vienen, en general, por 60 euros el kg / Jordi Play

A la parte inferior del mismo paseo, a la Pastelería Oriol del barrio de la Dreta del Eixample se pueden ver diferentes galletas con forma de fantasma o telaraña o que contienen la onomatopeya que evoca el sonido de un susto: «Booo». Allí, además, también están contentos con las ventas de panellets. En su caso, pero, admiten al TOT que no es gracias a los clientes fieles o vecinos que podrían comprar habitualmente en la panadería, sino a otros actores de la ciudad muy habituales desde hace años: los turistas. “Hay muchos que los prueban por curiosidad. Aquí siempre vendemos mucho. Estamos en medio del centro turístico”, celebra una trabajadora sin dar ninguna señal de haber sufrido, en los últimos años, el mínimo efecto de la crisis.

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