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La resiliencia de un establecimiento histórico que quiere conservar su identidad

La bodega Cal Pep abrió las puertas por primera vez el 1937, en plena guerra civil, de la mano de su primer propietario: Pep. Al principio, cuando vendía hielo picado y vino, estaba lejos de asemejarse a lo que es ahora. Con el tiempo, pero, puso una cafetera y, despacio, se fue convirtiendo en una bodega. Fue más tarde cuando Pep pasó el negocio a su hijo, quien después lo traspasó a Rafael Ortiz, el padrastro de la Griselda López. Trabajaron juntos durante 12 años, hasta que hace dos se convirtió en el actual responsable de Cal Pep, situada al número 141 de la calle de Verdi, al barrio de la Vila de Gràcia. “En este espacio se puede conectar con el pasado de Barcelona y ofrecer un trato cercano en una ciudad con muchos establecimientos impersonales. Para empezar, aquí no tenemos barra”, dice al TOT Barcelona López, sentada en una de las mesas del bar, decorado con pósteres de épocas lejanas del diario ‘Sport’, de las Fiestas de Gràcia y películas antiguas que teletransportan al pasado. También hay otros de lugares como Menorca o Benidorm, antiguos escudos del F.C. Barcelona y de la ciudad de Barcelona o ceniceros de diferentes marcas, como Tío Pepe.

Cierre aplazado

Tal como informan fuentes municipales al TOT, el motivo por el cual este bar es noticia “es por un incumplimiento de la ordenanza de medio ambiente por ruido”, lo cual detectó el Ayuntamiento después de que una vecina se quejara por convivir con ruido por las noches. Después de un largo procedimiento que arrancó el mayo del 2022, hace unos días el consistorio acabó ordenando el cierre del establecimiento hasta que no se hicieran las reformas de insonorización pertinentes. Estaba previsto que se produjera este martes 19 de diciembre, pero finalmente, un orden del juzgado pidió este lunes pararlo temporalmente. “El juez ha dicho al Ayuntamiento que le falta información para ordenar la clausura», celebra López.

Buena parte de los clientes de Cal Pep son de la Vila de Gracia / Jordi Play
Buena parte de los clientes de Cal Pep son de la Vila de Gracia / Jordi Play

A pesar de desconocer cuál será la fecha del cierre, esta decisión judicial le ha dado una pequeña tregua. Esto lo aprovechará para avanzar con los pasos previos que tiene que dar antes de ejecutar la reforma, como contratar una empresa que la haga o pedir financiación; y así, tener que cerrar el mínimo de tiempo posible. “Antes de que el juez denegara la clausura, pedí un par de meses en el Ayuntamiento para no tener que cerrar antes de empezar las obras. Sin el bar me quedo sin ingresos, pero según ellos, había tenido mucho de tiempo”, recuerda. Por otro lado, fuentes municipales informan al TOT que López no presentó el primer proyecto acústico hasta julio del 2023. “El proyecto ha sido devuelto en dos ocasiones en agosto y en octubre para corregir carencias. El último presentado cuenta con un informe favorable”, reconocen.

Por su parte, la responsable de Cal Pep se justifica alegando que de entrada intentó “resistir” y elaborar con la ayuda de un ingeniero acústico un proyecto que supusiera dañar el mínimo este espacio emblemático e insonorizar solo el techo, en lugar del suelo, las paredes y también el techo, como le pedían. Asegura que en caso de hacerlo todo, se perderán elementos patrimoniales y se romperán algunos pósteres antiguos o cuadros colgados desde hace muchos años. Una parte de estos, incluso, se confunden con las mismas paredes del local. «La gente me dice que hay que conservar todo esto», subraya.

«Una casa grande»

Este proceso no ha sido fácil para López. Asegura que hace dos años cogió el relevo a su padrastro con “mucha alegría”, pero que “este conflicto” ha hecho que en los últimos meses haya sufrido ataques de ansiedad y perdido 11 kilos. “Hace unas semanas empecé a cuidarme más porque me lo pidió mi familia, y lo hago por mi hija”. Esto, pero, no le impide valorar las cosas buenas de este negocio después de 14 años trabajando aquí, como sus clientes. La mayoría son del barrio y de diferentes edades, desde el abuelo que se toma un café al joven que ve una cerveza por la noche. Al mismo tiempo, admite, cada vez viene más gente de fuera de la Vila de Gràcia y algún tour turístico. “La gente viene porque se siente como casa. Hay personas que vienen a comer todos los días y con las cuales puedo sentar a comer”, indica mientras los pocos clientes que quedan media hora antes de cerrar el bar acaban de comer. “Este bar es una casa grande, una familia grande”, añade.

Uno de los atractivos de Cal Pep es una decoración que teletransporta al pasado / Jordi Play
Uno de los atractivos de Cal Pep es una decoración que teletransporta al pasado / Jordi Play

En estos días de incertidumbre, también le ayuda recordar los buenos momentos que ha pasado entre estas paredes, como los que vivió durante su embarazo, que lo pasó casi todo trabajando aquí; o los ratos con su hija, quien ha crecido en la bodega Esto no es todo. También sonríe al recordar las personas que se han enamorado a Cal Pep y continúan viniendo juntas, los estudiantes de diseño que vienen a dibujar el espacio y, con un aprecio muy especial, el señor Pons, un vecino del barrio que murió. “Cuando vendían turistas les cantaba y les enseñaba a beber con porrón”, señala con la esperanza de continuar escribiendo más momentos como estos durante muchos años.

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